3. La sociedad está en decadencia

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Ayer fue un día horrible, tuve que prácticamente pedir limosna para comprarle un regalo que le gustara a mi hermano: un calendario con esa modelo que le gusta en bikini, la gracia del calendario es que cuando llega el último mes del año la chica queda solo con la parte de abajo de su conjunto.

No entiendo como estas mujeres llegan a tan bajo nivel para posar desnudas por dinero. Pero si a Alex le gusta bien por él.

—Wow, Chris. Gracias —dice Alex mirando.

—De nada.

Y Austin, que también come como sí no comiera hace meses, le pasa su regalo a Alex.

La cara de Alex se cae al suelo cuando se da cuenta de que el regalo de Austin son un par de páginas de pegatinas del hombre araña. Se ve desilusionado y es muy gracioso.

De todos modos creo que se lo merece.

En ese momento suena el teléfono y mamá se va al segundo piso para responder.

—Ahora que tu madre no está te puedo dar tu regalo real —murmura Austin en voz casi inaudible mientras busca algo en su mochila.

—¿A qué te refieres?

—¿De verdad creíste que le iba a dar a mi mejor amigo stickers coleccionables para su cumpleaños diecinueve? No no no, ni que cumplieras siete años.

Austin le pasa una pequeña caja rectangular envuelta en papel de regalo. Cuando Alex la abre lo único que puedo ver es que la caja tiene estampada una sandía y una banana. ¿Qué demonios...?

—Gracias hermano, me estaban quedando pocos —Alex mira la caja con entusiasmo—. ¿Tienen sabor?

—Sí, banana y sandía. Conociendote siempre es bueno tener condones de sobra a mano.

—¿Le regalaste condones? —le pregunto a Austin con repugnancia.

—Condones con sabor —me corrige.

¿Por qué la gente quiere ponerle sabor a un condón? Sí se supone que eso se va a usar para...

Ohh... Ya entendí.

—Chrisi, Alex, ¿Pueden venir aquí un momento? —mi madre nos llama desde las escaleras.

—¿Le dijiste que llegué ebrio de la fiesta de Robert? —me pregunta Alex con voz amenazante a al vez que mete la caja en su mochila.

—No —niego con la cabeza—. Tú sabes que no soy una soplona y que no me interesa hablar sobre tí con mamá.

—¡Christel, Alexander! Sí les pido que vengan es para hoy —grita claramente ¿nerviosa o enojada? Tal vez un poco de ambos.

—¡Voy mamá! —me levanto de la silla y subo las escaleras. Alex va detrás de mí.

Cuando llegamos al pasillo de nuestras habitaciones y entramos al cuarto de mamá nos la encontramos haciendo una maleta.

—¿Quá está sucediendo? —pregunta Alex.

—Tengo que irme a Nevada. Hoy —nos mira con desdicha y abraza a mi hermano—. Lo siento mucho, Alex, no voy a estar en tu cumpleaños.

¿A Nevada? Estoy confundida.

—¿Qué pasa, mamá? —vuelve a preguntar Alex devolviendole el abrazo.

—Ya sé dónde está su padre.

—¿Dónde? ¿Va a volver? —pregunta Álex con entusiasmo.

—No, cielo. Hizo algo malo y lo arrestaron en Las Vegas, probablemente vaya a la cárcel.

Círculo Vicioso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora