seven

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Rodrigo no creía en los fantasmas, le parecía algo sumamente ridículo.


Y su pensamiento fue siempre el mismo, hasta que lo conoció.

Cada día después de la escuela, se dirigía a aquella casa abandonada. Donde el atractivo espíritu de un chico de su edad -o así parecía- le esperaba con paciencia.

Juntos pasaban el rato, entre charlas estúpidas y relatos de terror, porque, ¿quién no hablaría de eso con un fantasma?

La primer vez que lo vio, pensó que quizás estaba soñando, o que en verdad era esquizofrénico, tal como sus amigos le decían. Pero conforme pasaba el tiempo, y mientras más interactuaba con ese azabache, más se convencía de que era real, de que era un fantasma.

Rodrigo siempre obedeció a las palabras del muchacho llamado Iván, «no investigues sobre mí, Rodri, no quiero que veas quién fui en vida» mencionaba él, tan serio que le ponía los pelos de punta.

Nunca preguntaba la razón de su orden, pero le daba curiosidad, ¿por qué no querría que hiciera eso? ¿Acaso fue una mala persona? Su nombre le parecía conocido, a decir verdad, su rostro también.

«La curiosidad mató al gato», es un dicho bastante cierto, el cual aplicó a la situación en que Rodrigo se encontraba.

«Joven se tira de un octavo piso, fallece a los dos días tras ser trasladado al hospital.

Iván Raúl Buhajeruk Fernández, de 17 años de edad, se suicida después de clases el 19 de Agosto, sobrevive al impacto, pero muere debido a las graves heridas que tenía. "Lo hizo por Rodrigo, porque a mi pequeño le gustaba ese chico, pero sus sentimientos nunca fueron correspondidos, e Iván no fue lo suficientemente fuerte para afrontarlo" fueron las palabras de su madre, quien se encuentra destrozada por la triste partida de su hijo»

-Iván, ¿te suicidaste por mí?- Rodrigo sollozó silenciosamente, aún en shock por lo que había descubierto esa misma mañana. Iván le miró, asustado, y de inmediato su expresión cambió a una de tristeza.

-Sí, Rodri.

No dijo nada más, ¿qué podría decirle? ¿Qué fue su culpa? No, él no era el responsable de sus actos, Buhajeruk fue quien tomó esa decisión. El petiso se sentía abatido, y sobre todo culpable. -¿Por qué nunca me hablaste?- tragó saliva, ahora lo recordaba. Era ese chico quien le miraba todo el tiempo, ese que siempre se iba cuando estaban medianamente cerca, que siempre lo evitaba y de quienes sus amigos se burlaban. Aquel que desapareció cuando comenzó su noviazgo con Stephania.

No volvió a verlo nunca, no volvió a escuchar de ese chico por parte de su grupo y simplemente se olvidó de él. Y claro, no lo veía más, porque está muerto.

-No me atrevía... ¿Qué importa? Ahora estamos hablando, somos amigos.

Pero a Rodrigo le dolía, había destruído una familia, había causado la lamentable muerte de un chico tan dulce e interesante como él, solo por no prestarle atención a sus miradas.

«Las miradas lo dicen todo» repetía siempre, pero él nunca fue capaz de descifrar lo que sentía Iván cuando le miraba, cuando aún estaba vivo.

-Está bien, somos amigos.

Ambos sonrieron, Rodrigo aún lagrimeaba.

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