CAPÍTULO 18

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No quería irme.

No quería perder a la única persona que me quería, que me defendió, que me protegió.

No quería dejarla.

Era mezquino, si, pero a veces tenemos que ser algo malos para ser felices sino no sonreiríamos de la nada al escuchar una canción o ver una película, un paisaje, una persona.

Hay que ser mezquinos de vez en cuando.

El problema es que no lo era.

Ni siquiera un poco.

No con ella.

—¿Te han dicho que eres guapo? —pregunto rozando sus labios en mi oreja.

Tome su mano y la lleve a mis labios dejando castos besos en sus nudillos, los tenía agrietados, una cicatriz que otra entre sus dedos, alguna quemadura en la yema de sus manos. Cada herida por su trabajo.

—No, pero tu si eres muy bonita, Roselyn.

—Relájate —pidió.

—Eso intento.

Dejo caer su sien en mi hombro pasando un brazo por mi espalda, me acomode mas contra ella tratando de tranquilizarme.

—Jules me ha pedido que vaya con ella y Marie a Brasil.

—Y ahora estaremos más lejos —me exaspere.

Lo había olvidado por completo.

—Chase.

—Te voy a llamar cada día —mencione calculando mi horario —, intentare encontrar como hacer con los cambios horarios.

—Chase, habrá cosas peores que un viaje de dos meses e iremos a Brasil por unos días, no tienes que preocuparte.

—Si tengo, hay muchos brasileros —la moleste, divertido.

—Y muchas australianas —replico de igual forma.

Había tantas chicas y ninguna le iba a poder dar la talla alguna vez. Lo peor es que Rose nunca había sido celosa, lo tenía muy claro y sabía que cuando decía ese tipo de cosas era porque trataba de alegrarme. Es solo que...en algunas ocasiones ello era casi imposible.

—¿Me mandaras tus fotos? —casi suplique.

—Aja.

—En donde estes más feliz, me gusta cuando te la pasas bien.

—Te comprare un mono —me hizo reír sacándome de mi pesadez.

—Es ilegal.

—¿Y esto también?

Me besó, pero no fue capaz de responder, no cuando sabia que ya no la tendría aun después de volver en dos meses. La vi confundida, y solo por eso volví a besarla siguiendo su ritmo.

Moví su cabello tras su oreja jugando con las puntas de sus aretes, tenia tres en el lóbulo en un solo lado y un arito en la parte superior, en el cartílago. Usaba pedrería falsa o bolitas doradas que se decoloraban cada que se metía a la piscina.

—Vas a ganar ¿vale?

—No estarás conmigo —espete.

—Siempre voy a estar contigo, Chase Carter.

—¿Siempre?

—Siempre —sonrió segura.

Baje la mirada a sus dedos conectándolos a los míos, sintiendo que no podía apoyarme en mi propio cuerpo. Me apoye en su pecho y ella hizo esa cosa con las manos que lograba relajarme. Ya no sentía nada de presión con sus dedos en mi nuca, en mi cabello.

El chico de la raqueta azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora