Altagracia Sandoval
– No podía creer que había empezado a sentir algo por esos niños, meditaba la posibilidad de ser su madrina mientras curaban mi pómulo y hacían los exámenes de rutina, odiaba el hecho de que me sacarán sangre pues siempre después de eso me sentía cansada y adormecida. Por lo que tenía entendido ya los trillizos no entraban en la habitación así que los fui a ver dónde se suponía que estarían, quería cargarlos, aspirar ese olor a bebé que desprendían los tres y examinarlos más a fondo, el hecho de que se parecieran a mi me hacía sentir aún más extraña, hasta hace un día no los esperaba de la mejor manera pero ahora que los tres pequeños estaban frente a mi me sentía completamente asustada, confundida pero tener a estos pequeños en mis brazos me hacía sentir como si fueran míos, en sólo una media hora había empezado a amarlos como nunca; me quedé ahí un rato con ellos dándole calor a los tres, por lo que sabía aún faltaban tres semanas para que nacieran así que se podían contar cómo prematuros así que fui completamente delicada al moverlos de sus camitas. Eran tan hermosos con sus cachorritos todos hermosos.
Sus manitos eran pequeñas y gorditas, los tres eran muy gorditos. Les tome una foto antes de salir directo a casa, lo de José Luis me había dejado muy mal parada; no se veía feliz con el embarazo de su esposa y era extraño, normalmente los hombres se emocionaba ante la idea de tener hijos, algo muy sagrado para ellos. Al llegar a casa me recosté pensando en todo lo que había pasado en tan poco tiempo, hasta que escuche ruidos arriba y al subir encontrándome a Saúl.
Le tiré una mirada asesina al entrar a mi habitación, como era posible que alguien me cayera tan gordo? Aunque conmigo era casi imposible que alguien me cayera bien pero Saúl era un caso aparte. Al no querer quedarme sola fui a la empresa a adelantar trabajo encontrándome a José Luis en su oficina.
— Hola, José Luis, voy a adelantar el trabajo de mañana – Deje un beso en su mejilla como gesto de saludo –
— Está bien, como están tu sobrinos? Tengo entendido que los fuiste a ver hoy – Respondió viendo unos papeles, parecía enojado –
— Oh, sí. Pues están bien dentro de lo que cabe, creo que son prematuros, no lo sé con exactitud. Y tu esposa? Tu bebé está bien? – Hablé siendo un poco obvia –
— Mira, no tendría porqué darte explicaciones pero ella no está embarazada. Ya se hizo una prueba de sangre y es obvio que no lo está, sólo es la mentira de este mes – Levantó la mirada encontrándose con una muy curiosa de mi parte – No me malinterpretes.
— Oh no, disculpa; no quería tocar una fibra sensible.
— No, tranquila tu, ya estoy acostumbrado; pero cuéntame de ti, me gustaría saber más de ti.
– Nos pasamos todo el tiempo juntos hablando y riendo de nosotros mismos. El era muy agradable y yo en este momento necesitan conversar con alguien para distraerme de la realidad u el era la mejor opción. Sonaba muy contradictorio todo lo que había dicho hasta ahora pues a penas ayer había jurado que no le iba a contar nada de mí y ahora estábamos camino a un restaurante mientras elegimos la comida favorita del otro. Algo muy raro pero el me trasmitía confianza; aún así me comportaba seria para no perder la compostura.
Cenamos entre risas y chistes malos de parte de Jose Luis, era una joyita con los chistes, demasiado malos tanto que te hacían reír hasta doler el estómago de manera fea pero aún así no podías parar de reír.
Luego de la amena cena con el antes mencionado fuimos a un bar como personas de alta gama que somos, no podíamos meternos ahí en un club de quinta, el es un empresario de renombre y yo soy la casi dueña de una empresa gigante.
Ya a la media noche, en medio de los tragos; estábamos completamente pasados de tragos, surgió una conversación con muchos beneficios, al menos para mí. Yo siempre era sincera y ebria aún más así que sin ningún filtro me puse a hablar con José Luis sobre lo mucho que me atraía y el correspondiendo a mi atracción diciendo que también le atraía yo.
— Es que eres perfecta, nena – Se acercó a abrazarme y yo sin ningún problema acepte su estrecho abrazó oliendo su cabello –
— Vámonos – Le dije después de darle un candente beso haciendo que me siguiera como un perrito callejero –
– Entre besos llegamos a la camioneta negra para seguir ahí con los besos, estábamos jodidamente calientes los dos y ya a el se notaba al ver su dura erección que deseaba salir ya de su pantalón. Decidimos parar en un hotel donde el bajo primero a pagar el cuarto que usaríamos mientras yo esperaba inquieta en el vehículo.
Entramos a la habitación entre manoseos por su parte, se veía desesperado, pero no lo juzgo porque podría ser yo.
Retiró mi ropa rápidamente dejándome en una tanga roja a juego con el sostén, algo muy normal en mi pues siempre me encantaba combinar mi ropa interior por si se daba algo así. José Luis era una fantasía sexual andante, el como tocaba mis pechos y succionaba mis pezones me hacía sentir en el cielo a parte de las marcas que iba dejando por mi cuello que probablemente no se irían en días pero estaba en el cielo con el.
Tocaba mi clítoris mientras susurraba a mi oído que me deseaba desde hace mucho, al igual que yo a él, gemía bajito ante sus toques, aún no íbamos a la cama pero este ya estaba sin camisa dejando ver su hermoso cuerpo y su espalda ancha que adornaban un montón de pecas y lunares que lo hacían ver aún más hermoso. José Luis era todo un caballero.
Se detuvo un momento para desabrochar su pantalón y ya estaba arrodillada frente a el para empezar a chupar su miembro erecto lamiendo desde la base hasta la punta, era tan delicioso y delirante este encuentro que cuando menos pensábamos ya estaba entrando y saliendo de mi salvajemente mientras mis gemidos se oían por toda la habitación con fuerza.
Estaba bien dotado, no lo iba a negar y ese pedazo de carne entre sus piernas me hacía sentir cada ves más excitada sintiendo la sensación tan distintiva que me hacía saber que ya estaba por llegar pero al parecer José Luis aún no.
Estaba segura que su cuello estaría lleno de marcas mañana al igual que su espalda pues cierta persona estaba desahogando ese inmenso placer que le daba el susodicho con su espalda.
Fueron varias rondas antes de terminar, todas con condón pues esto solo era una aventura, ninguno de los dos quería meter la pata de esa manera tan baja.
[...]
– Los rayos de sol se colaban por el gran ventanal con agresividad, al igual que el dolor de cabeza que invadía todos mis pensamientos y el dolor que sentía en mis caderas aún era presente, todos los recuerdos de la noche anterior estaban aún presentes en mi mente, aún más cuando vi que estaba aún acostada encima del cuerpo calientito de José Luis. Emanaba un calor increíble, tanto que en toda la noche no sentí ningún poco de frío.
Hole amiguites, volví