¿Podría ese amor que ambos aun sentían ser más fuerte que el odio que una vez los separó?... y si volvieran a darse una nueva oportunidad ¿Les daría esa reconciliación la felicidad con la que siempre soñaron o resultaría peor que antes?
Una histo...
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Desde el interior del baño Daniel escuchó la voz de Amanda, su secretaria, indicándole que el siguiente paciente ya se encontraba listo para ser atendido. Rápidamente terminó de lavarse las manos, tomó una toalla desechable y le dio un último vistazo a su aspecto, observando su presentable y bien cuidado reflejo en el espejo que ocupaba la mitad de la pared de lujosas baldosas blancas.
— ¡Bien! A continuar con mi trabajo —murmuró con entusiasmo mientras se acomodaba la corbata negra en el cuello de la camisa blanca, sintiéndose más relajado y con las energías completamente renovadas.
Menos de tres minutos necesitó para estirar los músculos que sentía entumecidos en la zona de la espalda, hacer crujir las articulaciones de su columna y liberar de esa manera toda la tensión allí acumulada a causa de permanecer sentado durante tantas horas seguidas.
Se paró frente a la puerta acomodando una vez más la bata médica y se dispuso abandonar el lugar para continuar con esa labor que realizaba con amor y gran dedicación porque amaba su profesión. Disfrutaba ser cardiólogo porque le apasionaba atender, reparar y tratar de salvar ese órgano tan vital e importante como lo era el corazón; sin duda alguna si volviera a nacer volvería a estudiar medicina. Se sentía orgulloso de haber escogido la carrera correcta y satisfecho por dedicarle todo su tiempo a ello, por eso, día a día se esmeraba en dar siempre lo mejor de sus conocimientos, de su tiempo y de su esfuerzo, lo hacía sin ningún interés comercial porque sentía que era su vocación.
Completamente repuesto agarró el pomo de metal y lo giró, saliendo del cuarto de baño. Al cerrar la puerta levantó sonriente el rostro para darle la bienvenida a ese paciente que ya tenía minutos esperando por él.
—Buenos dí...
La sonrisa que Daniel traía en sus labios se esfumó y el saludo murió en su boca cuanto sus ojos verdes se posaron en la mujer que se encontraba parada frente a él. Todo el ánimo recién adquirido, de la nada se evaporó.
La impresión que le causó aquella imagen fue tanto, que de pronto sintió que el cuerpo se le hizo de plomo ante la posibilidad de estar observando a quien creía que jamás volvería a ver en su vida.