{Dos}

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Si eres un adolescente normal, estarás extasiado el viernes por la mañana al saber que es el último día que debes levantarte e irte a la escuela. Pero el hecho de que ahora era empleado de Harbucks hacía que este viernes se volviera un grano en el culo. Ahora mismo estoy soportando el puto frio de la calle con las manos en los bolsillos de mi chaqueta en un vago intento de calentarme a mi mismo. No puedo esperar a que ya sea lunes.

Mi primer turno de noche comenzará hoy, lo cual significa que pasaré toda esta noche y unas horas de la mañana con Tweek. Aunque esta vez no estará su padre presente para ayudarnos. Tweek y yo, solos toda la noche en Harbucks con silencio y una atmósfera de puro odio. ¿Así o más incómodo?

—¡Oye, Craig! —La voz de Clyde interrumpió mis pensamientos y me giré para encararlo.

Allí estaban Clyde Donovan y Tolkien Black. Ellos, Tweek y yo solíamos ser amigos muy cercanos hasta que entramos a la escuela secundaria donde nos separamos en dos grupos de dos y después eso se convirtió en un grupo de dos y dos individuos que no tenían nada que ver con el otro. Sentí que mis intestinos estaban por salir por mi boca y que en cualquier momento entraría en una balacera.

—Hola Clyde. Hola Tolkien —, los saludé intentando sacar estos pensamientos molestos de mi cabeza.

—Oímos por ahí que ahora trabajas en Harbucks —, Clyde dijo sonriente.

Entrecerré los ojos analizándolo.

—¿Cómo lo sabes?

—Un pájaro en mi ventana me lo dijo.

—Bebe se lo dijo—, Tolkien rodó los ojos.

—¡Tolkien! —Clyde frunció el ceño antes de girarse a mí y suspiró. —Sí, ella pasó por el edificio y miró por las ventanas. Me dijo que te vio haciéndole la seña a Tweek y viendo por fuera de la ventana.

Me quedé en silencio, no quería seguir con esta conversación. ¿No tenían algo mejor que discutir? Como... ¿de lo que sean que hablen cuando no estoy con ellos?

—¿Te sientes bien? —Tolkien rompió el silencio y su mirada se posó en mí. Solo le mostré mi dedo del medio y le agradecí a cada dios posible que el bus decidió llegar justo a tiempo.

Y así el día continuó, nada interesante pasó; nada más que yo mirando a Tweek totalmente solo y deprimido en los pasillos. Oh, también terminé varias veces en la oficina del director por levantarle el dedo a los profesores, pero eso siempre ha sucedido desde que tengo memoria.

Llegó el final del día y estaba haciendo todo a mi alcance para no ir a trabajar. Se me vino a la cabeza la idea de llamar y decir que estaba enfermo, pero de una vez lo descarté porque sabía que mi mama se daría cuenta de mi mentira y me obligaría a ir. Tal vez podría llegar tarde e inventarme una excusa absurda. Tal vez podría matar a alguien y entregarme a la policía.

Aun así ahí me encontraba, parado justo en frente de Harbucks observando el cartel de bienvenida, no quería entrar pero sabía que pronto no tendría otra opción. Después de respirar hondo, entré calmado a la tienda. Era mucho más cálido en el interior que en el exterior. Ignoré a Tweek en el mostrador, quien ya estaba tomando órdenes y haciendo pedidos, y simplemente caminé al almacén para tomar mi delantal.

—Al fin aquí para relevarme de mi turno, ¿huh? —El señor Tweak sonrió, quitándose su propio delantal.

Asentí y agarré el que tenía mi nombre colgado. Luche poniéndomelo pero hacía como que ya lo había hecho antes solo porque el señor Tweak seguía conmigo. Me quedé mirándolo, buscando alguna señal que me dijera que ya me había recordado, pero no había ninguna. Él puso su delantal en la estantería, caminó hacia mí y me palmeó en el hombro diciendo algo como "buena suerte". Con eso, me dejó peleando solo las tiras del delantal. Maldita sea, ¿cómo alguien podía hacer esto? ¿O yo no era lo bastante flexible? Después de un rato finalmente pude hacerlo, aunque estaba muy flojo el agarre, salí a donde Tweek estaba frenéticamente sirviendo a los clientes.

Había una fila decente mayormente conformada de adolescentes, algunos los reconocía vagamente de la secundaria de South Park. Mentalmente me quejé, me aseguré de no hacer ningún gesto molesto mientras caminaba a la registradora y empecé a tomar las órdenes. Para ser honesto, al principio pensé que la gente se negaría a entrar en una cafetería después de las seis de la tarde.

Cuando terminé con los pedidos, suspiré y me senté en una silla, mi plan era quedarme ahí hasta que alguien entrara. Me puse a ver mi teléfono, estaba aburrido y no tenía nada más que hacer. Me metí a uno de los pocos juegos que tenía descargados pero aparté la mirada del celular porque escuché pasos acercándose a mí: era Tweek con dos tazas de café en las manos. Me pregunto cómo no se le cayeron. Me quedé en completo silencio mientras él ponía una de las tazas en frente mío.

Vi que se quedó mirando la taza que me dió antes de girarse y caminar hacia el mostrador. Segui viendolo hasta que ya estaba detrás del mostrador. Lo levanté y me quedé viendo el contenido en mi vaso —no tenía ni la menor idea qué tipo de café era—, me pregunto si Tweek me odiaba tanto como para estar lo suficientemente motivado a envenenarme. Decidí confiar en él y llevar la espumante taza a mis labios.

Sonreí cuando sentí el líquido cálido bajando por mi garganta, creo que pude sentirlo moviéndose en mi cuerpo por un momento. Era un Latte de vainilla. Supongo que tendré que agradecerle a ese espástico después.

Degusté mi café hasta acabarlo por completo. Los clientes entraban y salían cada hora, el flujo se detuvo alrededor de las dos de la mañana. Solo éramos Tweek y yo, silenciosamente tomando el café que preparó para los dos. Esta era probablemente nuestra tercera taza y estaba cansado, puta madre. Creo que Tweek y yo no hablamos para nada; lo único que llenaba el silencio era la música relajante sonando a través de los parlantes en el techo. Me paré a tirar el vaso desechable, al parecer Tweek tenía la misma idea que yo. Solo que no pasó mucho tiempo hasta que Tweek pisó el cordón suelto de su zapato.

—¡GAH! —Tweek gritó.

—Mierda—, murmuré. Corrí hacia él agarrándolo desde la espalda para que no se golpeara con el suelo duro. Tweek tembló violentamente entre mis brazos. Comenzó a arrancarse el pelo y susurrar cosas como "¡Es mucha presión!" o "¡Oh Jesús!" una y otra vez. Lo abracé con fuerza en un intento de que dejara de temblar. Antes funcionaba: cuando entraba en pánico, lo envolvía en mis brazos tan fuerte que no sabía cómo siquiera era capaz de respirar. Y entonces nos quedamos de esa forma hasta que sus miedos desaparecieran.

La verdad es que yo debía saber que no funcionaria. Si, se calmó por un momento. Sin embargo, cuando me miró volvió a entrar en pánico, hasta se puso peor e incluso me empujó.

—¡Lo... lo siento, Craig! —Exclamó y con sus manos apretó su delantal. Sus ojos miraban de un lugar a otro. Parecía desesperado a mirar cualquier lugar que no sea yo.

—Te lo debía de todas formas—, refunfuñe y me alejé a mi mesa. A este punto nunca tendría a Tweek de regreso. Ya lo sabía, pero algo raro sucedió. Escuché que se acercaba lentamente a mí. Mi mirada se mantuvo en la oscuridad afuera de la ventana y me tomó toda mi fuerza no mirar hacia mi antiguo amigo.

—Uh... ¿Craig...? —Su voz sonaba tan calmada, su respiración tan irregular... Lo miré y le hice un gesto para que continuara con lo que quería decir. — Me... ¡oh dios!, ¿me... o-odias?

Muérdeme •Creek• (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora