-1-

546 87 353
                                        


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vez más Emily recorrió con su mirada aquel lujoso consultorio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vez más Emily recorrió con su mirada aquel lujoso consultorio.

Se hallaba en la famosa Clínica Santa Fe, el centro médico más prestigioso de la ciudad y de sus alrededores. Tenía esperando en aquel sitio aproximadamente casi dos horas, donde aguardaba su turno para ser atendida por el acreditado médico que allí prestaba sus servicios.

Para nadie era un secreto que todo aquel que necesitara de los exclusivos servicios que en ese lugar ofrecían, debía ser un individuo muy acaudalado y tener una abultada cuenta bancaria, como se apreciaban todas las personas que en ese momento tenía a su alrededor; esperando su turno igual que ella. Solo que la diferencia entre esas personas y ella era abismal, ya que aquellos hombres y mujeres a simple vista se veían ser dueños de grandes fortunas, olían a perfumes caros, llevaban peinados refinados y calzaban zapatos de pieles selectivos. Personas que vestían como si fuesen a asistir a una fiesta de gala y no a una simple consulta médica.

Y precisamente esos grandes detalles fue lo que hizo que Emily, en su mente, de nuevo le agradeciera a Dios por concederle el milagro de encontrarse sentada en aquel ostentoso lugar, ya que ella no tenía ni siquiera el 2% de lo que esas personas seguramente tenían en sus carteras.

Un gesto triste en sus labios acompañó aquel pensamiento, porque retrataba perfectamente su cruda realidad y la situación económica que en ese instante atravesaba.

Ella nunca fue adinerada, jamás en su vida había poseído una cuenta bancaria ni mucho menos una tarjeta de crédito para solventar sus múltiples necesidades, no obstante; a pesar de su precaria situación económica siempre vivió feliz con lo poco que la vida le había dado.

Cuando tenía seis años quedó huérfana de padre y madre, por lo que pasó a ser la hija adoptiva de sus tíos Nora y Chente. Con amor y dedicación, sus tíos se hicieron responsables de su crianza y educación tratando de darle siempre lo mejor, a pesar de lo poco que producían en su fuente de trabajo. Un kiosco que tenían rentado en una de las principales vías de la ciudad donde vendían: revistas, dulces, refrescos, empanadas y arepas rellenas. Como siempre fueron una familia de bajos recursos, en sus manos jamás sostuvo más dinero que lo justo para comer y cubrir sus prioridades más necesarias. Sin embargo, eso no le hizo ser una persona resentida y mucho menos infeliz, a medida que crecía comprendió que las limitaciones que tenía en su vida se debían a la infortuna de ser parte de esos puntos que año a año incrementan el porcentaje de la pobreza en su país.

De Nuevo Juntos los TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora