Capítulo tres: Secretos

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Narra: Beilee.

—Recuerda que eres una Carpenter, y los Carpenter tenemos buenos modales—francamente no era necesario que el fastidioso de mi hermano me tuviera que recordar como debía comportarme, ni que fuera una especie de bicho raro que necesita de su atención.

—¿No crees que me estas subestimando?—el posa sus grandes y masculinas manos en mis hombros, para así observarme con sus preciosos ojos azules.

—No lo hago, si te digo todo esto es porque te conozco y se perfectamente como puedes llegar hacer—el sonido emitido por el repique de su celular nos interrumpe por completo. El observa su celular, para así alejarse de mi—debo irme—deposita un casto beso en mi frente—te amo insecto. Portate bien y no mates al chico—me pide con una amplia sonrisa, y alejándose cada vez mas de mi.

Las horas transcurrieron con una lentitud innegable, cosa que simplemente agradecía demasiado. Y era muy simple, no me agradaba la idea de tener que ver ah ese idiota de la realeza alemana, estar cerca de un sujeto con esa clase de arrogancia. No es algo que precisamente estuviese en mis planes. Y cuando menos lo pensé, la hora ya había llegado, soltando un suspiro de decepción camino hacia la puerta principal de la mansión.

La manera en la cual había llegado era asombrosa mente patética, ya suficiente seguridad existía en la mansión como para que ahora el, llegara con cinco camionetas negras con vidrios ahumados y dos guardas espaldas. El rubio sale de su camioneta negra, con una amplia sonrisa. Lentes hermosos color rojos, un chaleco del mismo color que los lentes, zapatos costosos color negro.

Pantalones del mismo color de sus zapatos, y un gran abrigo gris. Sin duda alguna, era un completo idiota.

—¿Que pasa?—me río con burla.

—¿Es en serio?—le pregunto señalándole con mis manos todo lo que había traído-no crees que es demasiado.

—No te ofendas. Pero todos aquí, hasta mi persona, se preocupa seriamente por mi seguridad. No te digo todo esto con el fin de acerté sentir mal, solo que considero que no eres una persona completamente fiable. Así que no puedo arriesgarme ah venir aquí, considerando ciertos defectos de tu temperamento—relamente era un idiota.

—Eres un idiota.

—¿Que?.

—Que entremos.

—Eres muy amargada, de seguro no debes de tener amigos.

—Por supuesto que lo tengo. Steven Richarson es uno de los muchos que tengo.

(....)

—Los que dices es una completa estupidez.

—Haber—dejo aun lado el cuchillo. Que ciertamente sentía mucho deseos y enterrarse lo y acabar de una vez por todas con esta estupidez. Este proyecto era muy importante para mi, pero el rubiecito solo deseaba hacer lo que ah el le parecia mejor—¿Y que quiere hacer el señor?. Por que si bien el profesor explicó, debemos hacer un plato típico de Italia. Y el risoto es un plato que simplemente caracteriza ah Italia.

—Ya lo se, pero creo que un plato diferente para esta ocasión seria mucho mejor—menciona inclinándose un poco hacia mi y con una amplia sonrisa.

—¿De que se trata eso que dices?—no era personal, bueno. Quizás un poco si, pero no puedo evitarlo, no soy buena para cocinar con otras personas. Me gusta ser yo la que pueda tomar libremente las desiciones y dejar volar mi imaginación.

—Gelato—esto no me podia estar pasando.

—¿Que?.

—Lo que escuchaste. Además, el risoto es un platillo que identifica ah Italia. Pero también lo es el Gelato.

Mi primer amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora