Harry Potter y La Cámara de los Secretos II

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El segundo año escolar de Harry no pudo empezar de peor manera. Tres cosas relevantes que mencionar, solo para los primeros meses:

Primero, Draco Malfoy se había convertido en el nuevo Buscador de Slytherin, después de que su padre le compró nuevas escobas de última generación a todo el equipo, con lo que podía joderle aún más la vida a Harry.

Segundo, el Profesor de Defensa contra las Artes Oscuras no solo era un petulante cretino, sino también un total incompetente que no les ayudaría en absoluto a defenderse del espíritu errante de Voldemort. Cuando Harry se quebró el brazo en un partido, Lockhart decidió aliviarle el dolor haciendo desaparecer sus huesos en lugar de sanarlo. Era lento con los hechizos, fingiendo que era su método de enseñanza.

Y a pesar de esto, las chicas de la escuela estaban cada vez más prendadas de él. Llegaban a clase con más y más escote, algunas se había recortada la falda, y la misma Hermione, con su uniforme de empollona, se abría un botón extra en su camisa, durante sus clases. Seamus Finigan juraba que Lavender Brown y las gemelas Patil ya se lo habían llevado a la cama. Ron aducía que no lo hacía solo con estudiantes, pero sí con profesoras...

Tercero, la gata de Filch y un niño de primer año llamado Colin aparecieron petrificados, casi muertos, en los corredores de Hogwarts, con un mensaje críptico en la pared, escrito en sangre, que indicaba que la "Cámara de los Secretos" había sido abierta. Harry no había encontrado nada mejor que estar justo allí poco después de las petrificaciones, como un idiota, y ahora todo el mundo creía que él había abierto la malnacida Cámara.

Oficina de Minerva McGonagall, Hogwarts

¿Qué diablos era la Cámara de los Secretos? Ningún profesor se atrevía a contarlo, aduciendo que estaban más preocupados de buscar una cura para los afectados. Hermione se había ofrecido alegremente a ir a la oficina de Lockhart a preguntarle en privado, pero Ron, como un trampolín, saltó para detenerla, y apresuradamente decidió ir a la oficina de la Jefa de Gryffindor, la Profesora Minerva McGonagall, para cuestionarla.

—Señor Weasley —saludó la anciana, mirando a su alumno por sobre sus anteojos de botella con curiosidad—. Ambos debemos admitir que es rarísimo verlo en la oficina de un Profesor, ¿no es así? ¿Debería asumir que se equivocó y buscaba en realidad la cocina?

—No se burle de mí, profesora —dijo el chico, bajando la mirada con vergüenza. ¿En qué diablos se había metido? ¿Por qué no había dejado simplemente que Hermione fuera a seducir a Lockhart si tanto quería?

—No lo haré, señor Weasley. ¿Cómo puedo ayudarlo?

Había un peligro en la escuela. Hermione y Harry habían hecho mucho el año pasado para salvarlos a todos, y él solo se había dedicado a quejarse y hacerse la paja sobre sus compañeras con la capa de Harry. Era momento de tomar cartas en el asunto, salvar la reputación de Harry, y sacar a relucir todo su mejor repertorio, enseñado por sus hermanos mayores.

—Bueno, Profesora, usted sabe muy bien que es mi educadora favorita —dijo Ron, sacando el pecho lo más que pudo, poniendo la voz grave (y fallando en el intento), y con lo que consideraba una mirada seductora.

—....¿Ajá?

—Sí, y me preguntaba si una Profesora inteligente, bella y poderosa como usted, podrá resolver mis dudas.

—¿Bella? Señor Weasley, tengo 70 años, ¿debería pensar que está intentando halagarme y seducirme? —preguntó McGonagall, tratando de guardarse la carcajada.

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