La campana de la entrada suena y me hace levantar la mirada. Siempre sonrío cuando entra un cliente para hacerlo sentir bienvenido, pero esta es una de las pocas veces que la sonrisa es genuina, inconsciente, y no una orden que me doy a mí mismo.
— Aiden —pronuncio. Me sonríe de vuelta, pero enseguida lo corrige y vuelve a su expresión seria—. ¿Qué tal?
— Bien, supongo —avanza hasta el mostrador, saca unas monedas y las pone en la superficie de madera—. Se me olvidó lo de comprar el pan ayer.
— Oh, cierto —cuento las monedas y proporcional a esto, pongo en la canasta la cantidad de panes respectivos. Se la entrego y me apoyo en el mostrador—. ¿Qué tal tu noche?
Me mira extrañado, toma la canasta y carraspea.
— Eh... Bien. Gracias, buenos días —dice y sale del local poco menos que dando zancadas.
Y ahora el extrañado soy yo.
— ¿Acaso hice algo mal? ¿Dije algo que lo molestó? —pregunto, revolviendo el café con el entrecejo fruncido.
— ¿No será que le gritaste en el porche de su casa y lo dejaste tirado para ir a hablar con un cualquiera? —inquiere imitando mi tono, agregándole una pizca de drama. Ruedo los ojos.
— Ya te pedí disculpas a rodillas, supéralo.
— Y tú le caes mal a él, supéralo.
— No le caigo mal —me cruzo de brazos tras dejar la taza sobre la mesa—. Al menos... eso creo. ¿Tú crees que le caigo mal?
— No sé, Spring, no estuve ahí, pero si hoy se portó contigo como me dices que se portó, entonces algo ha de haber. Uno no ignora así como si nada a la gente, pero no lo sé, Rojo es raro —toma el último sorbo de su taza de café. Luego me mira, y por primera vez desde que llegué siento que su expresión se ablanda un poco—. Ey, no pongas esa cara. Seguro solo tuvo una mala mañana, la única persona que tiene permitido que le caigas mal soy yo.
Río ligeramente, tomando después un sorbo de café y suspirando.
— ¿Piensas hablar con él?
— Tal vez... no sé —me masajeo el tabique y cierro los ojos—. No, sí quiero hablarle. Voy a hablarle.
— Tienes suerte de que te quiera mucho como para dejarte estar en mi casa a pesar de que sé que planeas seguir relacionándote con ese tipo, ojalá no se te pegue su maldición.
— Ojalá dejes de ser una pesada —vuelvo a rodar los ojos, aunque luego le sonrío.
— Oh, hola, chiquito. Tú de nuevo —me acunclillo y acaricio la cabeza del gato negro de ayer—. ¿De casualidad sabrás dónde está tu amigo el alto?
Claramente, el gato no me responde, pero se ve muy a gusto con las caricias.
Han pasado unas horas desde la charla con Meg y aunque he estado haciendo otras cosas para hacer tiempo, no he dejado de lado mis intenciones de volver a hablar con Aiden. ¿Qué le voy a decir siquiera? A lo mejor y es verdad que solamente tuvo una mala mañana y yo me estoy complicando.
El gato se zafa de mis cariños y empieza a caminar hasta el final del pueblo, cerca del río. Algo dentro de mí me impulsa a seguirlo.
Tras unos minutos de caminata, veo a lo lejos a Aiden sentado en una piedra plana cercana al arroyo, viendo al horizonte. No dudo antes de acercarme.
Piso una hoja seca, lo que lo sobresalta. Parece que se estaba quedando dormido. Voltea hacia la fuente del sonido, y se muestra sorprendido al verme.
— Hola —dice con la voz ahogada. Levanto la mano con reserva, saludándolo con ella.
— ¿Me puedo sentar?
— Uh... seguro.
Hago lo propio, y aunque había suficiente espacio como para que yo me sentara, se desplaza hacia la derecha, dejando entre ambos una distancia considerable.
Apoya sus codos en las piernas, quedando encorvado. Vuelve a clavar la vista en el agua, con mirada taciturna. Al pasar unos segundos eternos de silencio sepulcral, nota que lo estoy mirando y frunce los labios.
— Entonces... —empiezo, decidiendo mirar hacia el río igualmente por miedo a incomodarlo— ¿Qué haces aquí? ¿Vienes a menudo?
— Me siento aquí de vez en cuando —murmura—. Es tranquilo.
— Sí, es un sitio lindo —sonrío. Recojo las piernas sobre la piedra y las cruzo.
— ¿Y tú qué haces aquí? —inquiere, con algo de molestia en la voz.
— Estaba caminando y te vi a lo lejos, quise venir a hablar —parece aún más frustrado que antes.
— No te entiendo —suelta enfadado, llamando mi atención—. De la nada apareces y empiezas a tratarme como si nos conociéramos de toda la vida, me... me tratas bien. ¿Por qué lo haces?
— ¿Necesito una razón para que me agrades? —frunzo el entrecejo— Sé que estás acostumbrado a que la gente sea hostil contigo sin razón, pero yo no soy así, Aiden. Nunca pensé de ti lo que piensa todo el resto del pueblo.
— ¿Si es así por qué tardaste tanto en acercarte a mí? —levanta la cabeza en mi dirección, mirándome a los ojos por primera vez en el día. Siento otra vez un escalofrío— No intentes pretender que no creíste alguna vez todas las cosas que dicen de mí.
— No estoy pretendiendo, siempre me han parecido supersticiones tontas y he creído que eres una buena persona que merece una oportunidad —el enfado no desaparece de su rostro. Trago saliva, no estoy dispuesto a desviarle la mirada cobardemente—. Me daba vergüenza, simplemente. No sabía cómo acercarme a ti, no sabía si quería que lo hicieras o cómo te lo tomarías, ayer te hablé por impulso —finalmente, su expresión se suaviza ligeramente—. Pero creo que ya tengo la respuesta. Si no querías mi compañía solo debías decírmelo, no quería molestarte, perdón.
Disgustado, me pongo de pie. La última vez que veo a Aiden, ya no está enfadado. De hecho, su rostro se ve como el que pones cuando te percatas de que has cometido un error. Lo escucho ponerse de pie y me toma el brazo antes de que me aleje.
— Espera —dice simplemente, y no pongo resistencia. Volteo hacia él y nuestros ojos vuelven a encontrarse. Me suelta el antebrazo con cierto nerviosismo y suspira—. Lo siento, no me molestas, de hecho... eres muy agradable, y se sintió muy bien pasar contigo y tus padres ayer. No me sentía así de feliz desde hace mucho.
También el enojo se ha ido completamente de mi cuerpo al ver su sonrisa sutil. Torno a él quedando frente a frente, esperando a que continúe.
— No estoy acostumbrado a esto, ¿sí? A todo el tema de la amistad y lo que sea. Perdón si malinterpreté tus intenciones... Me parece que tengo mucho que aprender.
— Está bien, lo comprendo —sonrío al fin.
— Spring —es la primera vez que lo oigo decir mi nombre y siento que algo se me remueve por dentro, pero no es náuseas, no podría ser algo más alejado. Se siente cálido, de hecho—, quiero aprender contigo sobre ser amigos. Si no te supone alguna molestia.
Veo que extiende su mano en mi dirección. Mi sonrisa se ensancha al punto de mostrar los dientes, y esta vez me toca ser a mí quien corresponde al apretón.
— Será un placer. Y creo que sé cómo comenzar.
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redhead || foxtrap fnafhs.
Fanfiction"¡no lo mires a los ojos! ¿no has oído lo que dicen de él? ¡seguro puede petrificarte con la mirada!" "lo sé, pero no puedo evitarlo. tiene unos ojos hermosos" donde a spring no le importan los prejuicios que tienen sobre el chico pelirrojo del pueb...