Hace dos semanas reportaron desaparecido a un joven en Puerto Príncipe, la comunidad se siente inquieta pues con él suman cuatro en lo que va del año.
El pueblo siempre ha sido un lugar tranquilo, nunca ha sucedido algo como esto, aunque en el puerto es diferente, allí pasa de todo. Con la llegada diaria de barcos comerciales extranjeros, muchos marineros desembarcan buscando entretenimiento en los bares locales donde impera la prostitución, el juego y el alcohol. Sin embargo, los desaparecidos han sido jóvenes pueblerinos, es por eso que han mandado llamar a la Guardia Nacional, para que se haga cargo del caso, pero no hay muchas pistas, los agentes están desconcertados pues nadie ha visto ni escuchado nada. Cuando la policía interrogó a los trabajadores del puerto, dijeron que no habían visto al muchacho, sólo a una joven de cabello largo y negro caminando semidesnuda por la orilla, creyeron que era una de las prostitutas del lugar así que no le dieron importancia. A los pocos días llegó un pequeño barco con un solo tripulante, un hombre de mediana edad, venía haciendo preguntas sobre una mujer que cumplía con las características de la chica que habían visto esa noche deambulando. Pagaba buen dinero por la información, así que el aviso se extendió entre la población.
El jefe de la guardia llegó al pueblo el mismo día que el misterioso barco, cuando este se enteró de que alguien estaba pagando por información, reunió a un equipo de investigación, entre ellos a su hijo, la joven promesa de la academia de policía, para encontrar al tipo. No fue difícil hallarlo, su barco seguía atracado en el muelle y accedió a contestar las preguntas de los agentes. El hombre explicó, con el poco francés que sabía, que su hijo también estaba desaparecido, se lo había llevado la mujer descrita por los lugareños y él llevaba dos meses siguiéndole el rastro. No esperaba recuperarlo, sólo buscaba venganza. Los oficiales creyeron que estaba loco y que sólo eran supersticiones, sin embargo, a raíz de eso, empezó a esparcirse el rumor en el pueblo que casualmente coincidía con una antigua leyenda que los mayores contaban a los niños para asustarlos, sobre una mujer que aparecía con la marea alta y atraía a los hombres con su voz para ahogarlos en el mar.
Viendo que el miedo se apoderaba del pueblo, las autoridades decidieron aplicar un toque de queda, después de las ocho de la noche sólo la policía y los agentes de la guardia podían estar en las calles, pero nada fuera de lo común sucedió. Luego de una semana, se respiraba en el pueblo un aire de tranquilidad, no se habían reportado más avistamientos de la extraña mujer ni tampoco personas perdidas. Las investigaciones estaban inconclusas pero se determinó que las personas desaparecidas habían sido arrastradas por el mar de forma accidental y probablemente nunca se recuperarían los cuerpos, se hizo un funeral simbólico para los extraviados y se dio una pequeña indemnización a las familias.
Dos semanas después de su llegada, la Guardia Nacional dio el caso por cerrado y abandonó el lugar, menos el hijo del jefe que solicitó licencia para quedarse, pues durante las investigaciones había conocido a una joven hermosa de ojos azules. Su padre, aunque lo vio completamente hipnotizado por la joven, pensó que sólo era una aventura, así que le dio el permiso. Al despedirse de su primogénito, notó que en el puerto seguía atracado el barco del tipo extranjero, se le hizo extraño pero no dijo nada. Partió inmediatamente y por la tarde se encontraba en la capital archivando el caso, uno de los agentes le entregó el último expediente con las declaraciones tomadas de los primeros reportes de desaparecidos en Puerto Príncipe, casualmente todas habían ocurrido en luna llena y con la marea alta. No era posible que hubieran pasado por alto ese detalle, así que investigó un poco más y encontró otras coincidencias con las islas de los alrededores, siempre en luna llena y con la marea alta. Recordó al hombre misterioso y en todos los reportes de los incidentes, desde hace dos meses, aparecía la descripción del mismo barco. Tomó el teléfono e intentó llamar a Puerto Príncipe, pero una repentina lluvia había afectado las vías telefónicas, el último mensaje que logró entrar era de su hijo para avisarle que esta noche le iba a proponer matrimonio en la playa a la joven que había conocido. Apresurado el jefe revisó el calendario, esa noche era de luna llena y por consiguiente, marea alta. Salió corriendo de la oficina, subió al auto y a toda prisa se dirigió hacia la isla, estaba a punto de anochecer.
Cuando tomó el ferry que lo dejaría en el puerto, ya pasaban de las ocho de la noche, el estómago se le hacía nudo. Al llegar corrió hacia la orilla con el revolver en la mano, dos siluetas se alcanzaban a ver a lo lejos, una de ellas era la de su hijo. Apuntó el arma e hizo dos disparos certeros, luego se acercó y vio al hombre misterioso herido por los impactos de bala, lloraba y balbuceaba mientras sostenía el cuerpo inerte del joven. El hombre tomó al jefe por la solapa y dijo: "Perdón, no pude salvar a tu hijo, llegué muy tarde, pero logré herirla, no dejes que se escape". El jefe miró a su primogénito con la carne abierta y las entrañas de fuera, se sintió desfallecer y cayó de rodillas por unos instantes, pero sacando fuerzas de flaqueza logró incorporarse para seguir el rastro de sangre. Un par de metros más adelante encontró a una mujer desnuda, de piel blanca, ojos azules, cabello largo y negro, sus piernas parecían estar transmutando, pues en vez de pies había algo semejante a una cola de pescado, gritaba y se retorcía sobre la arena tratando de llegar al mar con un arpón clavado en su costado izquierdo. Impactado por la horrible escena, quedó inmóvil, luego se armó de valor, apuntó el cañón y vació el barril sobre la cabeza de aquel monstruo hasta que dejó de moverse. Después regreso con el hombre para ayudarlo, pero este le dijo que no se preocupara, ahora podría reunirse en el mar con su hijo, entonces la marea subió y las olas se lo llevaron.Al día siguiente se dio a conocer la noticia y el cuerpo de aquel monstruo. El jefe enterró a su hijo y renunció a su trabajo, tomó el barco del hombre misterioso y se fue. No se volvió a saber de él.
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