7. Al hospital

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—¡Chirstel! —grita una voz femenina cuando voy caminando tranquila por el pasillo de la escuela después que terminaron las clases.

Solo ignoro.

—¡Christel Constancio! Eres una puta malnacida.

Ahora tiene toda mi atención. Me giro para ver quien me habla: Ashley Thomas, la zorra líder de las porristas. ¿Qué quiere ahora esa engendra? ¿Sacarme en la cara que se acostó con Alex? No, a Alex no le gustan las chicas tan flacuchas.

—¿Yo soy la puta? —levanto una ceja—. Mira quién habla.

—¡Hey! Eres una puta resentida. Que tú no tengas lo necesario para calentar a una mosca no significa que destruyas relaciones.

¿Ah? ¿Me perdí de algo? ¿Hice algo de lo que no sea consciente?

—¿Perdón?

—Lo que oíste. Austin es mío.
Tuyo y de unas veinte más.

—Vale, Ashley. Es tuyo.

—Y te juro que si te vuelves a acostar con él te corto el útero.

¿¡Volver a acostarme con Austin!? Está loca. ¿De dónde sacó que me acosté con ese asqueroso pervertido antipático?

—Bien. Te prometo que no voy a volver a acostarme con Austin —digo con sarcasmo.

—Tu tono no me agrada. Hablo en serio. Si Austin vuelve a decir tu horrendo nombre en mi cama estás jodida.

¿Está haciendo esto porque Austin dijo mi nombre cuando tenían sexo? Mierda, que chica tan perseguida. Hay cientos de Christel en Miami.

—Eres sádica, Ashley.

—¿Eso crees? —me toma del ante brazo y me gira para que quede doblado en mi espalda en una dolorosa llave. Me hace chillar—. No te acerques a Austin o esto te dolerá más —aprieta mi dedo meñique y siento como mis músculos se tensan más—. Entiende él es mío y estoy segura que pronto me pedirá que seamos novios.

¡Qué boba es! Austin se acuesta con chicas diferentes todas las semanas. ¿Cree que es especial?

—¡Ashley! ¡Suéltala! —grita claramente la voz de Austin a unos metros y al instante Ashley me suelta.

Mi brazo duele a horrores, creo que necesitaré algo muy frío o muy caliente para aliviarlo.

Levanto la vista hacia Austin y me quedo petrificada cuando lo veo. Se ve ardiente con su uniforme de fútbol americano, su camiseta con el número 74 se ajusta a la perfección a su cuerpo y esos pantalones...

Dios, si sigo mirando me voy a derretir.

—Hola, mi amor —Ashley se para de puntitas y le da un beso en los labios.

—Tienes que enseñarme a hacer esa llave —le dice Austin ignorándome por completo, mientras se pone sus hombreras.

—¡Oh! Por supuesto. Solo tienes que...

No me apetece seguir escuchando su ridícula conversación. Así luego de hacer una serie de movimientos para que la sangre circule normalmente por mi brazo tomo mi mochila y camino por el pasillo.

Lo único que quiero es llegar a casa.

—Adivina quién soy —me tapan los ojos.

Demonios, más interrupciones.

—Eres... ¿Brandon?

—Acertaste —me quita las manos de los ojos—. ¿Me acompañas al entrenamiento? Necesito mucha suerte hoy.

Círculo Vicioso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora