Primero de septiembre.

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1 septiembre, 1971.

Minerva se encontraba sentada en una banca del jardín mirando hacia la nada. Los años fueron pasando y su anhelo de convertirse en madre, poco a poco se fue volviendo un sueño que en ese momento, aparentemente, ya era parte del pasado.

Esta mujer le dedicó su juventud a la docencia y si bien nunca se arrepentiría de lo que dio de sí misma o de lo que aprendió a lo largo de los años con cada nueva generación de jóvenes magos, sí era consciente de que pudo haberle dedicado un tiempo especial a sus propios intereses.

Desde niña, siempre soñó con formar una gran familia, ¿y qué mejor que hacerlo a lado del hombre que le enseñó a amar sin medida? Albus Dumbledore, a pesar de ser un par de años más grande que ella, fue su pilar en cada paso. Incluso antes de casarse, sus corazones, su futuro, sus sueños y su magia, se complementaban de una forma admirable e inquebrantable. No obstante, y aunque Albus jamás se lo reprochó, ella se sentía inútil e insuficiente al no ser elegida por la madre naturaleza para llevar vida en su propio vientre.

- ¿Minnie? ¿Amor mío, qué sucede? - preguntó Albus con un evidente tono de preocupación en la voz.

Una lágrima recorrió sin permiso alguno la mejilla de su esposa, haciendo que el nivel de preocupación creciera en el interior del mayor.

- Minnie, háblame - suplicó.

- Lo siento - susurró con el corazón destrozado.

- ¿Ha sucedido algo?

Minerva abrió sus manos dejando ver una prueba de embarazo en el que se hacía notar, claramente, un "negativo" como resultado.

Albus suspiró con tristeza; hizo un movimiento con sus manos y convirtió en una rosa esa prueba.

- No hay nada que sentir, mon minou. Tengo todo estando a tu lado. Gratitud, devoción, tranquilidad...

Antes de que fuera capaz de decir algo más, Minerva rio sin gracia. - ¿Cómo puedes decir que lo tienes todo, cuando no he sido capaz de darte un hijo? - Exclamó con enojo y resentimiento.

- Monsieur Dumbledore, Madame McGonagall - la voz de Pitts, un elfo libre que se ha dedicado por años a servir en Hogwarts y al matrimonio previamente mencionado, interrumpió educadamente su conversación.

- ¿Qué sucede, Pitts?

- Debo informarles que sus pertenencias ya se encuentran en sus habitaciones dentro del colegio.

Con un movimiento brusco, Minerva limpió las lágrimas de sus ojos y volvió en sí misma.

- Gracias, Pitts. Puedes retirarte.

El pequeño elfo asintió y después de un chasquido, desapareció. Albus tomó las manos de su esposa y la atrajo hacia su pecho con un abrazo.

 Albus tomó las manos de su esposa y la atrajo hacia su pecho con un abrazo

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