Harry Potter y El príncipe mestizo III

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HOGWARTS: EL PRÍNCIPE MESTIZO, parte 3
El libro del Príncipe Mestizo le estaba enseñando mucho a Harry... tal vez demasiado. Aprendía cada vez más técnicas sexuales, que llevaba a cabo con Hermione, Cho, Katie Bell, Parvati y Padma Patil, Luna, e incluso una sesión de sexo anal con Pansy Parkinson en el bosque... Pero progresivamente disfrutaba menos y menos las folladas. El sexo se volvía repetitivo y cansador, a pesar de que sus parejas se iban con enormes sonrisas en el rostro. Esa era la principal razón de que no se atreviera a acostarse con la chica que realmente le interesaba: Ginny Weasley. No quería sentirse vacío mientras follaban... pero tampoco quería dejar el libro. Estaba atado, y estaba aprendiendo magia muy peligrosa, como descubrió Draco Malfoy en el baño de chicos.

Sectusempra causó cortes de sable en todo el cuerpo de Draco. Podía ser un bully... pero hacerle daño así había sido demasiado. Lo había visto sospechosamente corriendo desde la Sala de Menesteres, y tras un duelo terminó así, con Severus Snape llegando a tiempo para cuidar de su alumno.

Dado que Ron estaba demasiado ocupado follando con Lavender en todas partes, Hermione decidió tomar cartas en el asunto por sí sola. Envió a Harry y Ginny a deshacerse de ese libro fuera como fuese, y ella misma se dirigió a la oficina de Snape para negociar con él y rogarle que no castigara duramente a Harry, a quien adoraba con locura.

Oficina de Severus Snape

Snape, que ahora era el Profesor de Defensa contra las Artes Oscuras (DCAO), tenía una oficina lúgubre, oscura y repleta de tubos de ensayo. En la parte más oscura se hallaba el escritorio de Severus, sentado en una suerte de trono gótico mientras hablaba con Draco, delante de él, débil pero recuperándose. Hermione entró con el hechizo Alohomora. Nadie iba a detenerla, era su deber hablar con ellos en nombre de Harry. Algo de compasión debían tener, ¿no?

—Señorita Granger —dijo Snape, con su fría voz de hierro sepulcral—. ¿Qué hace aquí?

—¿Vienes a terminar el trabajo de Potter, maldita sangre suc...?

—¡Señor Malfoy! —una sola mirada del profesor hizo callar al muchacho rubio. Por un instante, esa mirada causó un extraño escalofrío en Hermione, que ella no supo explicar—. Señorita Granger, ¿acaso la pregunta que le hice es la única que no puede responder? ¿Qué hace aquí?

—Profesor Snape... v-vengo que pedirle que no castigue a Harry por lo que sucedió —dijo ella, a sabiendas de que Malfoy estaba disfrutando lo veía—. Más allá de que Draco se lo merezca o no, nadie debería sufrir algo así.

—¿Algo así? ¿Así llama utilizar un hechizo prohibido que nadie en la escuela le enseñó? —Snape cruzó las manos y miró a Hermione como si le penetrara... el alma. Hermione tuvo otro intenso escalofrío, y le pareció que se enfocó entre su vientre y sus piernas—. Deme una razón por la cual no pedirle al director que lo expulse de inmediato.

—Yo... —Hermione suavizó y profundizó su voz. Era una técnica de seducción que había servido con Hagrid, Flitwick, Minerva y Lockhart—. Harry no sabía lo que hacía. Lo leyó en un libro. Es culpa del Príncipe Mestizo, que es el dueño de ese tonto libro.

—¿El Príncipe... Mestizo? —Cada palabra de Snape estaba clavando una daga en partes muy sensibles de cuerpo de Hermione. ¿Qué diablos estaba sucediendo?

Hermione nunca había fantaseado con Snape, y era probablemente el único profesor con el que no se había atrevido a interactuar sexualmente. Incluso con la boba Trelawney terminó en una discusión tan acalorada una vez que se le mojaron las bragas por alguna razón. Con Snape siempre lo evitaba. ¿Por qué sentía cosas con la mirada y el vozarrón del Profesor de DCAO? ¿Por qué sentía la necesidad de abrirse un botón de la camisa o de recortarse la falda escolar?

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