El señor Isogawa estaba en el puerto, esperando a que todos llegasen en el hidroavión. Era un hombre pulcro, de sesenta y muchos años, con el pelo canoso y un pequeño bigote. Era tal y como Alfonso se lo había imaginado, un hombre estricto, de voz suave, un hombre exigente.
Se inclinó al verlos y le dio la mano a Alfonso, pero antes de que éste pudiese presentarle a nadie, le dijo:
—Venga. Vamos al hotel. Le presentaré a mi esposa. Está deseando conocerlo.
Me alegro de que hayan venido todos. Nanumi es el lugar ideal para las familias.
Volvió a inclinarse, y luego hizo un gesto a los trabajadores del hotel para que llevasen las maletas a los alojamientos, luego se volvió y empezó a andar hacia un tejado de paja que se veía a lo lejos.
El hotel era una construcción baja, hecha con madera local, cristal y paja, y daba a una bahía. Alfonso había visto fotografías, por supuesto, pero en la realidad era mucho más impresionante. Anahí estaba a su lado, parecía sobrecogida.
Dena ni se habría inmutado. Había pasado mucho tiempo en el Caribe, donde su padre era propietario de una isla, y la belleza tropical no habría sido una novedad para ella.
Pero era evidente que Anahí estaba deslumbrada con la isla, el complejo y el hotel.
—Sentémonos aquí —dijo el señor Isogawa haciendo un gesto—. Y presénteme a todo el mundo.
Alfonso lo hizo. El señor Isogawa sonrió e hizo reverencias, dio la mano a todos los hombres y a sus mujeres. Tuvo un comportamiento muy cordial, muy correcto. Entonces, Alfonso tomó a Anahí de la mano y la hizo acercarse.
—Me gustaría presentarle a mi esposa, señor Isogawa. Ésta es Anahí.
—¿Anahí? —repitió él, olvidándose de las formas. Miró a Alfonso y luego, otra vez, a Anahí—. ¿Está casado con mi Anahí?
—¿Su Anahí?
El señor Isogawa le dio una palmadita en el brazo a Anahí y luego se volvió directamente hacia él.
—Sí, estamos casados —dijo ella sonriendo tímidamente.
Y el señor Isogawa juntó las manos, como si estuviese encantado, y les dedicó una sonrisa. Le hizo una reverencia a Anahí, y luego tomó sus manos y empezó a hablarle rápidamente.
En japonés.
Alfonso se quedó boquiabierto.
—No habla...
Pero, al parecer, Anahí sí hablaba japonés, porque le respondió. También en japonés.
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Una Semana Juntos
Romance[ACLARACIÓN: ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACIÓN TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS A SU AUTORA ORIGINAL] Empresario busca esposa. Debe estar disponible para toda una semana... Si quería asegurarse aquel millonario contrato, Alfonso Herrera debía estar casad...