El día más tranquilo para la muerte.
Caminaba con tranquilidad cargando con su característica forma esqueletica.
La vida lo castigo, ¿por que? Por qué ellos mantuvieron una relación, al principio todo era hermoso para la vida y la muerte, iban tomadas de la mano para observar como los seres vivos convivían entre sí, pero algo dentro de la muerte no estaba cómoda con esa relación, poco a poco se fue alejando de la vida, pero de lo que no se daba cuenta era de todo el daño le hacía a la vida.
La vida le hizo pagar todo el daño que le causó en su relación, haciendo que con sólo tocar a un ser vivo los mate, sin importar que sea una célula, un animal o un ser humano.
Esto al principio no le importó a la muerte, si no todo lo contrario, se alegro al saber que no tendría que cargar con su característica arma y sería más fácil hacer su "trabajo"
Pero con el pasar del tiempo le empezó a doler todo lo que hacía. Mataba a seres que no merecían morir. Mataba a los que tocó accidentalmente. Empezó a odiarse a sí misma. Se volvió algo común su rutina, ver el rio donde todos los animales tomaban agua, luego caminar con cuidado hasta la aldea más cercana y ver como las pequeñas personitas jugaban entre sí. Pero un día, eso cambió.
Una de las niñas que jugaban en la aldea se detuvo y observó a lo lejos a una sombra esqueletica. En vez de tenerle miedo como la mayoría de niños de su edad, ella se acercó hasta la sombra, y se sentó a su lado.
La muerte algo descolocada por la niña a su lado, la observó separándose un poco para no tocarla ni por accidente.
~Hola, me llamo Wanda, ¿tu como te llamas?.- preguntó la pequeña castaña observando a la persona mayor.
~Soy la muerte, Wanda.- respondio esperando que la niña llorara o se asustara. Pero en vez de eso, la pequeña se limitó a reír alegremente.
~Eres muy graciosa, si quieres yo te puedo poner un nombre.- ofreció la pequeña alegre. La muerte aún seguía sin poder asimilar que estaba hablando con una pequeña humana.
~Adelante, ponme el nombre que quieras.- comentó la muerte al ver el entusiasmo de la pequeña. La pequeña castaña se quedó pensando cruzando sus pequeños brazos de forma cómica.
~¡Nataska! A sí te llamaras.- ordenó la pequeña. La muerte no pudo evitar soltar una gran carcajada ante la orden de la niña. Que tenía cara de ser una niña tímida, salió mandona y risueña.
~De acuerdo, me llamó Nat, pequeña Wanda.- habló después de pasar la carcajada.
A lo lejos se oyo como una señora gritaba para que su hija volviera a casa. Wanda bajo la mirada triste.
~Ya me tengo que ir.- comentó la pequeña con tristeza. La muerte la vio, esta niña era muy buena.
~Bueno, nos vemos pequeña Wanda.- se despidió la muerte.
~¿Mañana vendrás? Quiero pasar más tiempo contigo.- le suplico la pequeña.
~Mañana te espero aquí, pequeña.- la niña sonrió y salio corriendo hasta su casa, siendo resivida por su madre y haciendola pasar.
A la mañana siguiente tal y como lo había prometido, la muerte esperaba a la pequeña niña en la montaña en la que se vieron la tarde pasada.
Vio como la castaña corría hacia ella con una ropa diferente a la de ayer, con alegría en su rostro y con un pedazo de madera con la figura de una guitarra.
La pequeña se sentó a su lado como si nada y dejó su guitarra a un lado de ella.
~Hola, Nat.- saludo alegre la pequeña por la presencia de su nueva amiga.