13

3 1 0
                                    

T E A S E G U R O Q U E N O Q U I E R E S.
+18

Charles y yo habíamos decidido que iríamos a comer al restaurante de comida italiana que estaba cerca de mi casa, era una cita. Me había decidido por un jumper de jean sin mangas, pañoleta morada, una cartera negra y accesorios dorados. La noche estaba siendo calurosa y todos estos días el calor había estado aumentando, así que estaba segura que hoy no sería la excepción: íbamos a sudar.

CHARLES: Estoy llegando.

Retoqué mi perfume y salí del departamento, al llegar al living, divisé el carro en la acera de enfrente, aunque no podía verlo a el, sentía esa sensación de tranquilidad engañosa porque eso solo significaba una cosa; estaba en la entrada. ¿Por qué me sentía agitada? Desde que había aceptado que estaba interesada en Charles, mis emociones se habían intensificado, cuando estábamos cerca, todo lo sentía exageradamente más.

Charles estaba al lado de la entrada con un sweater vinotinto, un pantalón negro y su pelo peinado de lado, como todo un adolescente.

Me puse a su lado y el tomó mis manos, me dio una vuelta y sonrió:

—¡Que guapa estás! —me acercó y me dio un beso en los labios.

Sonreí—El rojo te queda muy bien. No me canso de verte en ese color.

—Yo no me canso de verte nunca. —unió nuestras manos y caminamos hacia en auto.

El camino era corto, de verás, alrededor de quince minutos. La reservación la habíamos hecho en la tarde y habíamos acordado comer en la terraza, el sitio era bastante bueno y económico, así que según mis cálculos, esta noche promete. Al subir a la parte donde habíamos reservado, un chico con camisa blanca nos recibió indicándonos donde sentarnos. La vista daba directamente a la noche madrileña que no me cansaba de ver.

Desde que había empezado a tener "algo" con Charles, todo había cambiado para mejor. Ambos nos sentíamos mucho más abiertos y tranquilos, su forma de sentirme cerca era siempre tocando mis manos, así sea uniendo nuestros meñiques. Si podía me abrazaba y siempre me daba besos en el pelo.

—No entiendo como odias a la gente que se da amor en público pero tu eres un meloso. —dije mientras nos sentábamos.

—Es que creo que debe ser con la persona indicada. Además de que una cosa es que te agarre la mano y otra que te coma la boca. —abrió la carta y empezó a leer.

—Bueno, tendremos que probar ambas. —le dije y empecé a ver mi carta. El subió la vista y sonrió con doble intención.

El decidió pedir Ossobuco y yo una Sopa de minestrone, la cena la pasamos hablando del trabajo, de datos random de nosotros. Por ejemplo, que cuando vivía en Caracas, solíamos subir a El Ávila todos los domingos a hacer senderismo, era nuestra tradición matutina, subíamos por Sabas Nieves y desde arriba veíamos la ciudad.

—A mi me encantaba skiar con mis compañeros del instituto. Íbamos a los Alpes Suizos y pasábamos al menos dos semanas en eso. —Tomó de su copa de vino y siguió. —¿has ido?

—No. —dije y sonreí. —Aunque no parezca, prefiero los climas cálidos.

—¿Qué tan cálido es Caracas?

—Caracas no es tan cálido como otras partes del país, de hecho es bastante frío en comparación con otras ciudades, pero yo creo que tiene el mejor clima del mundo. No hace frío ni calor, es cómodo para todo. No sé cómo explicarlo. —mi patriotismo estaba a punto de salir y lo odiaba.

Última Noche En LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora