Círculo Vicioso

8. Nerviosismo y por fin un respiro

Hace casi media hora que llegamos al hospital, inmediatamente ingresaron a Austin a la urgencia. Michele aún no llega.

Quería entrar con Austin, pero me dejaron aquí, en una sala donde están los familiares de las personas y unos cuántos médicos y enfermeros de turno. Al parecer tengo que estar aquí esperando hasta que los médicos tengan nuevas noticias.

¡Joder! La incertidumbre me está matando.

Para estar un poco más informada de lo que está sucediendo allá dentro me quedé de pie junto a la puerta de letras rojas que dice: "Acceso restringido. Solo personal autorizado."

De verdad que estoy muy preocupada por él y no entiendo por qué tanta preocupación, si Austin y yo no somos nada, ni siquiera amigos.

—Christel. ¿Cómo está Austin? —esa es Michele que viene con Alex.

Dios, su rostro solo refleja preocupación.

—No lo sé. No han dicho nada. Lo último que supe es que estaba bien, al menos eso fue lo que dijo el paramédico.

—Pero si estuviera completamente bien no harían tanto drama, ¿verdad? —dice Alex viendo la realidad.

—¿Qué fue lo que le pasó exactamente?

—Le llegó el balón de fútbol en la cabeza, y se desmayó con el golpe del suelo.

En eso, la puerta se abre, dándole paso a una doctora de mediana edad, rubia y sin ningún mechón fuera de su lugar, va vestida con un delantal blanco.

Parece ser muy profesional y no soportar a los idiotas.

—¿Familiares de Austin Mahone? —pregunta.

—Aquí, yo soy su madre, Michele —dice Michele.

—Buenas tardes, soy la doctora Gia Brook y me he estado encargando de Austin. Él está estable, pero les tengo buenas y malas noticias ¿cuáles quieren primero?

—Las buenas —decimos los tres al unísono.

—Bien. Austin dentro de lo normal está bien: sus respiración está normal a pesar de que le hemos suministrado oxígeno. Su corazón late con normalidad, y sus reflejos se ven bastante bien comparado con el accidente que tuvo —Dice muy seria.

—¿Y las malas?

—Las malas son que con mis colegas suponemos que Austin se quebró el tobillo al caer, porque tiene hematomas en la zona y tiene el pie muy hinchado. También el problema que tenemos, es que sigue inconsciente y aún no sabemos el por qué. Si su organismo esta actuando con normalidad debería estar despierto, pero sigue estando fuera de sí.

Mierda, eso suena mal. Muy mal.

—¿Eso es muy malo?

—No lo sabemos, tendríamos que hacer un escáner, pero necesitamos una autorización.

—Hagan lo que tengan que hacer. ¿Dónde firmo? —pregunta Michele.

—Aquí y aquí —la doctora le pasa unos papeles que Michele firma sin leer—. Preparen un escáner completo, centrado en la zona cerebral, seguido por una radiografía en el tobillo izquierdo, para Austin Mahone. Tiene que ser rápido —dice la doctora con voz de mando hablándole al grupo de internos.

—¿De qué grado el escáner, doctora Brook? —se para una auxiliar de cabello negro.

—De 12 a 16 —responde la doctora mirando una tabla pegada a la pared, dónde están archivados los datos de Austin.

¿Qué significa eso?

—¿12 a 16? ¿No cree que exagera? —levanta una ceja—. El chico solo tiene dieciocho años, solo es un niño con cuerpo de hombre.