15. Prioridades

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Mi tonta fantasía de quinceañera se vino abajo.

Como la casa de madera de los tres cochinitos, que parecía estable en primera instancia pero no fue suficiente.

Le pido volver, porque definitivamente necesito pensar y con él ahí viéndome como si pudiera quitarme la ropa con la mirada simplemente no puedo.

Volvemos, me deja frente a la puerta de la casa y se despide de mí con un beso que pudo ser en los labios pero tampoco estoy tan loca como para tentar al demonio tantas veces en 24 horas.

En cuanto abro la puerta escucho voces del otro lado, para mi desgracia sé perfectamente de quienes se trata.

- ¡Diana querida! - me recibe Nora la madre de Andrés - Cuánto tiempo sin verte - me sonríe con calidez.

Siendo del todo honesta, no tengo motivos para tratarla mal porque después de todo ella siempre ha sido una gran persona conmigo, todo lo malo que sé de ella es porque Andrés antes conversaba mucho, a diferencia de ahora.

- Señora Nora, qué placer verla - saludo - Perdone que hasta ahora llego, tuve un percance en una reunión con amigas.

Andrés, que aparece en la escena, claramente no va a contarle a su madre la escenita que me montó y por la que me fui, así que finge demencia.

- Hola mi amor - me besa y siento líquido subir y bajar por la vía biliar, pensé en que con Villa no se sentía así y me sentí un asco, pero es que eran tan diferentes.

Juan Pablo olía a algo cítrico y amaderado, sabía como a menta y Andrés… básicamente ya olía y sabía como a mí misma.

Me limité a sonreír para no decir estupideces y poder tragarme la bilis.

- Bueno yo los dejo solos porque ya tu papá debe estar en casa - dice mientras toma su cartera y se levanta - Diana, mi amor, pasa por casa cuando quieras y lleva a Andrés que hace mucho no los vemos, sé que tú sí me harás caso - me dice.

¿Cómo?

Veo a mi esposo palidecer y desaparecer por la puerta que da a la cocina.

- Es cierto, yo no les veo desde su cumpleaños y de eso ya hace casi tres meses - digo como quien no quiere la cosa.

- Pero tú eres mi nuera, el colmo es que mi hijo tampoco lo haga - ríe - Ya sabes cariño, te esperamos en casa - me da un beso en la mejilla y le grita a Andrés una despedida que él responde desde la cocina.

En cuanto se cierra la puerta voy a la cocina como alma que lleva el diablo.

- ¡¿Me quieres explicar qué carajo acaba de suceder?! - le grito.

- Puedo explicarlo…

- ¡Tienes que explicarlo querrás decir! ¿Por qué tu mamá dice que no te ha visto hace tres meses y tú siempre dices que estás con ella en su casa? ¡Eres el colmo Andrés!

- Bueno tú tampoco eres la Madre Teresa ¿No? - me volteo hacia él con el ceño fruncido y roja de la rabia - ¿Qué? ¿Me vas a decir que estabas con Cris y Nia? Porque ese hoodie claramente no es de ellas - la expresión en su cara lo dice todo.

- ¡No quieras darle la vuelta, explícame qué acaba de pasar!

- Acaba de pasar, Diana Carolina, que mi mamá quiso dejarme mal delante de ti ¡Igual que siempre! Porque nunca soy suficiente para ella, siempre seré el hijo al que deje de lado por los demás. Pero ya veo que no es la única con otros favoritos - y su tono petulante me devolvió al pasado.

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Dos años y medio antes

Llegué al bar de Giovanni brillando de alegría, Andrés ya estaba esperándome en nuestra mesa de siempre y me recibió con un pequeño ramo de rosas rojas.

Me acerqué y lo besé sin importar quién estuviera mirando porque hoy me sentía tan segura y capaz que estaba en la cima del mundo.

- ¿Por qué tan feliz? - me preguntó con una sonrisa en cuanto me separé de él.

- ¡Gio! - llamo al encargado - ¡Mándame una de la mejor champaña que tengas! - digo y Gio me muestra sus dos pulgares hacia arriba y una sonrisa amplia.

- Pero ¿Qué celebramos? - dice tomando mis manos sobre la mesa.

Llega la botella a nuestra mesa en una hielera.

- Celebramos que estás hablando con la nueva productora general del nuevo proyecto de Netflix Colombia - y cuando termino de hablar destapo la botella y el corcho suena como señal de buen augurio según la creencia popular.

Sirvo dos copas y veo cómo su sonrisa vacila y su rostro toma otro semblante aunque trata de disimularlo.

- Felicidades mi amor - chocamos las copas.

A medida que la noche transcurre, vamos y venimos por diferentes temas de conversación pero siempre volvemos a mi nuevo cargo, asumo que es porque lo estamos celebrando.

- ¿Y cómo es que lo conseguiste? - me pregunta.

- Fue gracias a Santi, él va a dirigir y le dieron la opción de elegir a su equipo, con él hice Distrito Salvaje y pues a pesar de ser solo asistente de producción siempre me permitió opinar y de verdad apreciaba mi trabajo así que… aquí estamos - me como uno de los palitos de queso que nos trajeron.

- ¿Y estás segura de que es buen tipo? Digo, en esa industria sabes que hay muchos hombres malintencionados.

- Andy relájate, ha sido muy bueno conmigo hasta ahora.

- Claro, porque nadie es malo de buenas a primeras, antes tienes que ganarte la confianza de esa persona y por lo que veo él ya se ganó la tuya.

- Ya deja de pensar eso, te juro que es agradable... Deberíamos invitarlo a cenar y así lo conoces.

- ¿Y ver a cómo el tipo seguramente le cae en mi cara? Paso - bien, ya estaba molesto y se supone que esto era una celebración.

- No entiendo tu problema - le dije jugando con la capa de condensación que se había creado en el vaso de mi trago.

- Mi problema, Diana, es que siempre pasa lo mismo. Siempre soy el segundo. Sin importar cuánto me esfuerce nunca soy tu prioridad a pesar de que tú sí eres la mía. Siempre habrá una amiga que te necesite más que yo, un trabajo al cual dedicarle más tiempo y un tipo que te parezca mejor.

Desde el otro lado del local podía ver a Giovanni sonreírme con pesar, disculpándose como si de alguna manera él tuviera algo que ver en esto, cuando claramente no es así.

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En en presente

Los problemas por Santiago apenas comenzaban entonces, le costó mucho más que esa conversación para hacerme renunciar a Netflix, pero al final lo había conseguido. Había dejado mi sueño de lado por él y su sugestión; y aunque logré solucionar ese problema en particular, al parecer no todos tenían reparo.

Casi ~ Juan Pablo Villamil (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora