Capítulo 5

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2 de noviembre de 2022.

Julia: Estoy flipando.

Julia: ¿Os habéis enterado de lo de Haizea?

Fer: Sí.

Fer: No me lo puedo creer.

Martín: ¿Qué ha pasado?

Martín: Puff, esta noche he dormido del tirón, no me he enterado de nah.

Fer: La han encontrado muerta en la zona de El Matadero, por Madrid Río.

Martín: ¿QUÉ?

Martín: Es coña, ¿no?

Julia: No, no es coña.

Julia: Y han encontrado un puto tarro lleno de dientes al lado de su cadáver.

Mireia: Os dije que no teníamos que hacer la puta ouija.

Mireia: Es de primero de película de terror.

Fer: A ver, no vamos a irnos por las ramas.

Fer: Puede ser una casualidad.

Fer: Sólo por eso no vamos a dar por hecho que la ouija tuvo algo que ver.

Mireia: Eso por tu parte ha sido muy de personaje básico de película slasher que acaba muriendo de los primeros.

Julia: Mireia, tía, que es algo serio.

Julia: ¿Alguien ha hablado con Rosa?

Martín: No.

Mireia: No.

Fer: Yo tampoco.

Llamada grupal perdida.

Rosa: Ya me he enterado.

Rosa: No quiero hablar.

Rosa: Hoy no voy al insti.

Rosa: Nos vemos mañana.

Julia: Rosa, ¿Estás bien?

Martín: Julia, claro que no lo está.

Martín: Ninguno lo estamos.

Fer: Que no haya mal rollo.

Fer: Nos vemos en el insti.

Fer: Que tenemos que hablar.

*******

Ese día fui al instituto cagado de miedo. Es que hostia puta. Haizea estaba muerta. Muerta. Y mientras ella moría de aquella forma, yo estaba durmiendo tranquilamente. Y fue muy raro, hacía muchísimo tiempo que no dormía tan bien. Y eso me hacía sentir muchísimo peor. Me acosté súper temprano y, aún así, dormí del tirón hasta las ocho. Es que no me he enteré ni de cuando mi madre volvió del trabajo, que hace más ruido que una estampida de elefantes.

Era principios de noviembre y seguía lloviendo, como prácticamente todos los días de octubre. Llegué empapado de pies a cabeza, porque después de la noticia de lo de Haizea, tenía la mente en cualquier parte menos en donde debería estar, así que se me olvidó el paraguas.

Cuando llegué, todo el grupo estaba reunido al final de la clase, en una esquina apartada del resto de nuestros compañeros, que murmuraban mirando en nuestra dirección. Bueno, no creo que haga falta que lo aclare pero estaba todo el grupo menos Haizea. Y bueno, Rosa, que ese día no había ido al insti.

Antes de que llegase donde ellos, Alex, un chico muy majo de clase (y súper guapo, hay que decirlo) se cruzó en mi camino.

—¡Martín! ¿Cómo estás? —me dijo con cara triste—. Sé que Haizea era amiga tuya... Lo siento muchísimo, de verdad.

—Bueno, lo llevo como puedo. Ha sido un palo bastante gordo.

—Me imagino. —Al ver que yo no decía nada, siguió hablando —. Oye, si en algún momento necesitas algo, hablar o... lo que sea, puedes contar conmigo, ¿vale?

—Gracias, Alex.

Lo dije también con intención de despedida y comencé a andar hacia donde estaban los de mi grupo, pero Alex me cogió suavemente del brazo y me hizo detenerme.

—Oye, Martin... —empezó, pero sin estar muy seguro de lo que iba a decir—. Sé que antes nos llevábamos genial y que ya no hablamos casi, pero de verdad que sigues siendo alguien muy importante para mí, y si necesitas cualquier cosa, voy a estar ahí para apoyarte.

La verdad que aquello me pilló muy de sorpresa. No supe muy bien qué contestarle, así que esbocé la sonrisa más agradable que pude y le volví a dar las gracias. Este es buen momento para contaros quién es Alex. Pues bueno, Alex fue mi primer mejor amigo, y también mi primer crush. Estuve enamorado de él no sé durante cuánto tiempo, pero así en resumen, mucho. Incluso después de serle sincero y contárselo. Incluso después de que se asustase y me dejase de lado. Incluso después de todo aquello, yo seguí súper pillado de él. Nunca llegué a entender que pasó. Vale que yo no le gustase a él. Vale que igual fuese hetero, no lo sé. Pero dejarme de lado así... de un día para otro y sin darme explicaciones... Claro, luego conocí a Fer y todo cambio. Poco a poco me fui olvidando de Alex, hasta que incluso dejé de reconocerle por los pasillos.

Bueno, basta de hablar de Alex. Pasado pisado, o eso que se suele decir. Volví a retomar mi camino hasta que llegue a la esquina de la clase donde estaban los de mi grupo.

—¿Qué cojones vamos a hacer? —dijo Mireia con preocupación.

—¿Qué vamos a hacer de qué? —le espetó Julia con el tono más borde que encontró—. ¿Se supone que nos tenemos que tragar que una entidad, un fantasma o lo que sea ha matado a nuestra amiga?

—No sé, tú fuiste quien quiso hacer la ouija, dímelo tú —le dijo Mireia con un tono aún más borde.

—Para puto divertirnos, joder. Era solo un juego.

—Fue solo un juego, pero no podemos negar lo raro que es que le arrancasen todos los dientes a Haizea —intervino Fer.

Yo quería intervenir, decir algo, lo que fuese. Pero no sabía qué pensar. Lo último que quería creer es que un espíritu vengativo nos estuviese persiguiendo. ¿Pero qué podría ser sino? Joder. Haizea había muerto un día después de hacer una ouija. Una ouija en la que una voz, que no era de ninguno de nosotros, nos dijese que quería todos nuestros putos dientes.

—Creéis que... —comencé a decir con dificultad—. ¿Creéis que vamos a morir todos?

—Si esto fuese una película de terror, como mucho sobrevive uno de nosotros —dijo Mireia.

En ese momento, la lluvia que antes repiqueteaba suave pero constante contra el cristal, comenzó a golpear con cada vez más fuerza. Con tanta fuerza que los cristales de la clase comenzaron a agrietarse. Nosotros, que estábamos al lado de la ventana, nos llevamos un susto de muerte.

—Son dientes —exclamó Julia con miedo—. Son putos dientes, joder.

Todos miramos al mismo tiempo hacia la ventana, y vimos como dientes de diferentes tamaños golpeaban el cristal y caían sobre el saliente. Algunos tenían aún rastros de sangre, otros eran amarillos y sucios, de formas espeluznantes.

De pronto, todos dejaron de ver los dientes al mismo tiempo, y el agua volvió a caer a través del cristal. Poco a poco, las finas gotas de agua comenzaron a formar letras húmedas en el cristal. QUIERO. VUESTROS. DIENTES.

El Hada de los Dientes (en pausa, continúa en octubre) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora