Harry Potter y la piedra filosofal III

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HOGWARTS: LA PIEDRA FILOSOFAL, parte 3
Bosque Prohibido

Lo llamaban el Bosque Prohibido porque, efectivamente, estaba prohibido. Había muchísimas criaturas oscuras en el bosque, peligrosas, maliciosas, y entrar los ponía de inmediato en riesgo vital. También estaba prohibido el corredor del tercer piso, cercano al salón de Encantamientos. Eso no impidió que Harry, Hermione y Ron usaran la Capa de Invisibilidad para recorrerlo, descubrir que Snape estaba ocultando algo y amenazando al pobre Profesor Quirrell de Defensa contra las Artes Oscuras; que había un enorme perro de tres cabezas llamado Fluffy protegiendo una trampilla secreta; y que había un espejo misterioso cerca del perro donde la gente podía ver sus mayores deseos reflejados. Por si se lo preguntaban, Hermione no había descubierto aún que Harry y Ron habían estado detrás de sus libros manchados de lefa, y se limitó a pelearse con Lavender al respecto.

En cualquier caso, "prohibido" era una palabra sin mucho significado en Hogwarts. Los estudiantes, sin importar qué edad tuvieran, se masturbaban y follaban en todos lados; y los profesores eran capaces de castigar a sus estudiantes, enviándolos a merodear por el Bosque Prohibido. Esta vez les había tocado a Harry, Hermione, Ron... y Draco Malfoy, el abusón de élite que los molestaba constantemente. Hagrid los llevaría a su castigo.

—Hagrid, ¿qué se supone que estamos buscando? —preguntó Harry, pegado a Hagrid mientras la noche los cobijaba en el bosque oscuro.

—Su castigo es acompañarme a buscar a un asesino, Harry... No pongas esa cara, no ataca humanos. Creo. Encontré rastros de sangre de unicornio, y un par de cadáveres de esas criaturas maravillosas. Quiero ver si hay más, y si es posible, aprehender al culpable.

—¿Por qué alguien mataría a un simple caballo con cuerno? —inquirió Draco.

—¡Son unicornios, Malfoy, no yeguas de tus caballerizas! Beber su sangre te da cierta longevidad, algo así como usar la Pied... uh... —Hagrid miró a Harry, que recordó aquel objeto fálico escarlata que él y Fleur Delacour habían usado hace unos meses—. No debí decir nada.

—Este bosque es aterrador —susurró Ron, agarrado del brazo de Hermione—. Demasiado aterrador. Espero que no haya arañas gigantes o algo así.

—Deja de tirar de mi brazo, Ron —se quejó Hermione, que fingía no estar asustada—. En cualquier caso, el bosque es enorme, nunca vamos a encontrar nada.

—Como siempre, tienes razón, Hermione. Lo mejor es separarnos. Tú y Ron vienen conmigo, por acá. Harry, Malfoy, ustedes tomen ese camino. Mi perro Fang los acompañará, pero les advierto: es un jodido cobarde.

Hagrid guio a Ron y Hermione a una zona profunda del bosque. Hagrid había estado siguiendo la pista de unas manchas de sangre plateada, pero lo que terminaron encontrando fue algo absolutamente distinto. Chocante, de una manera distinta.

—Oh. Oh, no. Es Firenze. Chicos, no tienen que ver eso.

—Dios mío —dijo Ron, con una sonrisa boba en la cara.

—No. No, no, no, no, no puedo ver esto o me... —Hermione se cubrió el rostro con las manos, pero no pudo evitar mirar entre sus dedos. Sintió un pequeño tremor en su entrepierna.

Frente a ellos, ocultos en un claro en los matorrales, había una pareja de centauros. Cuerpos superiores de hombre y de mujer. Cuerpos inferiores de caballo y yegua. El macho, aparentemente llamado Firenze, estaba montado encima de la hembra, con su larguísima verga equina penetrando en la mujer-caballo. Hagrid había olvidado completamente que allí era donde los inteligentes centauros iban a divertirse. Miró a Ron, que claramente tenía una erección, pero lo que más le sorprendió fue la reacción de Hermione. La chica tenía los colores en el rostro, su larga falda era incapaz de ocultar que estaba frotándose una pierna con la otra, y hasta parecía más bonita de lo usual, aunque insistía que no lo era.

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