Después de muchos años, había regresado con Nataniel, uno de mis viejos amores. Él prometía cuidarme y me besaba con una sonrisa en sus labios.
Teníamos una hija, una preciosa muñeca de porcelana idéntica a su madre, que apenas tenía unos meses de vida. Vivíamos en una casa pequeña, pero moderna, que apenas habíamos empezado a remodelar nuevamente. Por alguna razón, estábamos empezando de cero e incluso ambos trabajaríamos en la misma compañía. Él estaría postrado en una oficina llenando papeles y atendiendo llamadas; Mientras yo me pasearía por la compañía entregando esos papeles y llenando otros desde mi oficina.
Nataniel quedó un poco trastornado desde la pérdida de nuestro primer hijo hace un tiempo, este falleció cuando tenía 4 años, desconocemos la razón. Una vez en el trabajo, Nataniel tenía una actitud pésima, me aventaba los papeles y me miraba de la peor manera. Y en un lleva y trae, yo le preguntaba, escrito entre papeles "¿Qué te sucede?" para no recibir respuesta alguna. Y sin darme cuenta había llenado ese papel cualquiera de cosas como "Prometiste cuidarnos a tu hija y a mi" "Lo que le pasó no fue mi culpa" "¿Qué te he hecho para merecer este trato?"
Una de las supervisoras se acercó y me pidió que fuera a casa, dado a que no podía mezclar cosas personales con el trabajo. Le pregunté si pensaban en despedirme por esto y negó con la cabeza. Tomé mis cosas y me largué a casa.
Me llevé nuestro auto y no pensaba buscarlo en la tarde, así que buena suerte regresando a casa. En casa, me di cuenta del día, hoy vendrían ambas familias a visitarnos; La familia de él y la mía. Sus padres me caían fatal, eran cristianos reventados que no miraban más allá de la punta de su nariz. Aún así, puse manos a la obra y comencé a limpiar la casa un poco y a preparar la comida.
Nuestra hija se encontraba en el suelo, tiesa, con la mirada en blanco, no hacía ningún ruido. La levanté, para luego consolarla y dejarla en el sofá. Al llegar la noche, Nataniel ya estaba en casa y nuestras familias comenzaban a llegar. Era la primera vez que todos nos reuníamos en esa casa, por lo que teníamos que darles el recorrido. Mi hermano mayor, por curioso, gritó horrorizado cuando salió de la segunda habitación a la izquierda. Mi madre le preguntó qué le ocurría, a lo que mi hermano respondió "No sé, hay como un tipo de altar..." Regañé a Nataniel con la mirada, ¿Cómo es posible que no le haya puesto seguro a esa habitación en específico?
Esto había despertado la curiosidad de todos, por lo que como si de un tren se tratara, fueron ingresando a esa habitación, uno más aterrado que el otro. Mi mirada tocó el suelo, los llantos iban expandiéndose por la casa de poco a poco. En esa habitación, en ese altar, se encontraba el cuerpo momificado de nuestro primer hijo. Nataniel nunca avisó a las autoridades de su fallecimiento, yo tampoco tuve el coraje, así que él mismo se encargó, con tela y yeso, de conservar el cuerpo putrefacto de nuestro hijo.
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