Volver a empezar

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Capítulo 1

Decidí abandonar la oficina e irme a casa, mi mal humor iba en aumento, nada estaba resultando
como lo habíamos pensado.
Estaba perdiendo la escasa paciencia que tenía, llevábamos adelante una investigación que no
había avanzado todo lo que pretendíamos.
Mis socios y yo trabajábamos sin descanso en este caso.
Llevamos meses detrás de un grupo que trafica armas y drogas.
Sospechamos que estamos lidiando con profesionales, de hecho creemos que algunos de ellos han
pertenecido a la fuerza militar. Sabemos que se esconden en varios departamentos de la ciudad,
aunque todavía no pudimos dar con esos lugares. Habíamos asumido un compromiso con una de
las organizaciones más importantes del país y no estábamos llegando a nuestro objetivo.
Bajé hasta el estacionamiento en busca de mi auto.
Me subí al Bugatti, apoyé las manos sobre el volante y traté de calmarme, no era cuestión de
estrellar está joyita que había adquirido hacía solo unos pocos meses.
Dedicaba muchas horas a mi trabajo, es por eso que podía darme ciertos lujos.
Ya habían pasado cuatro años desde el día en que junto a Lucas, André y Tony pusimos en marcha
Oeil D’aigle (ojo de águila).
Nuestra empresa se dedica a investigar de manera privada, toda la mugre de la cual la policía no
quería hacerse cargo.
¡Y vaya que en esta ciudad de eso había y mucho!.. Las autoridades miraban para otro lado,
mientras a su alrededor se cometían atrocidades.
Seis largos años habían pasado desde mi arribo a Francia, me recibió un día gris y ventoso, que
acentuaba aún más la tristeza que cargaba conmigo y que me sigue acompañando a pesar de los
años…
Llego a mi departamento, que es mi fiel reflejo.
El mismo se encuentra ubicado en la ciudad de Lyon, este es mi espacio, es acá dónde me permito
ser yo mismo.
El sonido del teléfono me saca de mis pensamientos devolviéndome a la realidad.
—Hola
—¿Dónde diablos te has metido Gabriel? Llevamos horas buscándote.
—Hola Tony. ¿Qué es lo tan urgente? ¿Para qué me buscaban? ¿Sucedió algo?
—Tranquilo, nada de que preocupar, solo que nos llamó la atención llegar y no encontrarte.
—Te entiendo y te pido que me disculpes con los chicos, no estoy teniendo un buen día, hay
momentos en que necesito alejarme, no soy buena compañía para nadie.
—Está bien amigo, no siempre podemos tener días buenos, aunque estaría bueno que en vez de
huir, puedas darte cuenta de que podés contar con nosotros.
—Lo sé y te lo agradezco Tony, creo que ha llegado el momento de reconocer las grandes
personas que tengo a mi lado.
—Nos vemos mañana amigo.
—Que descanses Tony.
Tenía que reconocer que la vida me había premiado con amigos increíbles.
Seis años atrás había llegado a Francia con el corazón destrozado y sin rumbo.
Únicamente con lo puesto y nada más. Habían pasado tres meses del trágico accidente que me
llevó a dejar mi país, sin detenerme a mirar hacia atrás.
Buenos Aires se convirtió en un infierno del cual necesitaba salir con urgencia, de la noche a la
mañana me quedé sin nada, me lo habían quitado todo.
Ni siquiera me detuve a pensar en ella, no tenía nada para ofrecerle, estaba vacío.
Evitó perderse en esos recuerdos, no quería permitirle a su cabeza que volviera a ese día, a ese
lugar.
No pasaba un solo día en que no pensará en ellos, no había un solo instante en que no recordará
ese maldito accidente.
El enojo y la frustración no es una buena compañía, no me llevan a ningún lado, no me devuelven
nada de todo lo que perdí…

Buenos Aires 2012
Carlos Martínez es un juez muy reconocido, llevaba 30 años en su cargo, tenía una conducta
intachable, y una familia de la cual se sentía muy orgulloso.
Él y María llevaban muchos años de casados, se habían conocido siendo muy jóvenes y nunca más
se separaron, ella solía decir que fue amor a primera vista.
Eran un matrimonio muy unido, sus hijos Gabriel y Sol eran su gran orgullo. A veces María le
reprochaba el tiempo que le dedicaba a su trabajo y no así a su familia, pero ella sabía que para
Carlos no había nada más importante que sus hijos y ella.
Se había esforzado mucho para conseguir el lugar que ocupaba, estaba orgullosa de su esposo y de
todo lo que habían logrado juntos.
Muchas veces el miedo la invadía, Carlos, luchaba día a día para evitar que la corrupción se
adueñara de los pasillos de su juzgado, tenía muchos amigos, pero también en sus largos años de
trabajo, se había ganado demasiados enemigos.
El tráfico de armas y drogas cada vez era más frecuente. Unos meses atrás, Carlos fue uno de los
jueces encargados de condenar a una banda que traficaba armas y drogas desde Francia. Las
ingresaban por la frontera del norte del país, con la ayuda de autoridades que se hacían los
desentendidos. Se sabía que eran siete hombres, todos mayores de edad y de diferentes
nacionalidades.
Habían podido atrapar y condenar a cinco de ellos, los otros dos pudieron escapar.
Hacía un tiempo había empezado a recibir amenazas, prefirió ignorarlas, estaba acostumbrado a
ese tipo de situaciones, no creyó necesario preocupar a su familia, al fin y al cabo está podía ser
una más de las tantas que ya había recibido. Pero todo cambió esa trágica noche del miércoles 12
de julio.
Asistían a una cena que había organizado su juzgado, con motivo del nombramiento de uno de sus
mejores amigos.
Disfrutaba mucho de compartir con algunos de sus pares, no así con otros y si su familia era parte,
el plan era perfecto.
Esa noche el asfalto de la autopista del Sol se encontraba muy resbaladizo, una llovizna tenue no
dejaba de caer.
El impacto fue espantoso, provocando que el chofer perdiera el control del vehículo, que por
motivo del golpe empezó a dar trompos y terminó por explotar para después prenderse fuego…

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