CAPÍTULO 2

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Nunca fui a esa fiesta, ni solo, ni con Jules, ni nada. Estaba demasiado concentrado en arreglar esa habitación que no me cabía la idea de celebrar alguna cosa. Las fiestas empezaban a irritarme.

Culpa de Londres.

Londres había sido un verdadero sueño, los primeros días de ser mayor de edad, por supuesto, luego de ello empecé a ser un viejo aburrido que quería beber té en compañía de una agradable chica. Pues nada es como en las películas así que plan fallido de tener grandes aventuras londinense en compañía del amor de mi vida.

Por lo menos me distraía con los entrenamientos en los que Gustav y Edison eran mis otros competidores. El segundo no era tan bueno con el tenis, pero ahí iba tratando de darle a la pelota.

Me irritaban las personas que no supieran jugar.

—Ya pasa la pelota —pedí poniendo los ojos en blanco.

—¿Podrías alegrarte la vida? —cuestiono Gustav.

—No, gracias, así estoy bien.

Respondí dando un ataque, él me la devolvió. Corrí al otro lado evitando los dos rebotes, entonces tuve quince puntos. Gustav se quejó preparando otra pelota en lo que Edison conversaba con Bruce, mi mejor amigo.

Bruce vivía en la ciudad, era de una familia de poco dinero, trabajaba en la carpintería de su padre y claro que había terminado la escuela como pudo, no era tan bueno para estudiar por lo que la universidad no le dio beneficios. Intentaba ayudarle e incluso le daba ingresos gratis al club, de ese modo conocería gente.

Me alegraba los días más que el otro par de idiotas.

Lo había conocido en una fiesta cuando teníamos catorce años. Su padre salía tras haber arreglado una mesa al interior de la casa y Bruce lo seguía por detrás, estaba conversando con uno de los invitados y como yo iba perdido, él y su amigo me dieron la bienvenida. Luego frecuentamos, hasta que me fui.

Solté la pelota que Gustav lanzó de malas maneras, la puse en el piso abriéndome paso a las bancas, ya estaba agotado de competir con quienes no supieran. Bruce me lanzo la botella de agua que me lleve a la boca rápidamente con tal de ganarle el espacio a Gustav.

Rei viendo que Edison no lograba entender como sujetar la raqueta, Gustav le dio un golpe en el brazo arrastrándolo a la cancha de tenis. Les lance dos pelotas más recostándome poco a poco en las bancas en compañía de Bruce.

—Te han recibido bien.

—Eso creo, prefiero mudarme de planeta.

—Podrías aprovechar lo que tienes aquí. He visto que muchas chicas te buscan.

—Ugh —suspire cerrando los ojos —. El día que una chica llame al teléfono de mi casa preguntándome por mí, juro que me voy a enamorar.

—Eres un bobo.

—Que va —sonreí abriendo un ojo —, solo que me gustan las cosas tranquilas.

—Nadie te va a llamar, marciano.

—Pensé que habéis dejado ese apodo.

—¿Ya no te gusta? —puso una mueca divertida.

—Nah, mejor dime Carter así está bien.

Suspire bebiendo el resto del agua. No quería seguir dando explicaciones porque marciano ya no me contentaba ni mucho menos porque no permitía que me llamaran por mi primer nombre. Es que los sentía algo muy... privado.

Algo que ni yo mismo entendía.

Nunca entiendes nada.

Meh.

El chico de la raqueta azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora