DECISIONES EN LA OSCURIDAD

64 11 0
                                    

27 DE ABRIL DEL 2022

Miércoles completo sin clases debido a los intramuros, esos estúpidos juegos anuales que observamos aburridas mientras jugaban, ni siquiera lograron meter goles.

—Seguro te dedica el gol. —Nadine habló entusiasmada.

—Seguro que no. —Respondí con aburrimiento.

—Eso no lo sabremos hasta que juegue.

—No lo haría.

Tenía que aceptarlo, Dashiell no me dedicaría el gol, era una ilusión completa y sabía que no podía caer tan bajo como con Edouard. Triste realidad, pero así era. Terminó el partido y no me dedicó el gol.

—Al menos no dejaba de mirarte. —Dijo Nadine.

—Sí, claro. Y me dedicó el gol. —Repuse.

—Y luego soy la mala.

—Porque está enamorado de ti.


DOS HORAS DESPUÉS

—¡Sáquenme de aquí! —Grité.

Pero al siguiente grito, mi voz se desvaneció. Lágrimas silenciosas corrían por mis mejillas. Un grito desgarró mi mente, mis emociones, mi cordura. Y luego comenzaron las risas, risas por todas partes. Me acurruqué junto a la pared. Me habían arrojado un balde de agua y me encerraron en el baño de la escuela antes de irse.

No sé cuánto tiempo pasó mientras mis lágrimas seguían cayendo. Entonces llegó un joven alto, más alto que yo, quizás 1.77 m, con el cabello rizado que caía rubio hasta cierto punto, de tez blanca. Intentó hablar, pero yo no podía. Nunca podía hablar en ese silencio desgarrador, así que volví a llorar.

—Daryl... —Murmuré entre lágrimas—. Ve a buscar ayuda.

Después de un rato regresó con ayuda. Era el profesor a cargo del grado. No pude contarle nada, así que se lo escribí. Su única respuesta fue: "Hablaré con ellos", antes de marcharse. Mis ojos aún llorosos recordaban cada momento hasta que Daryl habló.

—Es un poco injusto, ¿no crees? —Murmuró él.

—S... Sí. —Logré decir, sintiendo dolor en la garganta.

—Te diría que tienes una voz bonita... —Hubo un momento de silencio mientras buscaba las palabras adecuadas—. Pero está terrible por los gritos.

—Seguramente. —Hice un gesto torcido, como solía hacer cuando algo no me gustaba.

—¿Por qué lo hacen? —Preguntó él.

—Porque soy fácil de molestar y traumatizar. —Las palabras salieron amargas.

—Entiendo. Intentaré estar más atento. —Luego añadió—: Adiós, ratoncita.


17 DE MARZO DEL 2023

No lo vimos venir, jamás lo habíamos visto tan violento. Cuando Kevén se lanzó encima y comenzó a golpearlo, mi maldito primo se unió dándole múltiples golpes a Yerik. Mi mente estaba borrosa, incapaz de reaccionar, hasta que oí unas sirenas.

Susurramos todos: "Mierda..."

Alguien, no sé quién, me tomó del brazo y me arrastró hacia los arbustos. Su brusco movimiento me dejó arañada, y estaba a punto de quejarme por el dolor agudo cuando esa persona puso su mano sobre mi boca.

—Calla, por favor —su cuerpo se tensó—. Ratoncita.

Me quedé quieta, inmóvil, respirando con dificultad hasta que las sirenas se alejaron y él retiró su mano de mi boca, ayudándome a levantarme.

—¿Me puedes explicar cómo siempre que te encuentro hay problemas? —preguntó con frustración mientras lo sollozaba. Mi respuesta fue el silencio y los sollozos, lo cual no pareció ser suficiente para él.

—No lo sé, Daryl —dije entre sollozos. Él me miró sorprendido cuando dije—. Solo quiero que acabe, quiero que todo acabe.

—Vamos, siéntate —me indicó él, y yo obedecí—. Tengo que admitir que, después de encontrarte en el baño, siempre traigo un botiquín conmigo.

No dije una palabra mientras él extendía mi pie sobre otro banco de la mesa en la que antes estábamos todos, antes del incidente. Primero, limpió la herida con agua oxigenada, luego aplicó una crema cicatrizante y la cubrió con una gasa, asegurándola con esparadrapo. Durante todo el proceso, su expresión era seria y concentrada, como si estuviera resolviendo un problema mayor que solo una herida física.

—¿Te llevo a casa? —propuso, tentador.

—No —susurré—. Ya has hecho suficiente.

Daryl soltó una carcajada, y yo me sorprendí.

—Un halago viniendo de ti, ratoncita —dijo casi como un ronroneo.

—No es un halago —dije frunciendo el ceño—. Es la verdad.

—Puede ser, pero —hizo una breve pausa—, considerando tu edad y la mía, es un halago.

—Solo me llevas un año, Daryl —dije con simpleza, provocando otra carcajada—. ¿Por qué demonios no salvaste a Daisy?

—Porque no se lo prometí —frunció el ceño—. Y a ella no la matarán si la llevan a prisión.

—Si se trata de eso —hablé enfadada—, olvídate de esa estúpida promesa. Eres libre.

Intenté levantarme con delicadeza, pero sentí un dolor punzante en el pie y perdí el equilibrio. Daryl me agarró de la cintura y me llevó cargando todo el camino. Durante el trayecto, podía sentir el calor de su cuerpo y su firmeza mientras caminaba con paso seguro, como si llevara algo valioso en sus brazos.

—Déjame en casa de Nadine —dije finalmente, frunciendo el ceño—. Le diré a mamá que es para terminar la tarea.

—Bien.

Dio media vuelta hacia la casa de Nadine, caminando despacio y en silencio. En cuestión de segundos, estábamos allí. Al recordar todo lo sucedido, mis ojos se nublaron de lágrimas.

—Gracias —susurré—. Pero eres libre de cumplir o no la promesa.

—No quiero ser un bastardo para ti —dijo con voz temblorosa.

—Te estoy dando la libertad de hacer lo que quieras, y respondes así. ¡Estúpido! —Él soltó una carcajada.

—Solo digo la verdad —forzó una sonrisa, pero al ver a Nadine, torció el gesto—. Adiós, ratoncita.

Aunque no esperaba respuesta de su parte, pude ver cómo las lágrimas se deslizaban por su rostro, traicionando la fachada de fortaleza que siempre mostraba al mundo. Aquel gesto inesperado y vulnerable en Daryl me tocó profundamente, recordándome lo humano que era detrás de su aparente dureza. A pesar de mis intentos por mantener la compostura, el dolor se mezclaba con una triste resignación. Sabía que esta era la despedida final. Daryl había tomado la decisión de romper la promesa que nunca debería haber hecho, y aunque en lo más profundo deseaba que se quedara, su libertad para elegir era tan dolorosa como inevitable. Mis labios se curvaron en una sonrisa forzada, pero mis ojos reflejaban una nostalgia profunda y un dolor sordo en el corazón. Nunca me había elegido y nunca lo haría, y eso, aunque lo esperaba, seguía siendo un golpe difícil de asimilar.














CONFÍA EN TI #1 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora