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E R E S   U N A   I N M A D U R A.

Ese día había decidido todo. Charles no existía para mi. Era simplemente un socio de la empresa, lo trataría como tal y luego se iría, para siempre esta vez.

Una Maxi Skirt verde, un top blanco, chaqueta y botas de cuero negras, pelo suelto y lentes de sol oscuros, junto a mis accesorios dorados y mi cartera de siempre era mi outfit para este día. Todo saldría bien, estaba segura, cada vez que me vestía bonito, me sentía bien, así que todo marcharía en paz.

Al llegar a la empresa, a los primeros que vi fue a los socios de Docare, los cuales me saludaron animadamente y me dejaron tres carpetas, con condiciones y papeles por firmar. Una de las secretarias del piso de abajo me pidió que hiciera un reporte de los gastos de la última semana, ya que —por alguna razón que luego averiguaría— el encargado de hacerlo, no lo hizo. No había rastro de Gabriel, Wilson ni de Charles, así que me sentía tranquila. Había escuchado que tuvieron que ir a una junta en otra sede así que eso les tomaría todo el día, mejor para mi.

—¡Helena! —me saludó la señora Victoria. La encargada del café.

Victoria era una señora de alrededor de cincuenta años, me recordaba a mi madre porque era una señora alta, pelo y ojos castaños, tenía una sonrisa siempre y aunque no lo parecía, era bastante sabia.

—¿cómo te va? Estos días no te vi. —dijo y me dio el café que siempre pedía.

—¡muy bien! Gracias, es que he estado ocupada con los papeles de la nueva asociación. —le sonreí amablemente.

—Lo que sea que te mortifique, déjalo ser, permítete vivirlo. —me guiñó un ojo. —No te mates tanto trabajando hija, eres joven, bonita, algún chico tendrás por ahí, disfruta de esos momentos.

Sonreí con desgana. —Ay Victoria, si supieras que no hay un chico por ahí —solté una risita.

—¿segura? Mira que yo no hablo mucho, pero observo bastante. —dijo y me vio a los ojos, entendí lo que quiso decir.

—Es complicado.

—Nosotros nos complicamos. He visto como te ve, se nota que te quiere. No está enamorado, pero pronto lo estará. —Sentí náuseas y un poco de desorientación, le sonreí en respuesta y volvió a hablar —Piénsalo, no seas impulsiva y no tomes decisiones sin pensarlo, no seas inmadura.

Su comentario me tomó por sorpresa y sólo asentí, empezamos a hablar de otras cosas y tras unos minutos de conversa, me retiré para ir a mi oficina.

¿Era notorio? No lo creo, Gabriel y Wilson se hubiesen dado cuenta. No es como si no hayan insinuado algo pero nada era tan certero, estaba segura de que ni mis sentimientos habían salido a flote ni que el hubiese dicho algo.

Decidí que retomaría lo que dije temprano, era un socio más.

Entre papeleo, firmas y correos pasó el día, a eso de las quince, recibí un mensaje de Gabriel:

GABRIEL: hay reunión a las 16hrs. No es obligatorio que te quedes, pero antes de irte pasa un momento para que puedan conocerte.

No le respondí pero me quedaría, no tenía ganas de escucharlos hablar de lo mismo, así que pasaría saludando y luego me iría.

—¡por fin te encuentro! —escucho como abren la puerta abruptamente.

Fruncí el ceño y levante la vista, Casey llevaba dos cafés en una bandeja, uno con su nombre y el otro con el mío, ¿mejores amigas ahora? Le sonreí y le ofrecí asiento.

—He estado todo el día acá, no sabía que vendrías, creo que Charles no está. —dije.

—Oh, no vine por el, vine por ti. —me dio mi café y abrí los ojos sorprendida.

—¿qué ha pasado? —sonrió.

—Sé que nos acabamos de conocer, pero en realidad ya te conocía.

Joder, no.

—¿A qué te refieres? —fingí demencia, pero estaba más que claro que lo sabía todo.

—no me creas estupida, querida. —vio sus uñas, perfectamente pintadas y limpias. —sé que tu eres la chica que Charles conoció en Londres el diciembre pasado. No hizo falta que lo dijeran, es que lo irradian.

—¿cómo llegaste a esa conclusión? —cerré mi laptop y alejé los papeles que estaba leyendo, intenté mantener una postura calmada.

—Helena, ¿para qué quieres que te lo diga? No lo ocultes. —dijo viéndome irritada.

—Bueno. —dije y volví mi vista a los papeles y a la laptop. —¿qué harás con esa información? —tecleé. —¿le dirás a Gabriel o a Wilson?

—No, no me interesa, la verdad. Sólo quería que supieras que sé en qué terreno estamos ambas y que no permitiré que dañes todo lo que he construido estos meses, descontrolas a Charles, no eres la indicada para el.

—¿Y tu si? —dije y antes de que pudiera responder, seguí. —Sabes, Casey, no estoy interesada en "arruinar" lo que construiste, de hecho Charles y yo no somos nada, no quiero problemas, al final Charles decidirá quien le hace sentir mejor y a quien ama, pero yo no lo quiero, así que quédatelo envuelto, te consigo el lazo. —esto era más que bizarro, Casey intentando amedrentarme.

Tomó sus cosas y se levantó de la silla, caminó hacia la puerta y dijo:

—Haré hasta lo imposible para que se enamore de mi. Te lo diré esta vez y no más, aléjate de Charles, es en serio. —salió y vi como a lo lejos llegaban Charles, Gabriel y Wilson.

Ella lo recibió con un gran beso y preferí meter mi cabeza en los papeles, al diablo con la reunión, no asistiría. Suspiré y recogí mis cosas, cerré mi laptop y antes de salir de la oficina le envié un mensaje a Wilson:

HELENA: no me siento bien, no podré estar en la reunión.

Al salir del edificio, caminé por inercia por el camino que siempre tomo, el recorrido es bastante verde, tiene varios jardines y suele haber gente en los parques, Madrid era ese caos tranquilo que amaba. Ese día el cielo estuvo a mi favor y un hermoso atardecer me acompañó todo el camino. Destellos amarillos, naranjas y uno que otro rosado, los niños jugando y viejitos tomados de la mano adornaban el paisaje.

Un FaceTime de Daphne entró y me sacó de mi ensoñación.

—¡Hija de puta! —gritó y yo abrí mis ojos como platos. —¿dónde estás?

—Joder, tía. Al menos saluda.

—Cada vez se está haciendo más notorio tu acento español, necesito escuchar de nuevo el mandibuleo caraqueño. —hizo un puchero y yo solté una carcajada.

—¿cómo estás? —cambié de tema.

Volteó la cámara y mostró la sala de su casa. —¡me dieron el alta!—empezamos a saltar, aunque no estuviésemos juntas.

—¡estoy tan feliz! ¿Cómo te sientes? —me senté en un banquillo de parque.

—Estoy bien Hel, aún debo ir a mis consultas con la psiquiatra, pero todo va bien. Mañana vuelvo al trabajo y Chris está mucho más tranquila. —hizo una pausa rápida y volvió a hablar. —Me recomendaron que le avisara a Sam, porque supe que varias veces fue a la clínica a preguntar por mi.

—¿Quieres hacerlo? —pregunté.

—No sé.

—Si no te sientes preparada no tienes porqué hacerlo, todo tiene su tiempo. —le sonreí amablemente, sonrisa que respondió con otra sin mostrar los dientes.

—Lo sé. ¿Qué tal tu? ¿Cómo vas con la asociación con Docare y con tu doctorcito? —dijo y me guiñó un ojo.

Ay, Daphne... Si supieras.

Última Noche En LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora