CAPÍTULO 14

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A los dos días llevamos a Harrison a casa, le di el dinero necesario a Gissel para que pagaran una enfermera, también le di más dinero para que comprara las medicinas y la comida. Ella era la única persona que entendería porque lo hacía.

Pero el tiempo es relativo y no sabemos cuánto tiempo las personas pueden caer para levantarse otra vez.

El problema de Harrison se extendió, su vida entera estaba infectada de miles de cosas. Así que no me importo darle más dinero a Gissel para que terminara de pagar esas deudas, para que se deshiciera de esos contratos que pronto les darían problemas peores.

—¿Está segura que Rose no sabe?

—Está muy metida en el trabajo.

—Si, tiene más fiestas —suspire —. Eso es bueno, tendrá algunas y luego...

—Carter, ya has hecho suficiente —Gissel apretó mi muñeca mirándome con cariño.

—Nunca es suficiente. Nunca.

—Ella ha preguntado —confesó soltando una bocanada de aire —. Le he dicho que no se metiera, que son mis negocios.

—Me parece bien, y si necesita ayuda legal o lo que quiera, dígame, la conseguiré.

—Claro, muchas gracias, Carter.

Sonreí apresurándome a salir de la cafetería, solíamos encontrarnos en lugares que Rose no conociera y afuera esperaba Frank viendo uno que otro chisme en su teléfono. Él me ayudaba bastante, era el verdadero mejor amigo que siempre negué.

Mudarme con Frank solucionaba mi vida entera. Lo había hecho hacía unos días, y aun tenía mi auto y algunas otras cosas que iba sacando del interior de casa mientras mi madre se encargaba de planificar un divorcio.

—¿Listo?

Escuche el vibrar de mi móvil, era otro mensaje del entrenador. Últimamente con las competencias en otros países que duraban pocos días, incluyendo mi aceptación a jugar en Londres, recibía más y más y más. Los patrocinadores apostaban por mí, los apostadores ganaban por mí y yo seguía siendo el mismo ganador con el único detalle: Estaba perdiéndola.

—¿Qué te dijo?

—Tenemos una hora antes de volver —me quejé apretando el móvil —. Es una mierda tener un horario. Ya no puedo ver a Rose cuando quiero.

—¿Le has dicho?

—Si. No completo porque aún no hemos ido a Londres, pero... no se.

Él asintió sacando la llave de su auto para encenderlo, nos subimos y fuimos por el recto de la costa hacia la ciudad. Iba pensando en las miles de cosas que ocurrían, en como el tiempo avanzaba con tanta velocidad como si buscara que desapareciera de su vida.

—¿Hoy la verás?

—Así es —musite jugueteando con una pelusa de mi pantalón —. Ha tenido una semana tan horrible. ¿Cómo es que las buenas personas pasan por cosas malas?

—Porque son lo suficientemente valientes, porque un día tendrán muchas cosas buenas al igual que tú.

—No, yo no, yo estoy bien —palmee una mano antes de girarme a la ventana.

—Claro, todos lo estamos.

—El padre de Rose le roba dinero —comente mirando a Frank —. Ella mando una solicitud a una universidad, le han rechazado la beca. Me lo ha dicho su madre, pero he pretendido que no se para que quiere ese dinero —me pase una mano por el pelo tratando de calmarme —. Su madre le dijo que fuera de todos modos, porque es lo que le he dicho.

El chico de la raqueta azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora