Capítulo 10

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6 de noviembre de 2022.

¡Bienvenidos a un nuevo capítulo! Ah no, coño, que es un capítulo serio. Perdonadme. Martín, respira. 1, 2, 3, 4, 5... Vale, ya está.

Rosa no había dejado de pensar en Haizea desde que había muerto. De hecho, pensar en Haizea era lo único que había hecho desde entonces. Porque Haizea era su mejor amiga. Porque ella había sido la única persona en el mundo en entenderla tal como era, en quererla así y en no juzgarla.

Pero eso no significaba que Haizea no le dijese la realidad como era. Siempre era sincera, si tenía algo que decirle, se lo decía. Pero no era del tipo de persona que hacía daño al decir las verdades. No, Haizea sabía muy bien como elegir las palabras, e incluso diciéndote las verdades más duras, no te hacía sentir mal y te ayudaba a ser mejor persona.

Así que sí, no había parado de pensar en ella desde entonces. Estaba tumbada boca arriba en su cama, fumándose un piti, y estaba pensando en ella. Antes, mientras se había estado tomando las cinco copas de Jagger, también había estado pensando en ella. Y obviamente, también lo había estado haciendo cuando se había metido cosas más fuertes.

Menos mal que Laura no estaba en casa. Si la viese en ese estado... Sin duda, se pondría de parte de sus padres y acabaría viviendo debajo de un puente. También os digo, igual es lo que necesitaba, porque la tía seguía igual, no había forma de que aprendiese.

Rosa se volteo en la cama y vio algo inusual sobre su escritorio. Se acercó con cautela y se sorprendió al ver lo que era: una jeringuilla llena de un líquido marrón y una nota que decía "pruébame". Eso no era suyo, fuese lo que fuese, ella no se metía esas mierdas, nunca cosas tan fuertes. Ella no había dejado eso allí. Instintivamente, dio unos pasos hacia atrás, alejándose del escritorio.

—¿Es qué no vas a probarlo? —dijo una voz que provenía del pasillo. Joder, no podía ser. ¿Quién cojones estaba en su casa?

Empezó a escuchar pisadas por el pasillo, que poco a poco se iban acercando a su cuarto. Corrió hacía la puerta y cerró el pestillo. Cuando los pasos estuvieron a la altura de su puerta se detuvieron y hubo unos momentos de silencio que a Rosa se le hicieron eternos.

El picaporte de su puerta comenzó a moverse lentamente, chirriando, de un lado a otro, mientras Rosa seguía dando pasos hacía atrás. Cuando el picaporte de la puerta detuvo su movimiento, ella también lo hizo.

—¿Es qué no vas a probarlo? —repitió la voz. Pero esta vez no provenía del pasillo. Venía del interior de su cuarto. Venía... justo de detrás suyo.

Se giró lentamente, esperando que no hubiese nada. Esperando que hubiesen sido sólo imaginaciones suyas. Pero al voltearse completamente, vio la figura más aterradora que había visto nunca.

La jeringuilla, que ya no estaba sobre el escritorio, se alzaba en la mano de el Hada de los Dientes, apuntando directamente hacía Rosa. Sin aviso, el Hada de los Dientes se abalanzó violentamente sobre Rosa y le clavó la aguja en su ojo derecho, inyectando todo el contenido marrón en él.

Cuando hubo terminado de inyectarlo todo, sacó la aguja y comenzó a clavársela a Rosa por toda la cara. Al terminar, Rosa calló al suelo, sin fuerzas, y el Hada de los Dientes se giró para coger una de las botellas de cerveza que Rosa tenía en su cuarto. La golpeó contra la pared y se arrodilló junto a Rosa con el extremo roto. La miró fijamente unos segundos y, después, le cortó el cuello lentamente con el cristal. El mismo cristal que utilizó para arrancarle violentamente los dientes.

En los últimos instantes de su vida, lo último que vio, fue  aquel aterrador rostro. Exactamente lo mismo que vio Haizea.

*******

—Martín, ¿no vas a decir nada? —me preguntó Julia de brazos cruzados. Julia, Mireia y yo habíamos quedado en la Plaza Pedro Zerolo para hablar de lo que había ocurrido con Fer. Todos estábamos muy asustados y no sabíamos qué hacer. Y, sinceramente, yo no sabía por qué había ido, sólo quería dormir.

—Ten un poco de tacto, ¿no ves qué está en la mierda? —le recriminó Mireia.

—Fer también era mi amigo, ¿sabes? Estoy pasando por lo mismo que él.

—Tú no tienes derecho a decidir cómo supera cada uno sus problemas, ¿entiendes? ¿O lo de Rosa no fue suficiente? Parece que no aprendes.

Julia le echó una mirada asesina y decidió no contestar.

—¿Habéis conseguido hablar con Rosa? —preguntó Mireia.

—No sé nada de ella desde... desde lo de Haizea —conseguí decir yo.

—Yo tampoco —dijo Julia.

—Deberíamos pasarnos por su casa para ver si esta bien —ofreció Mireia—. Podemos ir ahora.

—Chicas, ¿os importa ir solas? —les pregunté desganado—. No me encuentro muy bien, necesito descansar.

*******

Julia y Mireia se fueron a casa de Rosa, mientras que yo me fui a la mía. Para cuando llegue a mi casa, Mireia ya me había mandado un mensaje diciéndome que nadie había contestado al telefonillo. Oh, vaya. ¿Nos sorprende? No nos sorprende. Básicamente estaría en su cuarto poniéndose hasta arriba de cualquier mierda.

En casa me descalcé y me comí una de las rosquillas que había preparado mi madre el día anterior. Qué puto buenas estaban, madre mía. Así que cogí un par más y me las zampé. Después, me fui directo a mi cuarto para ponerme ropa más cómoda y ver algo en Netflix. Comencé a abrir todos los cajones de mi habitación en busca de mi camiseta de los Mundos de Coraline, mi favorita para estar en casa.

Abrí prácticamente todos y no la encontraba por ningún lado. Cómo el cajón que estaba al lado de mi cama es super largo y, a veces, se quedaba ropa al fondo del todo, metí el brazo para comprobar si estaba allí. Uy, pero si ahí había algo duro. Duro y frío. Estiré más la mano para alcanzarlo y cuando lo conseguí, tiré de ello para sacarlo. Cuando lo vi casi se me cayó al suelo de la sorpresa. Era un tarro de cristal, como de mermelada, y dentro de él había tres dientes.

—¡Joder! —no pude evitar soltar un gritó.

Lo inspeccioné mejor y no cabía duda, eran dientes, dientes humanos. ¿Qué cojones significaba eso? El puto Hada de los Dientes había estado en mi casa. ¿Era una señal? ¿Yo era el siguiente? Tenía que hacer algo. No entendía nada.

Justo en ese momento, en la tele del salón, que estaba encendida, comencé a escuchar la misma voz que anunció el asesinato de Fer, así que me acerqué a escuchar.

—Buenas tardes. Hoy empezamos el informativo con trágicas noticias —comenzó el hombre—. Otra joven del Instituto San Isidro, Madrid, ha aparecido muerta esta mañana. La víctima fue hallada por su hermana en su domicilio, donde vivían ambas juntas. Las evidencias notifican que, como en los anteriores casos, la víctima no tenía ninguno de sus dientes, y estos se encontraban en un tarro al lado del cadáver. Ante estos hechos, la policía ha decidido realizar análisis clínicos de las muestras dentales halladas en cada uno de los asesinatos. A raíz de estos análisis, se ha descubierto que falta un diente diferente por cada víctima...

En este momento no pude más y deje de escuchar. La cabeza me empezó a dar vueltas y me tuve que sentar en el sofá para evitar caerme al suelo. Jamás había tenido tantas ganas de vomitar. El puto Hada de los Dientes no me había dejado unos dientes cualquiera. Me había dejado un diente de Haizea, un diente de Fer y un diente de Rosa.

El Hada de los Dientes (en pausa, continúa en octubre) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora