Capítulo 2: Una nueva prisión

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El clima nocturno era tan frío, que por más que me arrebujada en las cobijas y daba vueltas en el colchón, no lograba conciliar el sueño.

Pensé en pedirle a Alessandra algún libro de historias y un cobertor extra cuando un sonido muy particular llamó mi atención.

Esperé en silencio, en medio de aquella oscuridad sin querer creer lo que había escuchado. No tuve que esperar demasiado. El gemido de una mujer y luego de otra cortaban el frío viento nocturno, haciendo que mi ceño se frunciera de incomodidad y fastidio.

"Si van a ver porno cerca de donde hay niños, podrían bajar el volumen. ¡Qué falta de modales tienen estos...!"


El sonido de un tercer gemido, seguido por la risa estruendosa y lejana de un hombre que soltaba frases de lo más denigrantes llegó junto con el razonamiento de algo importante para mi. En este lugar no existen los televisores ni las radios.

Lo que estaba escuchando no era un programa. No era ficción. ¡Había al menos tres mujeres teniendo relaciones cerca de mi ubicación!

Sonrojada por este descubrimiento, intenté cubrirme aún más, tapando incluso mi rostro con la almohada. Solo tenía que esperar a que los hombres terminaran, ¿cierto? Si no era una película ni un programa, esos sujetos tendrían que estar satisfechos en unos diez o quince minutos, luego de eso, la calma me dejaría para lidiar solo con el frío.

O eso pensé.

Los gemidos de las tres mujeres siguieron encontrando su propio altavoz en el jardín central. Voces de diferentes hombres las acompañaban a veces. Gritos, gemidos, difamaciones, risas malsanas y exigencias salían de las gargantas de diferentes hombres por el resto de la noche, dejándome con los nervios de punta y la garganta seca.

'¿No contentos con venderme, me enviaron a un burdel? ¿Qué clase de padre hace eso? ¿Qué clase de monstruo escoge a la niña más pequeña de una sala de niñas para enviarla a vivir a un burdel por los próximos diez años?'

Estaba preocupada ahora, muy preocupada. Si tengo libros puedo tolerar volverme la amante de un hombre, ¿pero esto?

Las palabras del erudito volvieron a mi mente con un nuevo significado. 'Espero comprenda que esto es por su propia seguridad'.

Tenerme en un palacio diferente al de los otros debía significar que estaría a salvo de esos hombres... pero ¿por cuánto tiempo? ¿terminaría como las tres mujeres que no paraban de gemir si intentaba escapar?

Por suerte, Alessandra parecía conocerme mucho mejor que yo misma. La puerta de mi habitación se abrió cuando la tercera ronda de hombres seguía de fiesta al otro lado del jardín. Las cortinas de mi cama fueron abiertas un poco. Una cobija cálida y gruesa fue depositada sobre mi y después, las gentiles manos de Alessandra comenzaron a frotar mi espalda.

"¿Está dormida, princesa?"


No pude contestar, estaba segura que comenzaría a llorar y a exigir que se me devolviera a casa si abría la boca, así que solo salí de entre las cobijas, mordiendo mi labio y aguantando las lágrimas, negando con lentitud.

"¿Le gustaría que le lea alguna historia, princesa?"


De nuevo, usé mi cabeza para asentir despacio. Alessandra me sonrió, dejando escapar una mirada de reproche a la ventana antes de tomar un libro de la mesita de noche, sentarse a mi lado y comenzar a leer con voz clara y fuerte.

"En los días de blancas arenas, cuando las tribus de Lanzenave aún vagaban casi desnudas y descalzas por el vasto desierto, a través de la puerta del mar llegó el primer rey."

La flor y el demonio: Libro 1: La Flor del Desierto BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora