CAPÍTULO 3| LA ABUELA SAIKO

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CAPÍTULO 3

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LA ABUELA SAIKO

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Aunque odiase la naturaleza y todo lo que conllevaba estar en ella: mancharse la ropa de tierra o de cosas de dudosa proveniencia y ser acribillada por cualquier insecto, preferiría ser acribillada por bichos que estar un segundo más en la casa escuchando las horribles conversaciones de mi madre. Mi madre era una muy buena figura materna, me había criado con amor y con todas mis necesidades, nunca me había hecho el feo. Pero si tocabas el tema matrimonio e hijos con ella, el caos se desataba. Era muy distinta con ella en eso, yo no tenía ganas de encontrar un tío, casarme y tener un hijo. Yo no quería eso en mi vida. Un niño era una gran responsabilidad que yo no estaba dispuesta a tomar. Si a duras penas sobrevivía yo, ¿qué sería de esa criatura? Así que no, no planeaba casarme ni quedarme preñada.

Apoyé mi espalda en el sauce llorón que aún seguía en el jardín de Saiko y tras asegurarme de que no había ni un bicho en el tronco ni en el suelo y me senté con un suspiro de cansancio.

Odiaba Japón. Odiaba Okinawa y odiaba a mi familia materna. La mayoría de ellos seguían las antiguas tradiciones, como si el tiempo se hubiera parado para ellos y no se hubieran modernizado.

Estaba de muy mal humor por haber venido aquí por manipulación y obligación de mi madre. No quería estar aún más enfadada, eso después me afectaba más a mí que a los demás. No era muy buena con mis sentimientos, tratar con ellos me drenaba la energía y me dejaba sin ganas de hacer cualquier cosa.

Saqué mis auriculares de mi bolsillo y los conecté a mi maltrecho teléfono, tenía que arreglar la pantalla, estaba toda rayada, busqué mi lista de música para momentos de tranquilidad y tras darle a reproducir cerré los ojos e inspiré tan hondo como pude.

Mi tío Hideyoshi no parecía mala persona, se veía desde leguas que era una gran y comprensiva persona. Era todo lo contrario a mi madre. Era más jovial -obviamente al ser menor que mi madre-, pero para su edad se comportaba de forma no adulta y eso hacía que ganara puntos.

Suponía que con el tiempo me caería bien y me llevaría muy bien con él. Pero de momento pensaba que era un incordio con mucha energía, como mi amigo Luc, que era la hiperactividad en persona. Esperaba que al conocer, aunque en realidad sería más acorde decir reencontrarme con mi abuela, no gastará las pocas energías que tenía. Porque no estaba para soportar a una abuela que se crió y ve todo como antiguamente se hacía.

Solo quería volver a mi apartamento lejos de Japón e irme a mi mullida cama, lo único de mi apartamento que era carísimo, me había gastado mucho en ella y lo valía. Otra cosa que odiaba de Japón y de las casas tradicionales, tendría que dormir en un futón. Y eso a mi espalda no le gustaba.

Una sombra tapó el sol y seguidamente, unos golpecitos en mi hombro hicieron que abriera los ojos.

Alcé la mirada y miré a mi tío Hideyoshi darse unos golpes en su oído. Quería que me quitara los auriculares. Me quité solo uno.

—Tu abuela acaba de llegar y pregunta por ti.

Asentí con la cabeza, Hideyoshi tras mirarme unos segundos en silencio me sonrió y se fue. Dejándome sola y con las pocas ganas de ver a mi abuela.

Me levanté con pesadez, soltando suspiros de cansancio cada vez que daba un paso y me adentré a la casa, mi tío estaba a un lado de la puerta, mis padres y mi abuela sentados en el suelo alrededor de la pequeña mesa.

Viviendo un verano en OkinawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora