"Brujas y duendes"

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Nací y me crie en una pequeña cabaña en lo más alto de la montaña, solo cuando debí ir a estudiar viví unos años donde una tía en el pueblo, después volví al campo, seguiría en las labores del mismo con mi padre, donde vivimos siempre se ha hablado de brujas, demonios, duendes y cuanta cosa se sabe o se cree saber del tema, pero yo como tal nunca había vivido algo así, en casa solo el abuelo hablaba de haber tenido esas experiencias, pero el ya era un hombre muy mayor y ciego, este vivía con nosotros, el lugar donde vivíamos era maravilloso, a pesar de esto yo añoraba el pueblo, los amigos, las chicas, la gaseosa, cosas simples pero que allí en el campo no se veían, una tarde mirando el horizonte, cuando ya el sol se ocultaba entre las montañas, dando los colores más hermosos, esos que ningún pintor puede siquiera imaginar, esa magia que sólo la naturaleza puede dar, podrían ser eso de las cinco y treinta o casi seis, dos perros al lado mío, tal vez no disfrutando del espectáculo que daba la vista, pero si tomando los últimos rayos de sol, abajo en el pie de monte veo una sombra que vuela sobre los árboles, me quedó pendiente de que pueda ser, puesto que es un animal muy grande, uno que nunca había visto , los perros también lo ven, gruñen, no ladran, corren bajo una mesa y desde allí muestran sus colmillos, están asustados, escucho en el lugar donde vi la sombra un chillido agudo y espeluznante, también yo me asusto, más aún que el abuelo grita desde adentro, es una bruja, corro dentro de la casa al igual que los perros, mis guardianes están más asustados que yo.

El abuelo me dice que es una bruja que va de paso, a hacer sus fechorías, asustar niños, borrachos y mujeres o sólo a visitar un amado que la desprecia, hice como que no me importaba mucho aquello, pero quedé bastante preocupado, la realidad es que siempre vi lo de las brujas como simples historias, una tarde voy con los perros en busca de madera para reparar unos cercos, llego a una ye donde se separan dos caminos, escucho alguien que camina en uno de los senderos , agudizo el oído ya que donde estoy es propiedad de mi padre y nadie debe estar por esos lados, los perros escuchan al igual que yo, pero no ladran, corren a casa con el rabo entre las patas, yo me quedo ahí paralizado, quise correr detrás de los animales, pero el miedo me lo impidió, veo como rebullen todos los árboles a mi alrededor, como si de un ventarrón que solo cubre el lugar donde yo estoy se tratara, escucho de nuevo ese chillido de esa tarde, los caminos se pierden, el monte se hace tupido, el lugar donde estoy no lo conozco, algo que no tiene razón de ser, yo me recorrido esos montes desde el vientre de mi madre, me llevo las manos a la cabeza, estoy confundido, aterrado y perdido, el chillido sigue encima de los árboles, por lo poco que se puede ver de luz entre las ramas, veo esa sombra que salta y salta de árbol en árbol, caigo de rodillas y aunque nunca he sido creyente, en ese momento solo pensaba en que la fe era la única que me podía salvar, en un momento escucho la risa característica de las brujas, una tan tenebrosa y fuerte que cubrió todo el contorno, todo volvió a la normalidad, los caminos, el monte, fui a casa, encontré los dos perros bajo la mesa, me miraban con recelo, como dudando que estuviera bien o tal vez estaba impregnado de miedo y ellos lo sentían, pero al notar que todo estaba bien corrieron a saludarme meneando sus colas, se les veía felices de tenerme de vuelta con ellos.

Le conté al abuelo lo sucedido, se quitó el sombrero y se rasco la calva, se preguntó para si mismo, a quien seguiría esa condenada, me dio un pequeño frasco, me rogó no dejarlo nunca, era un brebaje de algunas plantas a las que ellas le huyen, bañado en agua bendita, ese brebaje es como la cruz para el demonio, cada tarde salía a ver el atardecer, era algo de lo que nunca me cansaba, una magia que no podía dejar de apreciar, escucho el mover de hojas en el camino de un potrero, un camino que sólo usábamos nosotros los de la casa y el ganado, me pongo de pie y con el brebaje colgado al cuello y sintiéndome valeroso y como si de un súper poder se tratara, me quedo ahí esperando a la bruja, los perros a mi lado no corren, pero están alertas como si también supieran que yo tenía el poder en mis manos, levantan sus orejas, meten su cola entre las patas y a pesar que no corren, chillan, un chillido agudo que antes no les había oído, el abuelo grita desde dentro, corre adentro muchacho, eso es un duende, reacciono y corro a casa, los dos perros van detrás de mi, dando miradas a algo que yo no alcanzo a ver, entro jadeante a la casa, el abuelo se muestra preocupado.

El abuelo me cuenta que los duendes pueden ser buenos o malos, aun así los buenos pueden ser celosos y rencorosos, por eso lo mejor es tratar de no tener un encuentro con ellos, no se sabe nunca lo que se pueda uno encontrar, le pregunté por qué los perros no huyeron, me contó que los perros no ven en ellos maldad como si en las brujas, pero notan la magia y para ellos eso no es normal, ellos perciben, nuestro miedo, nuestra felicidad, nuestro dolor, frustración y todo lo que el ser humano pueda sentir, pero la magia no tiene explicación para ellos, le pregunté que hacía ese duende ahí, el creía que tal vez iba de paso, es difícil que podamos verlos, pero el día que los veamos, es más difícil aún que abandonen nuestra casa y a nosotros, así como de una visita indeseada que no quiere irse nunca.

Un domingo fui al pueblo, a comprar algunos víveres y a misa, el abuelo me pidió encarecidamente traer un frasco lleno de agua bendita, deje mi brebaje en casa, era muy grande para estar con él en el pueblo, hablando con mis amigos me sorprendió la tarde , salí rápido para la casa, no quería que la noche me encontrara en medio del monte, pero a fe que lo hizo, el sol se escondió más rápido de lo normal, como si de un cómplice de mi temor se tratara, voy en medio de los árboles, escucho el canto de los grillos, el ulular de las lechuzas y todos los sonidos del bosque, sonidos que conozco muy bien, pero en esa noche se hacen tenebrosos, siento caer pequeños granos de los árboles, como si de granos de frijol, maíz o café se tratara, intento identificar que es lo que cae, pero nada puedo ver, me agacho intentando buscar uno de aquellos granos, pero no hay nada, no son nada, solo el sonido, cuando me pongo de pie, escucho la risotada mas terrorífica que haya escuchado antes y nunca más la volví a oír, miro al frente y la veo ahí parada, es una bruja, una así como las que vemos en la televisión, en las revistas, su piel arrugada como un pergamino, su nariz larga, su boca con una sonrisa llena de maldad, lo más tenebroso eran sus ojos, con estos como que podía penetrar en tu alma, te traspasaban, te hacían daño como si de dagas se trataran, su vestimenta eran andrajos, tal vez de diferentes colores, pero no se podía definir, estaban sucios, se viene hacia mí, con esa sonrisa y esos ojos que me tenían petrificado, quería correr, quería gritar, pero me era imposible, me tenía a su merced, vi cuando estiró sus manos, me quería abrazar o agarrar no se, vi sus uñas largas y sucias, sin saber porqué, destapé el frasco de agua bendita y se lo lance, dio un grito desgarrador y agudo, chilló , lloró, voló por los aires y se perdió en la oscuridad, yo no pensé mas nada, mas que correr volé a casa, allí le conté al abuelo lo ocurrido, el se reía de lo lindo al escuchar mi historia, me aseguro que sin proponérmelo había descubierto a la malvada, no le entendí, el me dijo que pronto lo descubriría, al día siguiente una mujer de unos cuarenta años que le ayudaba a mi madre en las labores de la casa, llegó con la cara quemada, más que quemada, despellejada, le dijo a mis padres que ya no podía ayudarnos más que se iba a otro lugar, el abuelo le dijo desde su silla, un momento pero primero debes disculparte con mi nieto y mi familia, si no pagarás tu maldad, esta se puso a llorar y nos confesó que estaba enamorada de mi, pero al yo ser tan solo un chico y ella una mujer casada recurrió a lo que mejor sabe hacer, la brujería, se fue de allí con la cabeza gacha llorando, nunca más volvimos a saber de ella, con respecto a los duendes, los perros me avisan cuando voy a tener un encuentro con estos, simplemente corro a casa, el abuelo dice que estos no pueden entrar si no han sido invitados.











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