Capítulo 20: "Último día: primera aparición"

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–Buenos días, Abadesa Clare. -saludó el Emperador-. ¿La salud del Abad ha mejorado?

–Salutaciones, sus Majestades. -dijo la Abadesa cordialmente- Nuestro Abad  sigue débil, lamentablemente no le veremos en la sociedad en un buen tiempo.

–Es raro verla por aquí, Abadesa. -agregó la Emperatriz- Me pregunto qué llamará su interés.

La Abadesa observó las pantallas reproducidas por los magos, suspendidas en el aire, y observó a una persona en específico. Sostuvo en ese punto su mirada por unos instantes.

–Sus Majestades, solo vine a observar el progreso de una de mis discípulas más prometedoras.

–¡Oh! En ese caso, siéntese junto a nosotros.

Haciendo un movimiento con la mano, el Emperador llamó a su chambelán y le ordenó posicionar asiento para la Abadesa.

En otro lugar de las gradas estaba el duque Di Ivilliom. Como había prometido a su hija, asistió el último día de la competencia.

...

Hoy todo finalizaba, la pierna de Emily se encontraba mejor y como es común salieron a cazar con una concentración  aterradora, después de todo, la falta de esfuerzo a través de toda la semana debía compensarse en las últimas instancias. Sin embargo, liberando a algunos participantes de la injusticia de alegar su poca dedicación, he de agregar que los casos eran tan diversos que a la diligencia de unos pocos se oponía la persecución y amenaza de las bestias mágicas, y la pereza del resto era justificada por la autosuficiencia insuficiente de los que subestiman la competencia.

El bosque estaba sereno, nada extraño ocurría. Criaturas se asomaron y fueron exterminadas, pero era algo relativamente trivial. En los ojos inexpresivos de Emily se reflejaba el aburrimiento. Una brisa seca y fría la estremeció y un escalofrío recorrió su columna, instintivamente se aseguró de su soledad escaneando con los ojos su diestra y zurda.

–¡Hola! -prunció una voz a las espaldas de Emily-.

–¿Qué quieres? -preguntó con áspera voz-.

–Eres demasiado desconfiada, no te dirijas a mí tan cruelemente.

–Tú eres demasiado confiado -suspiró- Si lo que buscas es gratitud por haberme ayudado la otra vez: gracias. Ya puedes desaparecer.

–Fue un gusto; aqunque, no me iré.

Emily suspiró por vez segunda. Estaba inquieta, la Hiedra no había actuado y eso era lo suficientemente terrible -para ella- como para añadirle la carga de soportar la presencia que intentaba olvidar. Era el último día y, aún así, el mayor indicio de La Hiedra fue la nota de Hadriela, cuya insignificancia convirtió aquello en un hecho intrascendente. Su mente, generalmente sumisa a sus pensamientos, empezaba a creer que su egocentrismo causó la creencia de que era objetivo de La Hiedra. Si hasta ahora no había actuado, incluso cuando Emilyette estuvo sola y en lugares inalcanzables para los ojos expectantes en cuantiosas ocasiones, debía ser porque ella no les interesaba.

Entonces, la razón por la que sus víctimas fueron su madre y hermano ¿cuál era? La conexión entre ellos debía ir más allá de la sangre.

"¿Cuál es la conexión entre madre y hermano que a la vez les conecta a La Hiedra?... ¿Cuál?"

Por más que pensaba, sus suposiciones terminaban siendo aniquiladas por su cirscunstancialidad y poca sustancia. Tampoco recordaba mucho de su madre como para deducir con bases empíricas.

La insistente presencia del chico la hostigaba, sentirlo remolinear a su alrededor, mientras ella se perdía poco a poco en su cerebro, acentuaba los deseos de enterrarle vivo.
Siguió su caminar, pero, Light -o cualquiera que fuese su auténtico nombre-, la seguía.

EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora