Revelaciones

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Alerta: uso de palabras altisonantes y escenas de violencia.

Un par de horas antes de que llegara aquella lechuza a Hogwarts, Eileen ideó un plan en su cabeza. Mientras su esposo se encontraba bebiendo fuera de casa, tomó un cuchillo de la cocina y lo escondió en su ropero, justo debajo de toda sus cosas.

La ansiedad la carcomía, pero estaba decidida. Fue así como, mientras Tobías dormía, Eileen se armó de valor, se levantó de la cama en silencio y se dirigió hacia el ropero. Queriendo evitar cometer un error, se subió en la cama y alzó su brazo para enterrarlo en el cuerpo de su esposo. No obstante, en ese momento, al sentir el movimiento del colchón hundiéndose a su alrededor por el peso de Eileen, dicho hombre abrió los ojos.

Por instinto, Tobías empujó a su esposa hacia un lado; a como pudo, durante el forcejeo, Eileen enterró el cuchillo en su costado, sin embargo, esto no fue impedimento para que él se levantara de la cama y comenzara a golpearla.

— ¡Eres una maldita perra! — Tobías apretó el cuello de su esposa con todas sus fuerzas — ¡Te arrepentirás, puta sucia!

Eileen luchó para mantenerse despierta; rasguñó las manos de su esposo y trató de gritar para que alguien la escuchara, pero ambas cosas fueron inútiles. Un par de minutos y un movimiento brusco bastaron para que Eileen perdiera la consciencia y por falta de aire, cayera muerta.

Al ver lo que había hecho, Tobías la soltó como si se estuviera quemando las manos con algo. La adrenalina se había esfumado y sentía el peso de sus acciones junto con el dolor de su costado. Sin pensarlo dos veces, le aventó una manta encima y salió de aquella casa en busca de alguien que pudiera ayudarle.

De regreso en las mazmorras, un joven de ojos color castaño se preguntaba si había hecho lo correcto

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De regreso en las mazmorras, un joven de ojos color castaño se preguntaba si había hecho lo correcto. Tom no quería que Severus lo odiara por entrometerse en su vida y compartir un secreto que no le pertenecía.

— Si continúas, harás un agujero en la alfombra — acostado, Malfoy leía un libro de encantamientos — Tom, hiciste lo correcto.

— ¿Cómo estás tan seguro? Ni siquiera te he dicho lo que hice.

— Tiene que ver con Severus, ¿no es cierto?

El de ojos castaños se detuvo y volteó a mirarlo con preocupación.

— Puede ser...

— Entonces hiciste lo correcto. No puedo imaginar un escenario en el que provoques algo que le haga daño. — Tras pensarlo un par de minutos más, Lucius cerró su libro con fuerza, se puso de pie, tomó a Tom por el cuello de la camisa blanca que traía y lo arrinconó contra la pared — No te atreviste a tocarlo, ¿cierto? Más te vale no haberlo hecho, Tom, porque...

— ¡¿Qué?! ¡No! — respondió indignado — ¡No soy un depravado, Lucius! —Malfoy asintió en comprensión y lo soltó — Jamás haría algo como eso.

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