CAPÍTULO 13

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Por la mañana abrí la puerta de la casa de los Fossey, todos estaban terminando de lavar los trastes tras el desayuno. Hunter acomodaba los cojines, Kashton removía los libros y Josiah limpiaba el vidrio de la mesa. Los padres de Rose en cambio se preparaban para salir por la comida que harían en la terraza y Rose no dejaba de pulular haciéndome ojitos.

Espere de todo en la puerta, de todo, cualquier persona en frente de mí, pero no a ella.

—¿Qué haces aquí?

—Volverás a casa, Carter —espetó mamá —. Tienes que ir conmigo, ya no puedes seguir quedándote.

—Puedo ir a cualquier otro lado, no a esa casa.

—Carter, es tu casa, tus cosas están ahí, ahí creciste y te criaste.

—Y ahí me jodiste la existencia así que no, no regresare, mucho menos con ustedes.

—Carter, ya no puedes estar con Rose. No puedes.

—¿Por qué no? —pregunto Hunter acercándose a un lado —. Carter es de la familia, señora, él puede quedarse el tiempo que quiera.

Al instante los otros dos hermanos se pusieron tras de mi como si fueran una especie de guardaespaldas de casi mí mismo tamaño. Kashton en especial tenía el ceño arrugado, Josiah mantenía su rostro de antipatía con los brazos cruzados y Hunter siempre tan pulcro esperaba una elegante respuesta de mi querida madre.

—Carter no puede vivir con su novia, no está bien, además ustedes son una familia grande y viven en un departamento pequeño —entonces puso sus ojos sobre mi —. ¿Dónde dormías estando aquí?

—Conmigo —Kashton se aproximó más.

—¿Qué hacen en la puerta? —escuchamos preguntar a Rose.

Intente mantenerme frio a la puerta de no ser porque sus hermanos giraron dejándole la vista libre a mi madre que paso directo al interior del departamento. Rose se petrifico en esa ira que contenía, en ese enojo que siempre estaba guardándose cuando hablaba de mi familia a excepción de la abuela y Kalani.

—Rose, por favor, dile a Carter que vuelva conmigo a su casa para que deje de incomodarte y...

—No.

—Rose...

—No —negó rotundamente la castaña —. Él no va a volver con usted, no con ustedes.

—Rose, no puedes seguir viviendo con el de este modo. Lo correcto sería que él volviera conmigo, tu familia estará más tranquila.

—No.

Cerré la puerta escuchando los pasos de los padres de Rose acercándose, estaban conversando sobre lo que comprarían, pero se detuvieron en seco al tener a mi madre en frente.

Rose mantenía la mirada firme con los puños cerrados como si en cualquier momento fuera a destruir con una sola palabra toda la idea de existencia que tuviese mi madre.

—Harrison.

—Béatrice —saludo el padre de Rose.

Gissel en cambio miro a su hija, se quedó revisando la escena. Sus tres hijos caminando en la sala ante la puerta por evitar que alguien saliera de ese lugar y yo en medio en frente de mi novia y mi madre.

—Mamá, creo que no es la mejor manera de...

—Harrison, dile a tu hija que quiero a mi hijo devuelta en casa —exigió.

—No puedo. Tu hijo tiene veinte años, a punto de cumplir los veintiún, así que ya es mayor de edad en estas tierras, él puede hacer lo que le plazca hacer. Y mi hija no es quien lo retiene si es que eso crees.

El chico de la raqueta azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora