eight

258 23 2
                                    

Las manos de Iván se movían fugazmente, presionando las teclas del gran artilugio y dejándose llevar por el sentimiento electrizante y profundo que recorría toda su anatomía. A su lado, el violín del petiso se hacía sonar, tan fuerte que parecía opacar al piano de Buhajeruk.

Era una dura competencia de melodías, la música melancólica del pelinegro resonaba y chocaba con la energética composición de Rodrigo, quien, siendo controlado por sus fervientes emociones, tocaba con pura pasión.


Como si pudieran comunicarse a través del pensamiento, ambos disminuyeron la fuerza de sus melodías, aún siendo completamente opuestas, se complementaban tan desastrozamente que encajaban a la perfección, creando algo magnífico y sumamente atrayente. El público admiraba la escena con total sorpresa, ligeros sollozos se oían entre la multitud, conmovidos y emocionados por el tema que resonaba en todo el teatro.

Iván tomó aire, presionando de forma fugaz las teclas y sintiendo la melodía en la punta de sus dedos. Era mágico, se sentía tan bien que ni siquiera podía sentir el cansancio, se encontraba absorto, perdido en la sensación que le provocaba tocar junto a aquel chico, esa emoción que se apoderaba de sus dígitos.

Pequeños minutos bastaron para que ambos se transportaran a una escena completamente diferente; un bosque. La música sonaba tal como ese bosque en el que se conocieron, el piano pronto se convirtió en el que pasaba horas tocando en su niñez, siendo acompañado por la gran luna que alumbraba directamente su posición.

No decían nada, no podían hablar, ni pensar, era hipnotizante la forma en que los sonidos se mezclaban y chocaban unos con otros, peleando entre sí para ver quién era opacado, y aunque así pareciera, ninguno se lo hacía, cada resonancia tenía su propia fuerza, su propio protagonismo, entre la rivalidad de ambos instrumentos, las melodías danzaban de forma perfecta y delicada.

La música estaba por finalizar, Iván jadeó, presionando aún con más fuerza, tal que parecía que las cuerdas se romperían, y terminó con una perfecta nota que encajó con la de Rodrigo. Se miraron, el éxtasis de la pasión de había disipado y en su lugar un sentimiento inexplicable se instaló en sus corazones, no pudieron evitar dedicarse una sonrisa cómplice, que ocultaba millones de pensamientos, palabras que se recitaron a través de sus más profundas pasiones.

Los aplausos no tardaron en hacer acto de presencia, el par de muchachos se posicionaron frente al piano, haciendo una reverencia y sin más retirándose del lugar.

-Lo hiciste bien, Rodri.

El nombrado rió; -Seguiré practicando, y algún día podré superarte. Entonces, ya no seré el violín de acompañamiento.

Conectaron miradas nuevamente. -Espero que así sea, esfuérzate.

-Lo haré, Iván.

bad stories.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora