Siguiente paso

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En medio de la noche y por medio de una lechuza, Eileen le envió a su pequeño todo el dinero que ahorró durante esos meses. Era poco para ser honestos, pero era el resultado de su esfuerzo.

Cuando el primer mes del ciclo escolar pasó, Severus se hizo a la idea de que probablemente jamás recibiría una lechuza de su madre por culpa de su padre; sin embargo, esa mañana, desde su punto de vista, algo magnífico debía haber sucedido en su casa, pues durante el desayuno, una hermosa lechuza negra se posó frente a su asiento y dejó caer una pequeña nota que decía, "Te amo hijo. Te amo, Severus. Jamás olvides eso.".

El pequeño ojinegro mantuvo una sonrisa gigantesca por el resto del día. ¡Aún veía la nota y no se lo creía! ¡Su mamá se había acordado de él! ¡Su mamá le había escrito algo bonito!

Lo que Severus no sabía, era que aquella era la primera y también la última carta que recibiría.

Lo que Severus no sabía, era que aquella era la primera y también la última carta que recibiría

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19 diciembre, 1971.

El invierno estaba cerca, solo faltaban dos días para darle oficialmente la bienvenida; los abrigos, los guantes, las orejeras, las botas y las narices rojas, junto con el constante ruido de los estornudos que se escuchaban por los pasillos, se lo confirmaban a cualquiera.

Esa mañana, Albus se encontraba sentado en la mesa de profesores, riendo discretamente mientras bebía su taza de café caliente. Los estudiantes, principalmente los de primer año, aparte de bufandas y grandes suéteres, traían encima sus cobijas.

Dispuesto a dar otro sorbo, Albus se sobresaltó quemándose los labios con lo caliente del café cuando escuchó a alguien llamándolo retadoramente.

— ¡Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore! — Madame Pomfrey gritó a mitad del gran comedor llamando la atención — Borra esa sonrisa de tu cara en este mismo instante.

Minerva miró a su esposo con desaprobación mientra su amiga se acercarba molesta hacia la mesa.

— ¡¿Te resulta divertido ver enfermos a mis niños?!

— No, por supuesto que no, Poppy. — Respondió con una media sonrisa.

Dicha mujer hizo una mueca de disgusto y entrecerró los ojos amenazadoramente.

— ¡Ejem! — Interrumpió el profesor Slughorn aclarándose la garganta — Madame Pomfrey, ¿cómo se encuentran mis serpientes?

— Orión y Walburga acaban de llegar para ver al joven Black. Lamentablemente, no he hallado la misma suerte contactando por floo a los padres de...

— ¿De quién? — Interrumpió Albus.

— Del chico Snape. — Respondió el profesor Slughorn.

Minerva frunció el entrecejo al escuchar aquello.

— Se la ha pasado sacando vapor por las orejas desde hace un rato — informó Madame Pomfrey con pesar— pero a diferencia del joven Black, no parece mejorar.

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