-4 (III)

464 86 80
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Daniel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Daniel.

Una suave y dulce voz sacó a Daniel de sus profundos y dolorosos recuerdos, sobresaltándolo en la silla del comedor donde aún se encontraba sentado.

Despacio giró la cabeza y vio a Clara parada en el umbral de la puerta de la cocina, con su larga bata blanca de algodón que usaba para dormir. En ese momento se dio cuenta que la estancia se encontraba iluminada y pensó que seguramente Clarita había encendido las luces al entrar a la habitación y él ni se había percatado de eso, así como tampoco se había percatado que tenía lágrimas en los ojos.

Al observar que la mujer mayor se acercaba al sitio donde él se encontraba, rápido pestañó y se limpió la humedad de sus ojos

Clarita fue su nana desde que tenía uso de razón, a ella la vio trabajar en esa casa desde siempre como el ama de llaves. Por los cuentos que ella misma le contaba cuando era niño, supo que ella llegó a la familia cuando fue contratada por sus abuelos como cocinera; así que ella era considerada como parte de la familia. Clarita, en su vida llegó a ser esa abuela que nunca conoció y esa madre que siempre le faltó de pequeño, porque aunque tenía una mamá, ésta siempre se encontraba ocupada entre cenas, fiestas y viajes quitándole el tiempo para ocuparse de su pequeño hijo; y en todo ese tiempo era Clara quien se ocupaba de él. Por esa razón la consideraba más que una empleada y gracia a ese tiempo compartido, entre ella y él existía una relación muy unida, un afecto y confianza muy fuerte; tanto que él sentía que el cariño que la unía a ella era mucho más grande que el amor que le tenía a su propia madre.

—Mi niño ¿Qué haces despierto a estas horas de la madrugada? —le preguntó Clarita con su dulce voz cuando se detuvo a su lado. Al ver la mirada cristalina de Daniel, ella supo de inmediato que la tristeza era el motivo principal de aquel desvelo.

—Tenía sed y bajé por un vaso de agua —contestó señalándole el vaso de cristal vacío— y como no tenía sueño, decidí quedarme aquí un rato.

Mientras hablaba, Daniel se dio cuenta que la mujer lo evaluaba con los ojos entornados, entonces supo que no le creyó sus palabras. Clarita lo conocía muy bien, tanto lo conocía que él nunca podía decirle una mentira que durara un segundo.

De Nuevo Juntos los TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora