Capítulo 27: "La presa no puede cazar al cazador"

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–¡Oh! ¡Qué baile más esplendoroso!-dijo emocionada una dama, y como ella habían otras que no dudaron en abrir sus bocas para ofrecer elogios a la fiesta meticulosamente preparada.-

–¡Damas y Caballeros! Agradezco mucho que hayan venido. Como saben esta es la fiesta que daré como preludio a mi debut social, para el cual solo falta una luna. Pero debido al retraso de dos invitados, les ruego que no comiencen a bailar aún. -anunció Dette, la anfitriona-

Instantáneamente fue rodeada por los invitados, no perdían el tiempo en coronarla con el lauro y decir las mejores alabanzas, todo de dientes hacia afuera.
El salón de baile, efectivamente, era esplendoroso: la iluminación brillante en la dosis perfecta evitaba el cansancio ocular, el piso de mármol resplandecía reflectando ligeramente a las señoras y sus ostentosos vestidos y a los caballeros de porte elegante y sacos costosos.
Todos se reunían en pequeños grupos con el fin de placenteras conversaciones hasta que el baile comenzara oficialmente con la llegada de los otros dos invitados retrasados. No obstante, dos personas se encontraban solas, cada una a un extremo opuesto del salón; sumidos en el silencio y los pensamientos que evocaban las personas que intentaban mostrar lo mejor de sí mismos.
  El tiempo corría, las personas se preguntaban cuando llegarían los invitados impuntuales. Entonces un sirviente anunció la llegada de los esperados. Al escuchar los nombres todos se voltearon a la puerta, incluso los dos que solo bebían de su copa, mostrando el desinterés en sus alrededores.
  Un par de castaños, cuyos cabellos bajo las luces adquirían destellos de bronce brillante y pulido, entraron en la sala.
  Sus ojos penetrantes, de colores siniestros los unos, y tranquilos y calculadores los otros, escudriñaban con cuidado la habitación. Posteriormente se inclinaron ante todos con cordialidad y reverencia.

   La chica que se encontraba en un extremo del gran salón de baile, con expresión aburrida y desinteresada, posó sus ojos rojos sobre la recién llegada y musitó:

– Creo que esto ya no será tan aburrido.

Y por otro lado, el chico en las mismas circunstancias,  mostró una expresión divertida y sonrió.

– Señorita Emyliette, al fin llega. Es un gusto que haya asistido. -saludó Dette-

– Agradezco su amable bienvenida, también es un gusto estar presente. -dijo calmada y educada- Lamento mucho la tardanza, la carta llegó retrasada y no me he podido preparar adecuadamente.

– ¡Señorita! Si es cierto que la carta se ha retrasado, ¿cómo puede lucir tan magnífica? -expresó una joven señorita-

– Agradezco sus halagos.

En un instante, quienes rodeaban a la joven marquesa de Kebiara, se reunieron alrededor de Emily. Sus labios lisonjeros no se cerraban, parecían adular con las palabras de un poemario perfectamente memorizado.
  Ante la escena, Dette arrugó el entrecejo.
  Mientras Emily escuchaba las tonterías de las damas, el Duque era constantemente bombardeado con preguntas y propuestas de negocios de los señores reunidos.

  Salió de la penumbra del rincón, donde esperaba que fluyese el tiempo sin reparar en ella, caminó altiva y elegante sin que sus ojos rojos prestasen atención a las personas. Karina, a diferencia de su estilo común, no estaba peinada con más que una simple horquilla -esta recogía su cabello en lo alto de su cabeza-. Lucía un vestido rojo sencillo, cuyo lujo y extravagancia se encontraba en las incrustaciones de rubíes y granates rojos. A pesar de su belleza, la mirada que todos posaban sobre ella expresaban lo mismo: desprecio.

  Esa expresión ni siquiera Emily la podía comprender. Karina no había hecho nada para ser observada con esos ojos, burlarse con palabras inteligentes de aquellos que están por debajo de tí, presumir la riqueza y poder, ella solo era la personificación de la aristocracia. "Noblesse Oblige" esa ley estaba muy grabada en su mente, ella solo la cumplía, y no era la única, pero el desprecio se concentró en ella.

EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora