Una Noche Sin Luna

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Se acercaban los días de Halloween, y el entusiasmo en el aire despertó su curiosidad. Decidió averiguar de qué iba todo el revuelo, así que preparó el ambiente perfecto: apagó las luces y dejó que el tenue resplandor de las calles, junto con el brillo de las estrellas, llenara la sala. 


Armada con palomitas, varios snacks y una selección de bebidas, se instaló en el sofá y envió un mensaje a sus amigas:

"Maratón de películas de terror, empezando por Destino final y terminando con Saw. ¿Quién se anima a asustarse?"


Puso la primera película y se acomodó justo cuando aparecían los créditos iniciales de Destino final 1. No pasó mucho tiempo antes de que sus amigas llegaran, formando un pequeño ejército de almohadas y mantas en la sala. Cada una agarró snacks y bebidas, mientras comenzaban a comentar sus muertes favoritas de la saga.


—¡Esto no da miedo! —exclamó una de ellas, frunciendo el ceño—. Más bien da asco. Por favor, pon otra cosa.

Las demás la abuchearon por un rato, pero finalmente accedieron a cambiar. Estaban a punto de poner Saw, cuando otra amiga intervino:

—Por favor, esa es aún peor. Mejor intentemos algo diferente.


Sacó de su bolsa una película con una portada de color naranja. Al verla, todas se quedaron boquiabiertas. Sabían que no era exactamente de terror, pero el suspenso psicológico era ideal para una noche de Halloween. Las llenaría de una ansiedad perfecta para esa atmósfera.

—¿No sean gallinas? —bromeó la chica con la película en la mano—. Será divertido, ¿no?

—No lo sé, tal vez no sea una buena idea —dijo otra, rebuscando entre una pila de películas sobre la mesa.

—¿Qué es lo peor que podría pasar? —insistió, haciendo una cara adorable, con ojitos de cachorro y un puchero. El gesto era tan gracioso que todas rompieron a reír.

—Está bien, pero a la primera señal de miedo, la apagamos —concedieron, entre risas.

Así que todas estuvieron de acuerdo y, con cierta aprehensión, pusieron la película. A medida que los créditos iniciales avanzaban, el ambiente se volvía cada vez más tenso. Se apretaron juntas en el sofá, con las bebidas y snacks en las manos, mientras la película iba elevando la tensión.

Las escenas se sucedían, y el suspenso aumentaba. Justo cuando el asesino estaba a punto de cometer su primer crimen, todas las luces de la casa se apagaron de repente. Gritaron de sorpresa, algunas dejando caer sus palomitas. Se lanzaron a buscar velas y linternas, chocando unas con otras en la oscuridad, y justo en ese momento, una fuerte lluvia comenzó a golpear contra las ventanas. Los rayos iluminaban las sombras por unos segundos, haciéndolas parecer más largas y siniestras. Se llamaban en voz alta, tratando de encontrarse.

Un grito repentino rompió el caos, proveniente de la cocina. Corrieron en esa dirección, pero al llegar, no vieron nada, solo la ventana abierta, moviéndose por el viento. Encendieron sus linternas y se dieron cuenta de que una de ellas faltaba. Se giraron para regresar a la sala, pero en ese momento, escucharon pasos pesados que se dirigían hacia ellas. Se agruparon alrededor de la pequeña cocina, temblando mientras el ruido de pasos acercándose aumentaba, acompañado de otros más suaves y rápidos.

Tomaron lo primero que encontraron para defenderse: vasos, platos, ollas, cuchillos e incluso las linternas. Se apretaron unas a otras, sin saber qué hacer. Estaban listas para pelear cuando, de repente, algo pequeño y suave comenzó a rodearlas, rozándoles los tobillos, y otro pasó sobre sus hombros. Pequeños gruñidos y unas patitas fuertes y rápidas les recorrían el cuerpo. Los gritos se hicieron más agudos, y el pánico pronto provocó que sus poderes chisporrotearan alrededor de ellas, cargando el ambiente de estática. El pelaje de las criaturas parecía áspero, y sus ojos brillaban como diminutas llamas en la oscuridad. Una de ellas, por reflejo, golpeó a una de las pequeñas criaturas con su poder, y el animal salió volando hacia la pared.

Justo en ese instante, las luces se encendieron de nuevo, y en la entrada de la cocina apareció un grupo de hombres altos, todos armados, listos para defenderlas de cualquier amenaza. Al entrar, no pudieron evitar romper en carcajadas: ¡habían sido atacadas por un grupo de gatos de diferentes tamaños! Se habían colado por la ventana de la cocina, buscando refugio de la tormenta, y habían asustado a las chicas con su inesperada presencia.

Sus amigas, aún temblando, se miraron entre ellas, sintiéndose un poco tontas pero también aliviadas. La tormenta seguía afuera, pero al menos sabían que no estaban solas. Una de las chicas se agachó y acarició a uno de los gatos, que ahora ronroneaba feliz. Miraron a los hombres que habían acudido en su defensa, agradecidas, aunque no se libraron de sus bromas sobre lo sucedido.

Aquel Halloween, cada una se llevó a casa un nuevo amigo felino, y todas prometieron, entre risas, no volver a ver películas de terror juntas... o al menos, no sin revisar bien las ventanas primero.

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