Playa

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Abrió la puerta trasera del club y se escapó a hurtadillas. Los últimos días habían sido difíciles para todos, y necesitaba unos momentos a solas. No le importaba si se enojaban por su escapada; ese tiempo para sí misma era algo que no estaba dispuesta a sacrificar. Con sus gafas de sol y el bolso al hombro, salió a paso rápido hacia la avenida principal, con la esperanza de que nadie notara su intento de fuga.


Al pasar frente a una gran cafetería, decidió hacer su primera parada del día. Entró y pidió un enorme café helado, con mucho de todo. Sonrió descaradamente al recibir el vaso y dio un sorbo, disfrutando del contraste entre el ácido del café, el dulzor de la crema y el frescor del hielo derritiéndose en su boca.


—¿Quién dijo que las demonias no tienen hambre? —pensó, divertida.


Continuó su paseo, mirando atentamente las vitrinas de las tiendas. Mientras caminaba, se le antojaba comprar algunas cosas para sus hijos o su esposo. Disfrutó del sol en su espalda, sintiendo cómo el calor la recargaba, derritiendo lentamente las tensiones y preocupaciones de los últimos días.


Se detuvo frente a una tienda que exhibía trajes de baño. Viendo uno en particular, pensó en lo mucho mejor que sería compartir esos momentos con alguien. Después de todo, de nada servía esa libertad si no tenía con quién disfrutarla. Sacó su celular y, mientras admiraba unos artículos de playa de colores brillantes, escribió rápidamente:


—Ey, prima, ¿qué te parece una escapada a la playa?


Con una sonrisa, envió el mensaje, entró a la tienda y compró el traje de baño azul que había visto en el escaparate, junto con algunos juguetes de playa. Acto seguido, se teletransportó a su playa favorita, donde el sol alto reflejaba destellos dorados sobre el mar.


Reclinada en una silla de playa, con un margarita en la mano, escuchaba a su prima contar historias sobre su trabajo como maestra en una escuela para seres sobrenaturales.


—El año que viene será el turno de mis hijos. Espero que entren a tu salón. Serán felices de tener clases con su tía favorita.


—La verdad, espero que no —rió su prima, viendo la expresión de sorpresa en su cara—. No es que no los quiera, pero esos niños son tan energéticos... y tienen habilidades que ni siquiera conocemos aún.


—Nosotros también estamos preocupados, pero pronto tendrán que empezar a socializar —respondió, mientras miraba el mar con una expresión pensativa.


Se estiró, dejando que el sol la bañara, y pensó en cómo, en ese momento, su esposo y sus hijos probablemente estarían buscándola, un poco desesperados por su repentina desaparición. Sin embargo, necesitaba ese tiempo para reconectarse con su familia, solo entre mujeres, recuperando sus poderes y equilibrándose. En su raza, compartir esos momentos juntas les permitía sanar y potenciar sus habilidades.


—¿Has estado practicando lo que te enseñé? —preguntó, mirando a su prima con atención. Al ver que ella se encogía un poco en la silla, continuó—. Necesitas poder defenderte; no siempre voy a estar a tu lado.


Contempló el horizonte por un momento antes de levantarse, animándola:


—Vamos, muévete. Tenemos un rato antes de que nos encuentren. Enséñame lo que has aprendido.


Se levantó perezosamente y se puso en guardia, mientras su prima se acercaba con cautela, estudiando sus movimientos. En un instante, su prima se lanzó en un ataque directo, pero ella estaba lista. Al recibir el golpe, reaccionó rápidamente, conectando su rodilla en el estómago de su prima, quien boqueó, intentando recuperar el aliento. Su prima levantó una pierna, tratando de alcanzarle la cabeza, pero ella retrocedió y lanzó una descarga energética. Su prima la esquivó, teletransportándose a su espalda y sujetándola por el cabello, intentando derribarla.Con un giro, logró liberarse y, en un movimiento rápido, barrió sus tobillos, tumbándola al suelo. Aprovechó el momento para inducir una pesadilla en su mente, pero su prima respondió con un bloqueo tan fuerte que la hizo caer de espaldas. Desatada, ella atacó con una ilusión, haciendo que las rodillas de su prima se doblaran de terror, mientras la visión de un auto quemado se extendía alrededor. Su prima, temblando, golpeó el suelo con la mano tres veces, rompiendo la ilusión y terminando el combate.


La ayudó a levantarse y la abrazó con una sonrisa, dándole un cariñoso golpe en la espalda.


—Buena pelea. Pronto podrás evadir mis ataques por completo. Estoy orgullosa de ti.


—Estoy completamente de acuerdo con eso —dijo una voz a sus espaldas.


Se giró rápidamente, sorprendida, lista para lanzar una descarga, pero al ver de dónde provenía la voz, no pudo evitar sonreír. Se acercó para recibir un apretado abrazo del esposo de su prima, que caminaba hacia ellas desde entre las palmeras que bordeaban la playa.


Aprovecharon para sentarse juntos bajo el sol, rodeados del murmullo del mar y la suave brisa. Y mientras compartían historias y risas, supo que había hecho bien al tomarse ese tiempo para reconectar, para recargarse. Aunque la vida estaba llena de desafíos y responsabilidades, esos momentos de paz, entre familia y naturaleza, la recordaban por qué siempre seguiría luchando.

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