CAPÍTULO 1

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Era el trabajo administrativo lo que mantenía a Anahí Puente atada a Alfonso Herrera. Él era un negado para aquello.

Herrera Enterprises una un próspero negocio de promoción inmobiliaria y, eso, porque Alfonso tenía buen ojo, ética y era perspicaz. Y porque Anahí se encargaba de los detalles.

Llevaba años haciéndolo, desde que todavía estaba en el instituto y él tenía sólo veintiún años y era un chico que iba por mal camino y tenía poco más que agallas y objetivos. En esos momentos, doce años más tarde, era el dueño de una multinacional y tenía negocios en los cinco continentes. Anahí pensaba a veces que Alfonso era capaz de controlar el mundo entero, pero ella no podía seguir su ritmo.

Y él lo sabía. Sabía que era Anahí la que lo mantenía todo organizado, la que se ocupaba de cualquier documento, la que convocaba una reunión entre personas de cuatro continentes distintos en cualquier momento, quien tenía una agenda con más información que la suya propia.

A veces, Alfonso le decía que tenía que trabajar más rápido, pero sólo para hacerla rabiar. Luego volvía a sonreírle, le recordaba otra media docena de cosas que tenía que hacer y se marchaba a tomar otro avión mientras Anahí se quedaba trabajando.

Aunque a ella no le importaba.

Hasta el año anterior, había tenido un motivo para quedarse en Butte. Ocuparse de su abuela y asegurarse de que pudiese seguir viviendo en su casa el máximo tiempo posible.

Pero su abuela había fallecido seis meses antes y sus padres llevaban desde entonces insistiendo en que volviese a Oregón con ellos, y su hermano, Danny, le había prometido que le conseguiría muchas entrevistas de trabajo si se iba a Seattle.

Pero Anahí no se había marchado. Le gustaba Butte. Le encantaba Montana, que hubiese cuatro estaciones y espacios abiertos. Para ella era el mejor lugar del mundo.

Y le gustaba su vida. Que consistía básicamente en su trabajo. Alfonsso y ella siempre habían trabajado bien juntos, y el trabajo era emocionante y difícil, a pesar de que siempre iba como loca y trabajaba muchas horas para que Alfonso pudiese seguir comprando el mundo trocito a trocito.

Algunos días, como aquel mismo, Anahí deseaba haber nacido pulpo. Aunque ni con ocho brazos habría sido capaz de llevar todos los proyectos de Herrera Enterprises.

Cuando había abierto el despacho, a las ocho y media de la mañana, ya estaba sonando el teléfono. A la hora de la comida, ya había hablado cuatro veces con un italiano decidido a fomentar los intereses de Alfonso en Nápoles. También había tenido que escuchar a un magnate griego de nombre Aquiles, que tampoco aceptaba


un no por respuesta. Y entre esas y otras llamadas, había terminado de preparar la reunión que tenía Alfonso en Fiji a la semana siguiente.

Una Semana JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora