CAPÍTULO 11| NUESTRO RESTAURANTE

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CAPÍTULO 11

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NUESTRO RESTAURANTE

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Verano del 2015.


Daichi fue mi vía de escape durante todo el verano. Y no me daba pena admitirlo, aunque pareciera que solo lo estaba usando, pero no era así. Gracias a él, podía escaquearme de la casa de mi abuela y librarme de limpiar la casa, ir a comprar o atender el pequeño huerto que tenía en el gran jardín. Mi abuela seguramente me había dejado quedarme en su casa para tenerme como sirvienta. Entendía que ella era mayor, pero si no podía hacer las cosas ella misma, podía contratar a alguien. Dinero no le faltaba para nada. Era de las típicas abuelas que ahorraban hasta el último céntimo que tenían e intentaba no gastarlo en nada que no fuese necesario. Así que por el dinero ella no se tenía que preocupar.

Terminé de peinar mi cabello justo cuando el grito de mi abuela se escuchó por toda la casa.

—¡Arashi! ¡El muchacho viene a verte!

Esas simples palabras hicieron que saliera a toda pastilla de mi cuarto. Me paré delante de mi abuela y le sonreí. Le di mi mejor sonrisa.

—Volveré por la noche —avisé—. A la hora de la cena más o menos.

A mi abuela parecía no gustarle demasiado la idea, lo supe por cómo frunció la nariz y entrecerró los ojos.

—¿Quién limpiará la casa? ¿O irá a comprar? No puedes descuidar tus tareas. Tienes que ayudarme.

—Limpiaré cuando vuelva y la compra la puedo hacer mañana. Aún hay cosas en casa, la anterior compra la hice hace poco —le dije con rapidez.

Como anteriormente había dicho, mi abuela solo me tenía como su ayudante, aunque no me quejaba del todo, después de todo me estaba dando hospedaje. Pero podría hacerme hacer menos cosas. Después de todo era una adolescente y tenía vida. Quería disfrutar, salir con mis amigos, Aimi y Daichi se habían convertido en grandes amigos para mí, y quería que lo fuéramos para siempre.

Mi abuela se lo pensó durante unos minutos, hasta que suspiró y ahí supe que había aceptado.

—Bien. Pero no vuelvas demasiado tarde.

—¡Gracias abuela! —le abracé con la euforia del momento, me calcé las bambas en tiempo récord, agarré las llaves y un pequeño bolso donde tenía el poco de dinero que iba ahorrando.

Salí de su casa y me encontré a un Daichi sonriente que observaba el cielo con curiosidad. Como era verano, llevaba unos pantalones que le llegaban sobre las rodillas y una camiseta de manga corta con una frase inspiradora.

—¿Qué miras con tanta curiosidad? —pregunté mirando hacia donde él veía. Solo había un gran cielo azul celeste y algunas nubes.

—La forma de las nubes —me sonrió Daichi, hizo un gesto para que me acercara a él y señaló una nube bastante redonda—. Esa, por ejemplo, tiene forma de melocotón.

Solté una pequeña risa sin poder evitarlo.

—Tú y tu gran obsesión por los melocotones. Para mí solo tiene forma redonda.

Daichi rodó los ojos.

—Que poca imaginación que tienes —se quejó negando con la cabeza.

—No siempre es bueno tener imaginación. Algunas veces tienes que salir a la realidad —dije encogiéndome de hombros—. Es lo que dice mi abuela cuando me ve distraída e imaginando cosas.

Viviendo un verano en OkinawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora