Olvidar el Pasado

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Capítulo 6


No había tocado el libro, así cómo lo compré, así se encontraba en la bolsa

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No había tocado el libro, así cómo lo compré, así se encontraba en la bolsa. De eso ya habían
pasado varios días.
Aunque seguía con mi rutina de salir a caminar todos los días después del trabajo, no había vuelto
a pasar por la vereda de Librairie Diogène, por alguna razón que no llegaba a entender, sentía que
estaba desilusionando a Sofía, le había mentido cuando entré a su negocio con la excusa de estar
buscando un libro.
Actuar de esa manera no estaba en mi naturaleza, además siempre fui de frente cuando alguna
mujer me interesaba, no sé que hacía la diferencia con ella.
Tal vez pueda relacionarlo, en ese anhelo de los primeros días por descubrir su rostro, o
simplemente se trate que hace demasiado tiempo que no estoy con una chica, aunque ese no
sería un motivo, para no poder sacarla de mi cabeza.
Esos ojos color miel, esa boca chiquita, pero carnosa, no, no, era mejor no tomar por ese camino.
—Hacía demasiado tiempo que no veía una sonrisa así en esa cara.
—Hola Tony cómo estás?
—Yo muy bien y vos, por tu sonrisa tengo que pensar que estás excelente.
—Nunca se te va a quitar lo exagerado, ¿acaso nunca sonrió? Tampoco soy un ogro.
—Nunca dije que fueras un ogro, es que últimamente son muy pocos los momentos en que te veo
sonreír, y me atrevería a asegurar que esa sonrisa tiene que ver con una mujer, ¿me equivoco?
—No voy a responder a esa pregunta Tony, que te trae a mi oficina.
—Alfredo me acaba de informar que tiene el nombre de uno de los jefes.
—¿Por qué de uno, cuántos son?—Dos, del segundo que está a cargo, todavía no pudo averiguar
nada, parece que cuida muy bien su espalda, se sabe vigilado y es por eso que se deja ver muy
poco.
—¿Cuál es el nombre que te dio?—Thomas Bernard, tiene treinta y seis años y es francés, es el
que se ocupa de las armas y es a quien seguimos el otro día hasta la fábrica.
—Alfredo tiene la teoría que son socios, pero el otro se ocupaba de repartir y ubicar la droga.
—Entonces se debe mover por dónde se encuentran las universidades y la zona de discotecas.
—Así es Gabriel, los muchachos y él ya están trabajando en eso.
—Tal vez tendríamos que pedir ayuda a nuestros amigos de la Interpol, Tony, hemos trabajado
juntos en muchas ocasiones, ellos nos pueden dar información y de esta manera podremos actuar
más rápido.
—¿Querés ocuparte vos? —Si tranquilo, hoy mismo me pongo en contacto Pierre y le explico la
situación.
—¿Algo más que tenga que saber?—Nada por ahora Gabriel, nos vemos más tarde.
—Adiós Tony.
—Bonjour, avec Pierre Leroy s’il vous plait
— Un moment
—Salut
—Hola Pierre, soy Gabriel.
—Amigo, tanto tiempo sin saber de vos, ¿Cómo está todo por ahí?
—Todo bien, con mucho trabajo.
—Decime, a que se debe tu llamada.
—Estamos teniendo problemas en dar con los datos de una persona, y quien mejor que vos para
ayudarnos.
—¿Tienen algo? —Creemos que es francés, de unos treinta años y está relacionado con Thomas
Bernard en el tráfico de drogas y armas.
—¡A bueno! Estamos hablando de peces gordos, dame unos días ni bien tenga algo te llamo.
—Gracias Pierre, estamos en contacto, cuídate…

Después de haber hablado con Pierre, di por finalizado mi día de trabajo.
Aunque lentamente, las piezas iban encajando de a poco. El nombre que nos había pasado
Alfredo, no era el que yo esperaba, pero íbamos por el camino correcto.
La Course se había convertido en uno de mis lugares favoritos, así que hice mi parada obligada,
antes de llegar a casa.
Sentado en la mesa del fondo(otra de las cosas que había tomado de ese sitio como propia)podía
observar todo lo que sucedía afuera, tenía una vista privilegiada de la librería de Sofía, veía el ir y
venir de todas las personas que obligadamente tenían que pasar por ahí, para después cada uno
dirigirse al sitio al que pertenecía.
—Comment vas-tu met
—Bien et toi?
—Veo que estás muy entretenido, mirando como la gente termina su día de trabajo y va de
regreso a la casa.
—Así es Armand, desde este lugar puedo observar y descubrir muchas cosas, sin siquiera ser visto.
—No estés tan seguro de eso, esta ventana puede ser muy engañosa.
—¿De qué hablas?
—No me hagas caso, te traigo tu café?
—Por favor.
Había algo nuevo al costado de la puerta de Librairie Diogène, parecía ser una caja muy bien
armada, se podía distinguir en ella papeles de varios colores y cintas.
Muchas de las personas que pasaban por la vereda, se detenían a mirar y una de ellas una
jovencita, sacó algo y entró al negocio.
Mi mesa estaba tan bien ubicada, que podía ver con claridad a Sofía en la caja.
La chica le pasó lo que había sacado de caja, era un libro ¿claro que otra cosa podía ser?
Sofía irradiaba luz, era algo muy difícil de explicar, lo noté la primera y única vez que la tuve frente
a mí.
—¿Ya conociste a Sofía?
—¿Cómo?
—Sofía, la dueña de la librería, es una niña encantadora.
—Yo diría que es una mujer encantadora, en todo caso.
—Claro que si, para un joven de tu edad, yo puedo ser su padre.
—¿Hace mucho que la conoces?
—Hace más de dos años, tal vez tres, el tiempo pasa demasiado rápido.
—Ya lo creo que sí
—Ustedes se podrían llevar muy bien, ella también viene de Buenos Aires como vos.
—Que raro, no noté su acento hace algunos días cuando hablé con ella.
—A entonces ya la conoces
—Solo entré al negocio a comprar un libro.
—¿Y?
—¿Y qué?
—Cómo estuvo el libro ¿te gustó?
—Todavía no pude leerlo, no cuento con mucho tiempo.
—Entonces fue solo una excusa, para poder ver de cerca los hermosos ojos color miel de Sofí.
—Bueno creo que ya me voy, hoy ha sido un día muy largo y de mucho trabajo.
—Entonces anda a descansar muchacho, nos vemos otro día.
—Que sigas bien Armand
Salí del café sin mirar para enfrente, bajé la cabeza y emprendí el regreso a mi departamento.
Tan concentrado estaba en no fijar la vista en el local donde ella estaba, que me llevé por delante
a una persona, cuando iba a pedirle disculpas, me encontré de frente con el mismo hombre que
días atrás había pegado al portazo en la librería.
—Lo siento no lo vi
—Está bien no fue nada
Me quedé un segundo parado y él cruzó la calle y se dirigió hacia el local de Sofía, lo vi entrar y
decidí seguir mi camino.
En mi vida no había lugar para otro conflicto más, con los que tenía ya era suficiente.
Después de varios minutos de encontrarme en mi departamento, me preguntaba si había hecho lo
correcto. Ese hombre no tenía cara muy amigable, la vez pasada cuando lo vi se fue muy enojado
del lugar.
Quizás ya no eran novios y la discusión anterior había sido por ese motivo ¿pero quién soy yo para
meterme? ¿Sería una locura volver para ver que pasa?
Solo me llevaría unos minutos, mientras sigo pensando el tiempo corre…
Había decidido ir por la otra calle y no por la principal, aunque el local todavía mantenía las luces
encendidas, no había rastros del tipo, pero tampoco de Sofía.
¿Tendría que entrar? ¿Qué estoy haciendo acá? Cuando estaba decidido a entrar, las luces se
apagaron y alguien abrió la puerta.
—¡Por Dios va a matarme de un susto!
—No fue mi intención, lo siento
—¿Gabriel, es usted? ¿Venía por otro libro?
—¿Se acuerda de mí? —Si claro, ¿Cómo no?
—Pasa tanta gente por acá y usted debe ver a tantas personas, que pensé que no me recordaría.
—Estoy cerrando, quizás sí pasa mañana, pueda recomendarle otro libro.
—¿Puedo ser sincero con usted Sofía?
—Por supuesto, usted también me recuerda.
—Cómo no recordarla. Todavía no pude empezar el libro.
—Esta bien no hay ningún problema, que tonta soy, usted debe de haber salido a caminar y yo
creí que venía a la librería.
—Buenas noches, Gabriel, que descanse.
—Si quiere puedo acompañarla, ya se hizo muy tarde —No es necesario, vivo a sólo tres calles de
acá, adiós.
—Adiós Sofía, nos vemos…

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