-5 (II)

348 80 73
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los ojos desorbitados de Daniel no podían dar crédito a lo que observaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los ojos desorbitados de Daniel no podían dar crédito a lo que observaba.

En aquella fotografía se veía a Emily y a un niño de aproximadamente cuatros o cinco años. Ambos se encontraban en un parque, abrazados y sonrientes, sin embargo; eso no fue lo que capturó su atención. Sus ojos quedaron apresados en el rostro de aquel niño, porque desconcertado se dio cuenta de la verdad... una verdad aterradora que lo noqueó dejándolo sin aliento.

Todas las facciones de aquel rostro infantil que sonreía mirando feliz a la cámara... ¡Eran sus mismos rasgos!

El cabello liso y rubio oscuro, eran tan igual al de él. Los intensos y pequeños ojos verdes que resaltaban en aquella pequeña carita tan blanca, eran tan parecidos a los suyos que parecía que estuviera mirando a sus propios ojos. La pequeña nariz, la forma de la boca y hasta la sonrisa, era como si lo hubiesen copiados de sus mismos rasgos. Aquel niño... ¡Era él en miniatura!

Atónito, poco a poco se sentó en la silla.

Con ojos aterrados una vez más miró aquella fotografía como si ella fuese una víbora venenosa dispuesta en cualquier momento atacar. Después de unos largos minutos donde la perturbación lo zarandeaba violentamente, despacio estiró el brazo y con manos temblorosas la tomó, acercándola lentamente a su rostro mientras se recargaba al espaldar de la silla. Incrédulo, deslizó los ojos abiertos desmesuradamente sobre aquel papel.

Con una sola mirada, Daniel confirmó que aquel niño era... ¡Su hijo!

En ese momento, sintió que respirar le costaba un mundo ante la verdad que aquella imagen le estrelló en la cara. De repente una sensación de debilidad lo envolvió.

Descompuesto sintió que la cabeza le daba vueltas y supo que su rostro se tornaba pálido porque de inmediato experimentó que el nivel de azúcar bajaba en su torrente sanguíneo, el vacío en el estómago y el mareo, se lo indicaba. Eso le dio la sensación de que el piso se abría a sus pies, tragándoselo de un solo bocado... mientras tanto sus pupilas no podían dejar de observar aquel pequeño rostro de ese niño desconocido, pero que era tan igual a él... ¡A él!

Entonces, una ola fría cubrió su cuerpo y las náuseas de inmediato le atacaron el estómago.

Nora lo vio girarse con premura sobre la papelera y volcar todo el contenido que tenía en el estómago. Pasmada ante aquella reacción, de inmediato recorrió con sus ojos la habitación en busca de agua para darle de beber, logrando ver sobre el mueble de los archivos una jarra de agua y un vaso de cristal. Con premura se levantó a ir por él.

De Nuevo Juntos los TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora