CAPÍTULO 11

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Miraba de reojo a la abuela quien se había sentado al lado de Rose. Suspire cuando me sonrió de lado subiendo su pulgar a modo de aprobación. Puse los ojos en blanco para continuar con el partido.

El juego era en el club, estaba en contra de uno de los mejores de la ciudad de al lado. Lo mire de reojo pese a ir ganando dos sets de tres. Si el ganaba este, sería un martirio, y nos llevábamos cuarenta puntos de diferencia.

Tenía cuatro juegos ganados, quedaban dos para lograr tener la ventaja y deshacerme de una sola vez de la pesadilla en mi cabeza. Las cosas se me mezclaban obligándome a reaccionar contra la pelota enviando reacciones eléctricas sobre la raqueta que sentía que se me escaparía de las manos.

Dominik me vio de reojo cuando fui a beber agua para secarme el sudor. El competidor sonrió de lado ladeando la cabeza. Me hirvió la sangre al ver como se reía creyendo que sería ganador.

Pero yo nunca perdía, nunca.

Volvimos cambiando de lugar, le quede viendo de costado cuando se detuvo categóricamente con desdén a decir algo.

—Que novia tan bonita —murmuró pasando de largo.

Lo era. Si, Rose lo era.

Sonrió de lado preparando la pelota para darle con la derecha, entonces hice un revés, el voleo respondiendo a mi otro ataque. Le di otra vez apresurándome a que no cayera cerca del rectángulo. El suspiro en un quejido abalanzándose por el otro lado para replicar.

El idiota hizo un remate, pero iba a arriesgarme e hice una dejada, no le dio tiempo, yo tenía otro punto. Me pasee por la cancha esperándolo, me veía sediento y ni tenía idea de porque quería hacerme perder.

Porque es una competencia.

Cállate.

Dio otro saque que casi se me paso de no ser porque remate, respondió a lo que hice otra dejada que el respondió. Fueron segundos de esa misma técnica. Era horrible tener que ir corriendo de un lado a otro para responderle.

Lanzó un beso al público apuntando específicamente a Rose. Le puse mala cara tensando mi mandíbula. Nadie lo notó, pero no pude evitar responder con más fuerza de la que quería.

Fallé.

Tomamos otro descanso dando vueltas con el juez viéndonos y recorriendo nuestros cuerpos a modo de pensar.

—ROSE —la apunte dándole un guiño.

Y ahí iba.

La prensa enloqueció, el idiota enloqueció, todos lo hicieron y ¿saben qué? Se sentía jodidamente bien. Tenía al puto mundo sobre mi tal y como me pidieron que no hiciera. Dejé de perder el tiempo para que me dejaran de molestar las miradas estúpidas de Dominik. Me apresure con los puntos y...

Plop, había ganado.

Fui directo hacia Dominik que me ayudo a sentar, puso la tolla y bebi agua observando a Rose igual de sorprendida que cada vez que ganaba.

Pero el problema de ganar es que tenía que elegir.

—¿Y bien? —me pregunto Dominik cuando hubo silencio.

—Turquía tendrá que esperar.

—Buena decisión, Carter.

—No quiere decir que haya escogido aun, pero podríamos esperar.

—De todos modos, debes ir a Londres —apretó mi hombro —. No puedes seguir con esa relación, Carter. Procura que tu vida avance antes que caigas.

—Ya es tarde.

Suspire desviando la mirada.

—Muy tarde —añadí —. No hay modo de que termine con ella. He caído tanto que sería capaz de ponerle un anillo en el dedo.

El chico de la raqueta azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora