Capítulo 25: "Inefable"

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  El viaje a la residencia Metharkas no tuvo inconvenientes mayores al inevitable mareo de Dianne por el traqueteo del carruaje.
  
  Tras un tiempo, llegaron a la hacienda de la casa con el emblema de la rosa roja,cuyos descendientes puros heredaban ojos rojos.
La propia Karina había salido a recibir a Emily. Parecía haber estado esperando unos minutos, al divisar el carruaje que lentamente se detenía, adoptó una postura más erecta.
Tras las formalidades y un cortés saludo, Karina guió a Emily a su propia habitación, donde habría más privacidad.

– ¿Quieres un té? - indagó la rubia con cierto nerviosismo-.

– Sí, gracias. Ha sido un viaje algo agotador y me encuentro sedienta. -aceptó la cordialidad, pues notó el estado de su compañera-.

Llegaron unas sirvientas con el té y algunos bocadillos y abandonaron la habitación sin servirlos. Posteriormente, Emily ordenó a Claudia y Dianne que salieran de la habitación.

– ¿Está segura? - indagó Dianne observando con desconfianza a Karina.-.

– Dianne, sal. No cuestiones mi autoridad.

– Jamás podría, señorita.- dijo Dianne, dedicando una última ojeada de antelación y perspicacia a la habitación y una mirada amenazadora al par de ojos rojos con los que se habían encontrado los suyos.-

" ¡Cielos!, que ojos negros más aterradores. ¡Nada relacionado a esta chica puede ser normal!"- pensó la dama de la rosa-.

Habiendo salido todos de la estancia:

– Tienes una sirvienta interesante. - dijo Karina- Aunque deberías dejarle claro que no soy peligrosa.

– ¿Dianne? Ella es solo una sirvienta normal. No obstante, por ciertas circunstancias es algo protectora.

" ¿Una sirvienta normal? Entonces, todos los empleados de Di Ivilliom tienen esa mirada que parece quererte incinerar viva. ¡Que aterrador! ¿Por qué no puede haber algo normal con ella?... Ahora que lo pienso, Emilyette también ha puesto esa clase de mirada. Intentemos no enojarla."

– ¡Srta. Karina! - interrumpió al notar que la otra dama se había perdido divagando en sus pensamientos.-.

– ¡Oh! Disculpe mi descortesía

– No pasa nada. Pero, por favor. Me gustaría hablar con usted de forma más cómoda, así que dejemos las formalidades.

– Gracias, me siento mejor hablando de esta forma menos superficial. - admitió la rubia dando un ligero suspiro de alivio-.

Emily levantó su taza de té y, después de beber un sorbo, dijo:

– Srta. Karina, ¿Te diste cuenta de que acabas de decir que todos los nobles son superficiales?

Karina se petrificó, su educación improvisada ya estaba teniendo fallos. Pensó un segundo cuál fue su error y continuó:

– Fue un comentario sin malicia, pero sincero. Aún así, mi objetivo no era insultar a la nobleza. Me disculpo.

– Conmigo no hay problema. Así que no necesita disculparse. No obstante debe tener cuidado con esa clase de comentarios, la nobleza es una manada de hienas hambrientas.

– Lo sé, no necesitas decirlo... -musitó con sarcasmo-.

Emily hizo caso omiso a lo que acababa de escuchar, después de todo, su verdadero objetivo con la crítica al comentario de Karina había sido probarla. La dama que ella conocía, sin importar si cambiaba, era demasiado orgullosa para aceptar sus equivocaciones, menos disculparse por ello. De hecho, no solo ella, sino todas las damas de la sociedad eran así, criadas en torno al orgullo. Por esa razón,  aún si cambiasen, el orgullo era una porción que no podría ser eliminada. Básicamente, era las raíces de su carácter. Aunque, si la Karina que ella recordaba hubiese dicho esa frase habría sido a propósito, una Dama nacida de tan alta cuna como Karina no cometería tal desliz de lengua, a menos de que hubiese deseado que sucediese. La chispa de la curiosidad de Emily se encendió, esto era demasiado raro: un árbol puede cambiar durante las estaciones, pero sus raíces serán siempre las mismas. Este era un cambio demasiado radical, el árbol fue reemplazado totalmente.

EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora