Capitulo IV (parte 2)

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Kay se despidió cálidamente de Melion; a lo cual, ella respondió. Se fue caminando bajo un cielo rojizo, inundado de colores cálidos del atardecer del reino ¿que sitio podría tener un mejor lugar que eso? esperaba que Melion mirase por la ventana, imaginaba su mirada, su sonrisa, su cuerpo, su voz, entre otras cosas ya más profundas pues estaba claro que sentía cierta atracción ¿porque había de negarlo? No podía aunque quisiera, pero, necesitaba dejar de pensarlo y aprender a negar la cruda verdad; el consejero más fiel del rey no podía estarse sintiendo atraído por alguien como ella.

-oh Melion...15 días contigo me han bastado para fijarme en ti- pensó muy para sus adentros.

Llegó a la gran cueva de mármol con 4 torres por fuera. El consejo.

-Kay- se escuchó la voz del rey.

-su majestad- respondió.

-espero tu participación en el consejo- le dijo.

-si, mi lord- dijo arrodillandose.

Pasó la tarde-noche mientras Kay estuvo tratando temas distintos y varios asuntos importantes del rey, era tan confiable que necesitaban de su presencia y sus siempre tan bien ingeniados planes daban resultado. Lo cual llamaba la atención de unos...como de otros. Lo cual exactamente pasó mientras regresaba a casa a media noche.

-joder se me hizo tarde, ella debe estar angustiada, le dije que iba a llegar temprano- dijo para si mismo mientras aceleraba el paso.

Depronto 3 hombres aparecieron de los rincones de los callejones, que para Kay eran conocidos claramente.

-miren quien esta aquí- dijo uno.

-¿a donde vas con tanta prisa?- replicó el segundo.

-no es asunto de vuestra importancia- dijo Kay intentando evadirles.

Y definitivamente los evadió, pero, unas calles más allá los volvió a encontrar y estos, sin pensarlo dos veces le atacaron.

-...¿por la espalda? Donde esta su honor-

-tenemos mas honor que tu basura-

Recibió muchos golpes, hasta ciertas apuñaladas rápidas y así con la rapidez que lo atacaron lo abandonaron allí.

-a-ah- jadeaba dolorosamente mientras intentaba levantarse, la sangre le escurría desde varios puntos.

-debo...volver...con ella- se jadeaba mientras caminaba.

Él con todas sus fuerzas caminó, caminó y caminó hasta llegar a la puerta de su casa, donde sin poder abrir siquiera se desplomó.

-Me...lion...-susurró antes de perder su conciencia.

El amor de mi enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora