CAPÍTULO 6

369 24 0
                                    

Rose era buenísima patinando, sí, se había caído sobre mí en frente de todos y por poco muere de un ataque de vergüenza, pero luego aprendió y empezamos a ir cada tarde para que aprendiera cosas nuevas.

Hasta entonces ya sabía dar vueltas, saltar, ponerse de cuclillas, en puntas, girar tomada de la mano y hasta patinaba en algunas superficies fuera de la misma pista.

Los únicos días en que no íbamos a la pista de patinaje eran los sábados y domingos cuando se quedaba conmigo en cualquier otro lugar. Conducía en mi moto por la costa, nos metíamos en lugares pequeños, en fiestas a las que no nos invitaban, hacíamos cualquier cosa con tal de reírnos un poco.

La lluvia se había vuelto mi parte favorita. Cada vez que salíamos, llovía y ella se empapaba por completo. Le daba tanto frio que terminaba pegadita a mi rozándome y eso, joder, eso era magnifico.

Una tarde fuimos con nuestros amigos a las montañas, nos internamos en el bosque andando de a dos por si nos perdíamos. Iríamos a acampar, bueno, ellos lo harían porque a Rose no le gustaba así que planeábamos huir por la noche.

Era un plan perfecto.

Sin embargo, la improbable Jules alquilo una casa de campo en medio de la nada con vista al lago y un espacio para acampar. Y no, no podíamos tomar los autos para regresarnos a la ciudad.

El plan era una mierda.

—¿Tus padres te han dado permiso para dormir? —le pregunté a Rose.

—Chase —se rio, incrédula, ladeando la cabeza —, se suponía que íbamos a acampar ¿cómo esperabas que no me dieran permiso de dormir?

—Dormir conmigo.

Se quedo callada, estática en sus pasos mirando hacia la tierra mojada que seguíamos atravesando. Mire hacia adelante, Frank iba molestando a Jules quien se apegaba a Nancy y Marie. Había venido Edison y Bruce y junto a las gemelas Gab y Susie.

El único que no fue era Gustav quien se enteró sobre Marie, y para evitar problemas Jules prefirió darle dinero, algo que él no se negó, claro.

Otra vez observé a Rose, retrocedí a ponerme a su altura. Ella estaba temblando apretujando mis dedos entre sus manos. Ya me estaba preocupando hasta que parpadeo mirándome directo a los ojos.

—¿Te sientes bien?

—¿Vamos a dormir juntos? —cuestiono con cierto terror.

—Si quieres puedes dormir con Jules, o no lo sé, como tú quieras.

—¿Juntos los dos?

—O puedes dormir con Jules —insistí para no ponerla más nerviosa.

—Espera —puso su mano en mi pecho formando una sonrisa —. ¿Quieres dormir conmigo?

—Uhm, sí.

—¿En serio? —sonrió todavía más.

—Que sí, Rose, ya no estes de pesada.

Mordisqueo sus labios arrastrándome un poco hacia atrás, detalle lo bonito que se iluminaban sus ojos a causa de un rayo de sol perdido.

—Es que es la primera vez que duermo con alguien —confeso en voz baja.

—¿A qué te refieres?

—Soy virgen, Chase —susurro en mi oreja y casi me dio un infarto.

Joder, iba a darme una taquicardia.

—¿E-eres v-virgen? —abrí los ojos, asustado.

No porque detestara que fuera virgen, sino porque nunca me lo había dicho y no sé porque ahora me lo decía, solo íbamos a dormir y nunca me había insinuado a Rose, ni tampoco le pregunte o insistí. Que me lo dijera ahora, así de la nada, era como responder la pelota y creer que ha caído en la cara de alguien cuando solo ha parecido así.

El chico de la raqueta azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora