nighteen

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Iván sorbía con lentitud el líquido caliente de la taza amarillenta, soplando de vez en cuando para apaciguar el estado candente del chocolate.


Ojalá así pudiese sosegar su dolor. El dolor que sentía por no poder oír, por no estar completo.

De vez en cuando solía estar feliz, sonreía y reía junto a sus familiares y amigos, así como podía, se comunicaba con sus seres queridos. Pero al final, se sentía completamente inútil, esa sensación de inutilidad y frustración se apoderaba de su mente, arrebatándole la felicidad que tanto deseaba experimentar.

Jamás había sido feliz, no de forma genuina, y eso dolía.

O tal vez sí, cuando Rodrigo se hacía presente e irradiaba esa aura alegre, aquella que calmaba su corazón y sin esforzarse le llenaba de paz, le hacía darse cuenta de lo maravillosa que era la vida.

Estar vivo no era tan malo cuando estaba él.

Porque Rodrigo, a donde fuera que vaya, alegraba el momento con sus locuras. Le gustaba imaginar que con cada paso que daba florecían hermosos girasoles debajo de sus pies, porque era tan mágico que hacía cobrar vida cualquier cosa que pudiera imaginarse.

Así era él: risueño, amable, divertido. Era perfecto, e Iván solía sentirse envidioso, porque Rodrigo era todo lo contrario a él, y se sentía opacado.

Pero aún así, disfrutaba su compañía, disfrutaba todas sus charlas sin sentido y los abrazos que le daba a cada rato. Le gustaba que Rodrigo se esforzó para aprender lenguaje de señas y así poder comunicarse con él.

Le gustaba él, le gustaba Rodrigo.

Fue inevitable, lo supo en el momento en que comenzó a sentir sensaciones extrañas tras el contacto delicado de Rodrigo. Se dió cuenta de lo enamorado que estaba cuando ese petiso revoloteaba cual mariposa en su mente, lo descubrió cuando Rodrigo le besó y él se sintió en el cielo, y creyó oír ese "te amo" que pronunció después del dulce roce de sus belfos.

Iván no podía oír, pero le gustaba imaginar una vida donde sus sentidos estuvieran completos. Donde pudiera oír la voz de Rodrigo y pudiera escuchar todos los sonidos que él le describía.

Le gustaba imaginar una vida a su lado, sin su sordera. Una vida donde pudiese amarlo con todos los sentidos.

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