CAPÍTULO 7

543 22 0
                                    

Por días empecé a entrenar más duro, deje de tener ese tiempo extra con Rose, me enfoque en pelotas, raquetas, gritos, entrevistas, gente persiguiéndonos. Era una pesadilla de vida real en la que nadie terminaba muerto.

Una tarde se fue sola a patinar, estaba muerto del cansancio como para seguirla, ella no se quejó, fue con sus amigas y se divirtió, al final eso era lo que importaba. Pero no le dejaba ir a la plaza, por la mera razón de que había mucha gente siguiéndonos los pasos para sacarse fotos e información de nuestra relación.

Joder, odiaba todo.

Estaba cansadísimo, en especial porque Rose ya no iba al club. Las fiestas se le habían acabado, nadie más pedía decoraciones y a falta de trabajo, era falta de ella. Podía sonar peor porque el entrenador seguía pidiendo mi decisión por Londres o Antalya, decisión a la que ahora se le sumaba Nueva York.

Solté la raqueta en el piso pasándome la mano por la cara. Esa tarde Rose había llegado usando un vestido rosa muy corto, sonreí viéndola correr hacia mí. Me dio un beso y luego se sentó en las bancas balanceando sus pies en el aire.

Hacía unos días en que me había enterado de que Bruce estaba alejado del grupo, nadie me conto sobre el tema, bueno, Frank ni lo sabía por andar jugando y bebiendo en reuniones pequeñas.

Le reste importancia, en especial por las cosas que Bruce había dicho y hecho para poner incomoda a Rose o a mí. Se había vuelto inoportuno, muy mirador, celoso. Fue cuando me di cuenta de que le gustaba Roselyn, de que siempre le gusto.

Pero, Rose era mi novia.

Baje la mirada a mi móvil, no logre leer el mensaje ni tampoco le preste la mera importancia que se debía. Mire a Rose de reojo, hizo lo mismo esbozando una sonrisa pícara y luego espero por mi para que fuera al vestidor.

Al volver, Rose conversaba con Susie quien animadamente se despidió de mi antes de subir a un taxi e irse. Me acerque a Rose tomando su mano, ella lo movía de atrás hacia adelante sin decir nada.

Su silencio era tan reconfortante, así como su compañía.

Me sentía cómodo con ella, podía reírme de la forma que quisiera, hablar de lo que quisiera, decir lo que fuera y llego el punto en que quería soltar lo que estaba guardando en mi mente, pero no me atrevía lo suficiente.

Fuimos hacia mi auto, conduje unas horas a la deriva escuchando "She's Kinda Hot de 5SOS". Rose cantaba la letra completa e incluso los instrumentos, el sol ya estaba por ponerse con nosotros vibrando alto.

—OOOH MIRA —apunto a la ventana —. ¡Un puesto de frutas gigantes!

—¿Quieres?

—¡Si!

Di vuelta al auto para estacionarme a un lado del puesto de frutas. En serio que eran gigantes, un mango parecía una papaya y una papaya una sandia y así consecutivamente. Incluso llegue a dudar si esa mandarina era una naranja u otra fruta exótica desconocida que acababa de llegar a la ciudad.

Roselyn tomo unos cinco plátanos, una papaya, un mango mediano y se giró con una carita de ¿podemos llevarnos todo esto? Rei un poco asintiendo, y luego fui a pagar y otra vez discutimos por dinero, devuelta en el auto.

—Joder, ya por favor, deja de pagarme todo.

—Eres la única pesada que no quiere que le paguen nada —espete acelerando.

—Pues sí, porque no soy como las otras si es lo que intentas decir.

—No intento decir nada —puse mala cara.

—Me haces sentir mal cuando pagas todo —farfullo bajando la mirada.

—Rose, si pago todo es porque me gusta pagarlo, porque no tengo en nada ni nadie que invertir, y que mejor opción que tú.

El chico de la raqueta azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora